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—¿Cómo que no puede sacar una tarjeta de débito?

Hanni miró a Minji, la cual tenía su ceño fruncido y una gran confusión en su mente. Después, volteó al hombre en el escritorio que la estaba atendiendo y él negaba con la cabeza mientras sostenía la cédula de identidad de Hanni.

¿Qué estaba pasando?

—Su cédula de identidad es extranjera. Ella no puede sacar una tarjeta del país, a menos que tenga una cédula de identidad coreana. Y, si desea hacerlo, ese es un trámite que no debe consultarlo aquí —señaló la fecha y ambas chicas se acercaron a verla.

Bien se sabía que Hanni no tenía ni idea de las responsabilidades como ciudadana independiente. Es por eso que dudó tanto de firmar un contrato de propiedad y, ahora, estaba en la cuerda floja directo para caer al suelo porque su identificación marcaba que era australiana y no coreana.

La mirada de Minji golpeó fuertemente su rostro y el miedo en Hanni aumentó considerablemente.

—¿Eres extranjera? —susurró Minji.

De reojo, Hanni vio su puño sobre el escritorio.

—Australiana —respondió intimidada, con sus ojos cerrados esperando lo peor.

Por un momento pensó que le diría algo o la regañaría enfrente de ese hombre, hasta podía quejarse por hacerle perder el tiempo, pero no; nada de eso sucedió y entonces Hanni pudo reflejar lentamente su postura.

—¿No hay algún convenio para extranjeros que ofrezca el banco? —consultó con calma. —Sería útil que nos diera una solución en vez de imposibilitar la opción de obtener algo.

—Bueno, puede ser que la señorita tenga algún familiar con la nacionalidad del país para que pueda venir a firmar el permiso de una cuenta de ahorro. Si bien se utilizará para ella —apuntó a Hanni —, necesita a un titular de nacionalidad para que la cuenta corra como debe.

Minji volteó a mirarla directamente con aquel semblante tan serio que le ponía los pelos de punta. Hanni tragó en seco y la miró con una sonrisa nerviosa, la cual no ayudaba en nada.

—¿Tienes a alguien en el país con nacionalidad? —preguntó.

No estaba segura si su tía era coreana o no, y digamos que ella era la única persona que Hanni tenía en el mundo, así que era como agua en el desierto.

—Creo que no... —murmuró.

—¿Viniste sola a Corea?

—No sé si mi tía tiene nacionalidad —dijo con fuerza. —No tengo a nadie más.

Nadie más. No hay nadie.

Hanni sintió una daga atravesando su corazón que exponía sus sentimientos más profundos, los cuales la arropaban en la noche y la hacían llorar como un bebé hambriento.

Nunca tuvo a nadie en su vida. Hanni vivió gran parte de su infancia en el orfanato de Melbourne y con ayuda de su abuela paterna, pudo viajar a Corea del Sur donde su tía la acogió sus años de adolescencia. Pero claro, su abuela falleció al poco tiempo y Hanni solo quedó con la compañía de Georgia, la cual era sumamente amorosa con ella y la cuidaba de sobremanera. Quizás por eso Hanni tampoco tuvo la oportunidad de ser cien por ciento independiente y ahora no tenía ni idea de que hacer en una ciudad nueva.

—Bien... —Minji suspiró y regresó su postura hacia el hombre, quien se veía impaciente —, ¿es necesario que sea un familiar o puede ser cualquier persona cercana de nacionalidad coreana que pueda brindarle la cuenta de ahorro?

—Mientras no tenga antecedentes penales, sea mayor a diecinueve años y no tenga que pagar un arriendo mayor a 500.000 wones, la persona puede optar por abrir la cuenta, pero no sería hereditaria ni mucho menos tendrá convenio con el banco. Simplemente la tendrá para guardar el dinero —explicó.

ikigai | bbangsazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora