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Como de costumbre, Minji fue en la parte de atrás de la bicicleta, mientras que Haerin iba adelante manejando por las calles que la llevarían a la Academia ADOR; su futuro equipo de voleibol.

El clima era cada vez más agradable y, a pesar de todos los sermones sobre el comportamiento que debía tener que Haerin le decía, lograba disfrutar de esa sensación llena de libertad sobre sus brazos descubiertos.

Hoy se había puesto su camisa azul marino que tenía un osito pequeño estampado en el lado izquierdo, era su camisa de la suerte y estaba dispuesta a confiar plenamente en ello para ingresar.

—No seas una egocéntrica, por favor —Haerin frenó la bicicleta en el estacionamiento de éstas. —Cualquier cosa que quieras decir, no la denomines a ti misma y no digas nada que te deje como una desagradable. Simplemente, no seas tu misma en el voleibol.

Ouh, Haerin —Minji hizo un puchero —, es mi esencia.

—Bueno, la tendrás que dejar de lado —suspiró —. Vamos, entremos rápido.

Minji cayó en cuenta en ese momento que ya estaba enfrente de la academia ADOR, la cual fue conocida anteriormente como Hungkuk, uno de los mejores equipos de la ciudad en su momento. Aquel estuvo al nivel del Gong, hasta un poco mejor, y tal vez esa era la motivación que a Minji le permitía estar emocionada y expectante.

El edificio por fuera se veía algo viejo, no parecía inmediatamente como una academia de voleibol, pero Minji no estaba ahí por cómo se vería el lugar de su nuevo equipo, sino por cómo era el mismo.

Corrió detrás de Haerin bastante emocionada, a diferencia de ella que iba con calma y una seriedad de admirar.

—Para que sean diez centímetros los que nos separan, caminas más rápido que yo —dijo cuando llegó a su lado.

—Aprendí a ser rápida por ti, mutación de Lucifer —bufó.

—Lo sé —río —, ¿a dónde vamos ahora?

—Directamente a la cancha.

—¿¡Qué!? —Minji asomó su cabeza, pero Haerin no la miró. —¿Me estás diciendo que iré a jugar inmediatamente? No traje nada, ni siquiera rodilleras.

—No, Minjidiota, iremos a hablar con tu entrenadora —aclaró —. Además, así puedes ver quienes están en el equipo y te dan la información que necesitas.

—Ah... —dijo un poco decepcionada.

Estaba desesperada por jugar una vez aunque fuera.

Cruzaron un pasillo largo y algo frío donde se encontraban los vestidores y los baños. Minji lo había localizado ya, por lo que pudo suponer que la puerta final era aquella que llevaba a las canchas de entrenamiento. Y es que con esos pelotazos y esos gritos de ánimo también se lo confirmaban.

—Recuerda, por favor; no seas una egocéntrica —repitió Haerin, antes de abrir.

Minji asintió firmemente y entonces vio el interior de la academia.

Para su gran sorpresa, el espacio era muchísimo más grande de lo que aparentaba la entrada y sus ojos brillaron con una ilusión innegable. Era mucho mejor de lo que esperaba.

—Wow...

—¿Te gustó? —Haerin soltó una risa de satisfacción. —Sabía que te gustaría.

—Es enorme —murmuró. —¡Necesito entrenar aquí hoy mismo! ¡Déjame jugar, Haerin!

—Vaya, vas rápido para recién haber llegado.

Aquella voz no fue la de Haerin, se escuchó más gruesa y más adulta. Ambas chicas voltearon a la derecha y una mujer con un traje deportivo se acercaba a ellas con una sonrisa.

ikigai | bbangsazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora