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El espacio de contenedores de basura era algo tenebroso por la escasa luz. A Hanni le daba miedo, pero ahora que estaba con Minji la situación era más relajante y podía tolerar más el espacio tan frío y oscuro.

—¿Aún no llegaron respuestas de tu audición?

Hanni suspiró y abrió el contenedor antes de contestar.

—No, sigo esperando. A veces siento que puse mal mis datos o cosas así, o quizás ni siquiera vale la pena decirme que no quede —con fuerza echó la bolsa al basurero y dejó caer la tapa.

—No creo que sea eso, solo estás pensando en los peores escenarios —Minji habló con tranquilidad. —Créeme que habrán buenos resultados.

—¿Tú crees?

—Sí, no tienes que desanimarte demasiado —se acercó. —No dudes de tus capacidades porque eres lo suficientemente capaz. Lo has demostrado.

—Nunca me has visto cantar —entrecerró los ojos.

—Bueno... —rascó su nuca —, pero no necesito oírte para saber que lo haces muy bien.

Hanni soltó una risa y negó con su cabeza repetidas veces.

De repente, empezó a sentir cansancio. No en su cuerpo, sino que en su mente. La sencilla acción de pensar todo el día en su audición había sido bastante agotador para las neuronas que habitaban su mente y eso provocaba que se sintiera cansada, incluso si no había hecho nada lo suficientemente desgastante para que le dijeran que simplemente estaba inventando eso.

Un suspiro largo escapó de sus labios y entonces se apoyó en la pared. La mirada de Minji no tardó en llegar y su preocupación tampoco.

—¿Pasó algo? —consultó mientras se acercaba. —¿Te sientes muy preocupada por la audición?

Hanni podía confirmarlo, ese era el motivo principal, pero... habían muchas cosas. Su soledad, su independencia, su escaso círculo social, su futuro trabajo, extrañar a su tía y quizás esas noches donde todo se acumulaba y Hanni se preguntaba a sí misma por enésima vez en su vida sobre qué pasaría si todo se acaba de una vez.

La cantidad de soporte emocional que Hanni cargó toda su vida era de admirar. No había tenido familia, tampoco amigos; incluso si intentó tener estos mismos, la rechazaban automáticamente. A veces Hanni ni siquiera entendía por qué quería tanto ser una artista si tenía un millón de riesgos de ser fuertemente criticada por la sociedad, independientemente si encajaba en el estándar o no.

Los comentarios que podrían llegar si lograba convertirse en lo que quería podían tener la misma connotación y crueldad que los de la escuela, hasta ser peores. Hanni era sumamente consciente de ello, pero había algo y ese algo era sentirse importante; sentirse necesaria y que los demás la quisieran por algo que Hanni realmente era.

Seguramente era una pésima forma de fomentarse a sí misma el esfuerzo, pero para Hanni ya no había más. No lo hacía por su madre, ella había dejado de existir apenas la dejó en el orfanato y su padre falleció sin siquiera haberlo podido conocer. Estaba su tía, y quizás ahí había otro motivo más, pero el principal era aquel... aquel de ser alguien que ocupase un lugar merecedor en el mundo.

Muchas cosas pasaban, pero Hanni aún no estaba lista para decirlas.

—Sí —contestó con su voz debilitada —, ¿sabes cuántas veces lo he intentado?

Minji se quedó callada esperando a que continuara.

—Ciertamente me acostumbré al rechazo, pero no del todo. Digo, nunca terminas por acostumbrarte a que te rechacen porque no deja de ser algo de primer plano. Siempre es constante, siempre está ahí, ese pensamiento de tener que hacerlo siempre mejor que la vez anterior porque así supones que te van a querer y te van a aceptar... tu mente y cuerpo jamás se acostumbrarán a eso.

ikigai | bbangsazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora