EL BÚHO CON EL PERGAMINO

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Michael seguía sentado de piernas cruzadas frente al búho. La oscuridad cubría completamente el anfiteatro, y no se podía ver nada más allá de los asientos escalonados. Su ropa estaba rasgada y le faltaba un zapato.

"Y eso que no corrí", pensó en voz alta, con una mezcla de perplejidad y cansancio, viendo el estado de su ropa.

Llevaba lo que sentía horas despierto, leyendo y releyendo el pergamino, observando los ojos del búho, que ya no brillaban. No podía dejar de pensar en lo ocurrido: la oscuridad, el venado y la neblina. ¿Por qué había venido solo hasta este lugar?

No estaba seguro de cómo había llegado hasta aquí, solo sabía que su cuerpo se sumió en un sueño profundo y despertó tirado frente al búho, el búho que había causado todo esto.

Se rascó la cabeza, y volteo a ver la tenue luz de luna y las estrellas.

"¿Espero  que amanezca o regreso a casa?", se preguntó en voz alta. Michael se levantó y volteó hacia los escalones. Decidido en regresar a casa, ¿por qué esperar más?

Comenzó lentamente su caminata para salir del anfiteatro, aún confundido por lo que había experimentado. Bajó del escenario dando un salto, y giró la cabeza para ver al búho por última vez, la curiosidad ganando lo mejor de él.

Al hacerlo, sus ojos se abrieron del susto. Había una puerta entre la mesa de piedra y el búho. 

Perplejo, volteó todo su cuerpo hacia el escenario. Intentó ver si había algo detrás de la puerta, pero no había nada más que el búho y la mesa de piedra. Intentó subir nuevamente al escenario.

"¡Detente!", escuchó la voz de una mujer a lo lejos, evitando que él subiera al escenario y se diera vuelta, buscando de dónde provenía esa voz.

Venía bajando los asientos escalonados, corriendo a toda velocidad. Su pelo rubio se levantaba detrás de ella y sus ojos azules se percibían de manera extraña en toda esta oscuridad.

Michael dio unos pasos hacia atrás. Confundido. 

¿Quién era ella?

¿Qué hacía ahí?

"¿Por qué no quieres que suba?", Michael preguntó.

La chica rubia se detuvo frente a Michael, respirando agitadamente por la carrera. Sus ojos azules destellaban en la oscuridad, llenos de una determinación que desconcertaba a Michael.

"No debes subir", respondió la chica con firmeza, su voz resonando en el silencio del anfiteatro. "No sabes lo que hay arriba".

Michael frunció el ceño, confundido y alarmado por la advertencia de la chica.

 "¿Qué quieres decir? ¿Qué está pasando aquí?", preguntó, sintiendo cómo la intriga se mezclaba con el miedo en su interior.

La chica vaciló por un momento, como si estuviera luchando con sus propias palabras. Finalmente, se acercó a Michael y susurró en un tono urgente: 

"Si entras por esa puerta, te perderas como tus amigos.".

El corazón de Michael comenzó a latir con fuerza, su mente llenándose de preguntas y temores. 

"¿Mis amigos? Pero si yo vine solo". Michael dió un paso hacia atras, su espalda apoyada en el escenario.

Era la chica quien ahora lo miraba con desconcierto. 

"¿No te acuerdas de tus amigos? Ellos están atrapados del otro lado de la puerta."

Antes de que Michael pudiera responder, la chica tomó su mano con firmeza. "Ven conmigo", dijo, mirándolo a los ojos con una intensidad que lo dejó sin aliento. "Te llevaré a un lugar seguro".

Empezaron a avanzar, intentando salir del anfiteatro, pero Michael tropezo con una de las patinetas. Se soltó del agarre de la chica y se agachó lentamente, y pudo apreciar que eran cuatro patinetas.

Lentamente acercó su mano a una, trazando con sus dedos algo tallado en la madera, un nombre: Luke.

Un dolor punzante atravesó su cabeza, derribándolo hacia atrás. Recuerdos de la casa de Luke, los paseos en patineta por el bosque y la neblina inundaron su mente. Michael nunca había estado solo.

Volteó hacia la chica. "Tengo que ir a buscarlos, no puedo dejarlos solos."

Ella negó con la cabeza, tratando de agarrarlo del brazo sin éxito.

Michael corrió hacia el escenario, subiéndolo de un salto, pasando junto a la mesa de piedra. La chica lo siguió de cerca. Ambos se detuvieron frente a la puerta.

"¿Qué estás haciendo?", preguntó Michael, arqueando una ceja con incredulidad.

"No puedo dejarte ir solo. Se suponía que debía protegerte", respondió ella, recogiéndose el cabello en una cola.

"¿Protegerme de qué?"

"Los obispos."

Michael no entendía que estaba sucediendo, solo sabia que tenía que ir detrás de sus amigos, y si esa era la única manera, el lo tenía que intentar.

"Jenna", dijo la chica. "Mi nombre es Jenna."

"Michael." Dijo mientras abria la puerta lentamente, mostrando una oscuridad infinita y dando un paso hacia enfrente.



TIERRA DE DEMONIOS (5SOS FANFICTION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora