Capítulo 8. 🧡

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Kail

—Estamos aquí para celebrar la unión de esta hermosa pareja —empezó el sacerdote.

La parroquia se encontraba completamente llena con personas a las que no conocía. La mayoría de ellos eran desconocidos tanto para mí cómo para Victoria. Amigos de nuestros padres, conocidos, socios, etc. Si por mí hubiera sido nos hubiéramos evitado todo esto y me casaba con ella sin invitados ni una celebración de por medio, pero Victoria se merecía esto y más. Todo lo que ella quisiera lo iba a tener en sus manos, todo y más.

El sacerdote se aclaró la garganta y habló de nuevo dirigiéndose a todos los presentes.

—Queridos hermanos: Estamos aquí junto al altar, para que Dios garantice con su gracia su voluntad de contraer matrimonio ante el Ministro de la Iglesia y la comunidad ahora reunida. Nuestro señor bendice copiosamente su amor conyugal, y él, que los consagró un día con el santo Bautismo, los enriquece hoy y les da fuerza con un Sacramento peculiar para que se guarden mutua y perpetua fidelidad y puedan cumplir las demás obligaciones del matrimonio. Por tanto, ante esta asamblea, les pregunto sobre su intención.

»Esposa y esposo, ¿vienen a contraer matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente? —preguntó.

—Sí, venimos libremente —respondimos.

—¿Están decididos a amarse y respetarse mutuamente, siguiendo el modo de vida propio del matrimonio, durante toda la vida? —Victoria me miró un par de segundos.

—Sí, estamos decididos.

—¿Están dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos, y a educarlos según la ley de Cristo y de su iglesia? —tragué saliva.

No era creyente de ninguna religión, aunque mi madre era creyente de la iglesia y tal vez años atrás me hubiera parecido una estupidez estar haciendo esto por alguien, pero por Victoria yo haría lo que fuera, hasta venderle mi alma al diablo.

—Sí, estamos dispuestos.

—Así, pues, ya que quieren contraer santo matrimonio, unan sus manos y manifiesten su consentimiento ante Dios y su iglesia —mi madre se aproximó a Victoria y sostuvo el ramo que llevaba en las manos.

—Yo, Neakail, te quiero a ti, Victoria, cómo esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida —el sacerdote hizo un asentimiento dándole la palabra a mi casi esposa.

—Yo, Victoria, te quiero a ti, Neakail, cómo esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida —no pude evitar sonreír feliz, por los votos que estaba recitando.

Unimos nuestra mano derecha también.

—¿Quieres ser mi mujer? —le pregunté.

—Sí, quiero. ¿Quieres ser mi marido?

—Sí quiero. Yo te recibo cómo esposa y prometo amarte fielmente durante toda la vida.

—Yo te recibo cómo mi esposo —dijo ella —. Y prometo amarte fielmente durante toda la vida.

—Neakail, ¿quieres recibir a Victoria cómo tu esposa? —preguntó el sacerdote —. ¿Y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y, así amarla y respetarla todos los días de tu vida?

—Sí, quiero —respondí sin que hubiera ni una pizca de duda en mi voz.

—Victoria, ¿quieres recibir a Neakail cómo tu esposo y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y, así amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?

Intenciones Oscuras (En proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora