Capítulo 11. 🖤

221 31 81
                                    

Victoria

Después de lo que sucedió no me atrevía a mirarlo a la cara sin sentir pena, por eso lo evitaba y no me atrevía a siquiera dirigirle la palabra. Él me tocó cómo lo haría un esposo con su esposa. Me tocó y me besó con tanta pasión que tan solo pensar en lo sucedido sentía el rostro caliente y la misma sensación invadía mi cuerpo.

—¿Victoria? —parpadeé y me centré en lo que hacía. Nos encontrábamos comiendo. Él en la cabeza de la mesa y yo a su lado derecho. Levanté la mirada hacia su rostro. Sostenía el tenedor en una mano y la cuchara en la otra.

—¿Me hablaste?

—Decía que este estofado está muy rico. ¿Quién te enseñó a cocinar? —mi mirada se dirigió a mi nana que se encontraba cenando con nosotros.

—Mi nana —respondí. Miré a Kail y también le sonrió a mi nana.

—Gracias por enseñarle a cocinar a mi esposa —me tensé en el preciso momento que sus dedos rozaron con mi pierna —. Tienes un rico sazón —me dijo. Tragué saliva y cogí la copa para darle un sorbo al vino.

—Mi niña siempre quiso aprender a cocina, así que yo le enseñaba, ya lo demás es por ella —Kail cortó un pedazo de carne y se lo echó a la boca sin dejar de mirarme.

Desde que bajamos no me quitaba la mirada de encima, no sé si disfrutaba ver mi cara de pena y saber lo que había ocurrido en mi habitación tan solo minutos atrás. No estaba acostumbrada a este tipo de muestras de cariño. Nunca hice el amor con nadie, ni siquiera había permitido que nadie me tocara. Me sentía patética que a mis veintitrés años aún fuera virgen, pero nunca quise hacerlo con nadie, a quien no quisiera, a quien no deseara y juro por Dios que deseaba a Kail y quería hacerlo con él.

—Siempre se me dio bien la cocina y otras cosas —le dije. Me puse a comer antes de que preguntara por qué no lo miraba a la cara. No me iba a atrever a decir la verdad frente a mi nana —. Lo que sí no me gusta es lavar platos —confesé.

—Creo que no a muchos les gusta lavar platos —asentí.

Al terminar de comer le ayudé a mi nana a llevar los platos y las copas a la cocina. Kail había contratado a una persona que nos ayudaría en la casa, con la cocina, la ropa y la limpieza. Pero esta persona se iba a presentar al día siguiente, ya que tenía contemplado que regresáramos a Edimburgo en una semana, no al día siguiente de habernos ido de "luna de miel".

—Victoria —me llamó Kail cuando salí de la cocina después de lavar los platos y dejar la cocina rechinando de limpia.

—Dime.

—Ven —lo seguí hacia su despacho, esperó que entrara para cerrar la puerta y cogió mi mano. Avanzó hacia el escritorio donde tenía un hermoso ramo de rosas Juliet —. Toma —tomó asiento en la silla y me indicó sentarme en sus piernas. Al principio lo pensé y me negué a hacerlo, pero después, de lo que ya había ocurrido entre nosotros, acepté y terminé sentándome en sus piernas.

—¿Son para mí? —asintió.

—Las compré para ti, pero con lo ocurrido ya no te las di —acerqué el ramo a mi nariz y olí el delicioso aroma que desprendía cada una de ellas —. He visto que son muy caras —puse el ramo sobre mis piernas.

—Nada que no merezcas —dijo. Lo miré y le agradecí con una sincera sonrisa —. Me gusta que sonrías para mí —llevó su mano a la altura de mi vientre y me apretó contra él con posesión. Su otra mano cogió mi barbilla y me acercó a sus labios —. Tus sonrisas son mías —se mojó los labios —. ¿Entiendes?

—S-sí —quería decirle que no, que estaba mal y que no podía ser así de posesivo, pero mi raciocinio se perdió en cuanto me agarró apretándome contra su pecho.

Intenciones Oscuras (En proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora