Capítulo 10. 🧡

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Victoria

Tuve que tomar unas pastillas para poder dormir. Los acontecimientos de ese día me tenían demasiado estresada y preocupada. Kail decía que no tenía que preocuparme por cosas de las que yo no tenía la culpa. Tenía razón, pero no podía evitar pensar en ello. Mis padres no merecían ni mi preocupación ni mis lágrimas, pero qué difícil es olvidarlo y fingir que no existen.

Pasé muchos años sufriendo su desprecio, sus insultos y sus reproches. Tenía que odiarlo, ¿no es así? Pero no podía odiarlos de la manera que ellos se merecían. Aunque una parte de mí se alegraba por lo que sucedía, por la muerte de Mark y la detención del hombre que me había engendrado.

—¡Buenos días! —desperté en el momento que Kail entró a mi habitación. Me froté los ojos y me senté sobre el colchón. Venía con una bandeja en las manos y dentro alcancé a ver café y fruta. Dejó la bandeja encima de la mesita de noche y se sentó a mi lado —. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?

—Bien —recogí mis piernas con mis brazos —. Aún proceso lo que sucedió —puso su mano en mi rodilla. Me tensé y él pudo notarlo. Sin embargo, no apartó su mano, la dejó en ese lugar.

—Kirs dice que lo mejor es que por ahora no salgas de la casa. Cree que eres frágil y los reporteros te pueden romper —me sorprendieron sus palabras, aunque no venían de él, pero ¿pensaba que era frágil?

—¿Tú-tú también piensas que soy frágil? —me atreví a preguntar.

—No, yo sé que eres muy fuerte. Has tenido una vida difícil y sigues en pie. Así que creo que eres demasiado fuerte —me sonrió —. Pero no quiero que te molesten. No quiero que te relacionen con tu familia.

—Es mi familia. Son mis padres —Kail asintió.

—Por desgracia son tu familia y hasta que no se mueran vas a tener que lidiar con esos estorbos. Pero podemos arreglar eso. No les debes nada. Lo sabes —asentí.

—Sí —musité.

—Por ahora es mejor que te quedes aquí y que no salgas a menos que sea muy necesario.

—Quiero ver a Val. Quiero saber cómo está.

—De acuerdo. Vas a llevar chofer y guardaespaldas —negué —. No vas a salir de esta casa sin chofer y guardaespaldas, mi amor. Es peligroso para ti —fruncí el ceño.

¿A qué se refería con eso?

—Pero... Nunca he llevado guardaespaldas. No estoy acostumbrada —cogió mi mano.

—Ahora eres mi esposa y yo te voy a cuidar —acercó mi mano a sus labios y dejó un suave beso en mi dorso. Sentí las mejillas rojas y el rostro caliente. Kail no me quitaba la mirada de encima. Se apartó y se puso de pie.

—Entonces, ¿no puedo salir a la calle? —le pregunté.

—Claro que sí puedes salir, ir de compras, al súper o a donde tú quieras, pero no por ahora. Hay que dejar las cosas se calmen. Al menos unos días. Puedes pedirle a tu nana que te compre lo que quieras —asentí.

—De acuerdo. ¿Vas a salir?

—Tengo que ir a trabajar —explicó —. Voy a procurar no tardar o traerme el trabajo a la casa —me mordí el labio —. No quiero que estés sola.

—No te preocupes por mí. Siempre he estado sola, mi padre y Mark en el trabajo, mi madre en el club con sus amigas —encogí un hombro —. Así que pasaba todas las tardes sola y me acostumbré a estar sola. Prefería estar sola —musité.

—Ya no vas a estar sola. Voy a poner mi despacho aquí en la casa para desayunar, almorzar y comer juntos —mi corazón sufrió un vuelco. Todo lo que Kail hacía por mí me tenía sorprendida. Nunca esperé que tuviera todos estos detalles para conmigo.

Intenciones Oscuras (En proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora