BENJAMIN DAVIS
Han pasado dos años. Mi vida ha cambiado de formas que nunca imaginé. Ahora, mientras veo a Will y Agnes prepararse para la escuela, siento una inmensa gratitud por los giros que el destino ha tomado.
—Papá, ¿has visto mi mochila? —pregunta Agnes mientras corre de un lado a otro de la casa.
—Está en la sala, cariño. La dejaste allí anoche —respondo, sonriendo al verla tan activa y enérgica.
Will, por su parte, ya está listo, sentado en la mesa del comedor, terminando su desayuno.
—Vamos, Agnes, vamos a llegar tarde —le dice, aunque no puede evitar reír ante el caos matutino que su hermana genera.
Nuestra rutina diaria se ha vuelto un ancla en mi vida. Desayunos apresurados, carreras hacia la puerta, y el inevitable olvido de algún objeto esencial. A pesar del desorden, estos momentos están llenos de alegría y unión.
Trabajar desde casa me ha dado la flexibilidad para estar más presente en sus vidas. He cambiado de trabajo a una empresa que valora el equilibrio entre la vida laboral y personal, permitiéndome estar allí para los eventos escolares y las tardes de tareas.
Salimos de la casa y los niños suben al coche. Mientras conduzco hacia la escuela, la radio suena suavemente en el fondo, llenando el coche con música alegre. Will y Agnes charlan sobre sus amigos, sus clases, y las pequeñas cosas que componen su mundo.
—Papá, ¿puedes venir a la feria de ciencias esta tarde? —pregunta Will de repente.
—Claro, hijo. No me lo perdería por nada —respondo, sintiendo un orgullo inmenso al ver cómo se iluminan sus ojos.
Agnes se inclina hacia adelante desde el asiento trasero.
—¿Y a mi obra de teatro el próximo jueves? —pregunta con entusiasmo.
—Por supuesto, estaré en primera fila —le aseguro.
Llegamos a la escuela y los dejo en la entrada. Will y Agnes me despiden con un abrazo rápido antes de correr hacia sus amigos. Los observo mientras se alejan, sintiendo una satisfacción profunda por el vínculo que hemos creado.
De regreso a casa, me preparo para comenzar mi jornada laboral. La casa está tranquila, y el silencio me permite concentrarme en mis tareas. Mi oficina en casa se ha convertido en un espacio que valoro mucho, un lugar donde puedo trabajar pero también estar disponible para mis hijos cuando me necesitan.
A media mañana, hago una pausa para preparar un café. Miro por la ventana de la cocina, observando cómo el sol ilumina el jardín. La vida tiene un ritmo más lento, más consciente, y me doy cuenta de que soy verdaderamente feliz.
Las tardes están llenas de actividades. Entre prácticas de fútbol, clases de piano, y las tareas escolares, cada día es una aventura. Me he convertido en un experto en equilibrar horarios y en disfrutar de cada momento, sin importar lo pequeño que sea.
Hoy, después de la escuela, Will y Agnes tienen una tarde libre, así que decidimos hacer una actividad familiar. Vamos al parque cercano, llevamos una pelota y una cometa. Mientras juegan y corren, me siento en una banca y los observo, sintiéndome agradecido por cada risa y cada sonrisa.
Verlos crecer y estar presente en sus vidas me ha enseñado el verdadero valor del tiempo y la importancia de estar allí para los que amamos. La vida no siempre es fácil, pero estos momentos hacen que todo valga la pena.
De vuelta en casa, la cena es una combinación de risas y conversación animada. Will habla sobre sus planes para la feria de ciencias, mientras Agnes practica sus líneas para la obra de teatro. La casa está llena de vida, y mi corazón también.
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DESTINO CRUZADO
Lãng mạnEn el vibrante corazón de Los Ángeles, Irene, una apasionada mujer latina con un sueño ardiente de dirigir películas, se embarca en la aventura de su vida cuando gana una beca para estudiar cine en la ciudad de los sueños. Sin embargo, los sueños pu...