Capítulo 15: la despedida

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BENJAMIN DAVIS

Las primeras semanas después de comprometerme con Irene fueron una mezcla de euforia y adaptación. Regresé a casa y me encontré con un cálido recibimiento: los niños, mi madre, y un pastel de bienvenida que endulzó el momento. Pero, como suele ocurrir en la vida real, la rutina pronto retomó su lugar.

El trabajo me mantuvo ocupado, como siempre. La agencia de publicidad estaba en pleno auge y con eso venían las largas horas y las reuniones interminables. Irene, por su parte, estaba inmersa en su proyecto con Richard, dedicándole cada vez más tiempo y energía. Esto nos dejaba poco tiempo para nosotros mismos.

Una noche, después de una agotadora jornada, decidí preparar una cena especial para Irene. Cuando llegó, cansada pero hermosa, sus ojos se iluminaron al ver la mesa arreglada con velas y flores. Cenamos, reímos y hablamos de nuestros días, pero en algún momento, la conversación giró hacia su trabajo con Richard.

—Hoy Richard me dijo que estoy haciendo un excelente trabajo —comentó, sonriendo—. Me alegra que todo esté saliendo bien con el guion.

Asentí, tratando de compartir su entusiasmo, pero no pude evitar sentir una punzada de celos.

—Parece que pasas mucho tiempo con él —dije, tratando de sonar casual.

Irene frunció el ceño, percibiendo mi tono.

—Es mi trabajo, Ben. Richard es un buen mentor y solo me está ayudando a mejorar.

—Lo sé, lo sé —respondí rápidamente, arrepintiéndome de haber sacado el tema—. Es solo que... a veces desearía que pudiéramos pasar más tiempo juntos.

Ella suspiró, su expresión suavizándose.

—Yo también lo deseo, Ben. Pero ambos tenemos trabajos exigentes. Debemos encontrar un equilibrio.

La conversación quedó ahí, pero la semilla de la duda y la inseguridad estaba plantada. Pasaron los días, y aunque había momentos de pura felicidad y pasión, también hubo discusiones y silencios incómodos.

Una noche, después de una de nuestras raras salidas, terminamos en mi cama, envueltos en sábanas y en la calidez del otro. La intimidad nos acercaba, pero también revelaba nuestras inseguridades.

—¿Alguna vez piensas en cómo será nuestro futuro? —me preguntó Irene, su cabeza apoyada en mi pecho.

—Todo el tiempo —respondí sinceramente—. Quiero que estemos juntos, que tengamos una vida feliz. Pero a veces me preocupa que nuestros trabajos nos alejen.

Ella levantó la cabeza para mirarme a los ojos.

—Lo superaremos, Ben. Tenemos que comunicarnos mejor y apoyarnos mutuamente.

Asentí, pero no pude evitar pensar en la tensión creciente entre nosotros. Las semanas siguientes fueron un vaivén de emociones. Teníamos momentos de alegría, como cuando planeamos nuestra boda o simplemente disfrutábamos de una noche tranquila en casa. Pero también había momentos de celos, como cuando Irene llegaba tarde del estudio, mencionando a Richard con demasiada frecuencia para mi gusto.

Un viernes, después de un día particularmente estresante en la oficina, recibí un mensaje de Irene diciendo que trabajaría hasta tarde con Richard. Sentí una oleada de frustración y celos.

—Otra vez él —murmuré para mí mismo, apretando los puños.

Esa noche, cuando finalmente llegó a casa, no pude contenerme.

—¿Realmente tienes que trabajar tan tarde con él todas las noches? —pregunté, mi tono más agudo de lo que pretendía.

Irene se quedó paralizada en la puerta, su expresión pasando de sorpresa a ira.

DESTINO CRUZADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora