21. Pequeña, muy pequeña

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Kara

Poder compartir esa parte de mi vida con Lena y con la niña fue increíble. Lo único malo de todo era que volvían a irse y las perdía de nuevo durante, probablemente, algunos meses. Aún así, las llamadas se iban sucediendo una tras otra, algunas con vídeo, sobre todo si estaba Katie delante.

-Estás enamorada de ella- me dijo un día Alex- Admítelo de una vez.

-No puedo enamorarme de ella- le repliqué- Ojalá me gustaran las mujeres, pero no.

Lo dije de boquilla para afuera porque, desde hacía un tiempo, me había empezado a plantear lo que sentía por ella. ¿Podía realmente Kara Danvers enamorarse de una mujer? Nunca había sentido ese tipo de amor por nadie, fuera del sexo que fuera. 

A medida que se sucedían las conversaciones, las noches en vela hablándonos sin parar, las risas y los te quieros, más se intensificaban los sentimientos y las dudas.

Un día, en una de nuestras largas llamadas desde la cama de madrugada, ella dijo que quería contarme algo. Comenzó a hablarme de una salida con Eve. Esa era otra. Eve. Me había intentado autoconvencer de que era una empleada más, pero pasaban muchísimo tiempo juntas y a solas. Ahora le había dado por llevarla a hacer footing. Lena sólo hablaba maravillas de ella y yo... Yo sólo quería que dejara de nombrarla. 

Pues ese día habían ido a correr y les había pillado una tormenta. La estaba mirando con ternura, porque lo contaba como una niña pequeña, tímida y preciosa acostada en su cama. Notaba el sentimiento embriagador que eso me provocaba, aunque intentaba ignorar todo lo que no quería afrontar.

-Nos empezamos a besar...

Noté una punzada en el estómago. ¿Eso eran lo que llaman celos? Yo había sentido celos muchas veces, o eso pensaba yo, porque a aquel dolor ni se le acercaba. Me quedé callada más tiempo de lo que ella esperaba y me pidió una explicación.

-No sabía que te gustaba Eve- sentencié tras mi respuesta-.

Me odié por decirlo, pero parecía estar poseída. Quería que lo negara. Quería que dijera que lo único que le alegraba un poco el día era hablarme antes de dormir, que nada se podía comparar con nuestros momentos. Pero me dijo que sí que le gustaba, por unos motivos absurdos, porque podría estar hablando de un perro también. ¿Que era estupenda? Como un perro. ¿Que se reía mucho con ella? Como con cualquier perro. ¿Que era fabulosa con la niña? La niña preferiría otro perro.

Le pregunté entonces si había sido cosa de un calentón, de la propia excitación del momento y ahí terminó de sentenciarme. Ahí fue cuando me hundí en la miseria, porque ella creía que seguía para adelante. Tras unos segundos intentando recomponer mi cerebro, concluí con la única verdad que podría decir sobre Lena teniendo una relación con otra persona.

-Me encanta verte así de ilusionada.

.

Entonces dejé de llamarla tan a menudo. Salía de los conciertos y tenía sus mensajes suplicando noticias. Le decía que todo había sido genial, pero que estaba agotada, que ya hablaríamos. Y pasaban  días y días sin apenas dar noticias. No las daba porque no quería recibirlas. No quería saber nada de lo buena que era Eve, de los desayunos que le llevaba a la cama, de los ataques de risa orquestados a la vez, de las guerras de cosquillas, de los besos furtivos, ni de todas y cada una de las cosas que me hacían darme cuenta de que debería haberlo intentado. Pero no iba a joderla ahora. Estaba en un momento de su vida que merecía desde hacía tiempo. Necesitaba una persona que aumentara su autoestima y no que la ahogara y atara como había hecho su amor de la niñez. Sería egoísta quitarle eso ahora, después de tanto tiempo.

Todo por ti SUPERCORP AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora