Seungmin llegó a casa demasiado temprano ese día. Le resultó un poco extraño y su estómago se removió inseguro porque se suponía que debía ser recibido por los enormes y brillantes ojos de Minho, pero eso no pasó esa vez. De hecho, estaría solo hasta muy entrada la noche porque el otro debía avanzar un proyecto en la biblioteca.

Se estiró echando lejos su incómoda corbata, se deshizo de su saco, camisa y pantalones para colocarse algo más cómodo. Odiaba los trajes formales, pero debía retorcerse en su resignación si quería seguir obteniendo ese bono monetario por buena presentación. Suspiró y se dirigió al refrigerador tomando la primera lata de refresco que alcanzó. El día había estado ajetreado y él realmente anhelaba beber una cerveza fría, mas el recuerdo fresco de su promesa para con su compañero, lo seguía deteniendo.

Oh, su compañero.

Era extraño para Seungmin, pero debía confesar que su pecho vibró ante la mera imagen de ese chico en su cabeza. A pesar de su popularidad en el trabajo, Seungmin no tenía amigos inseparables, Jisung era un buen compañero, pero no era una persona con la que se viera compartiendo tanto tiempo si no era necesario y Jeongin, bueno, él era un poco lo más cercano a un buen amigo, pero seguía sin sentirse como tal. Kim era así, era un sujeto asocial que había sufrido una extraña soledad en gran parte de su vida, incluso si había abundante gente a su alrededor... Hasta esas últimas semanas.

Estaba de acuerdo en el hecho de que Minho y él no eran amigos, como todo mundo que lo rodeaba y que era normal sin embargo, Lee Minho tenía un efecto distinto. Incluso si sólo compartían un par de minutos en el mismo piso, Seungmin se sentía genuinamente acompañado. Su pecho se llenaba de un cálido sentimiento nuevo. Uno que no había sentido con sus padres, mucho menos con su expareja. Y si era honesto, debía aceptar que le gustaba y lo tenía aterrado de manera similar.

—Por dios —jadeó una risa.

Negó con la cabeza, sirviendo el refresco en su vaso. La sonrisa se dibujó en su rostro y continuó ahogándose en el cómodo pensamiento de aquel sentir, no obstante, se vio interrumpido porque alguien llamó a su puerta. Dejó las cosas sobre la barra y se dirigió a la misma, inconscientemente arrugando las cejas cuando abrió. El sujeto encargado de la reparación del departamento estaba parado frente a él, con una sonrisa orgullosa y la satisfacción derrochada en sus ojos

—Joven Kim, que bueno que lo encuentro..., ya hemos terminado con las reparaciones del departamento, hemos hecho algunas modificaciones, pero han entrado dentro del presupuesto, ¿quiere dar un vistazo?

—¿Ya tan pronto? —inquirió desganado.

—¿Disculpe?

—Oh —negó regalando una sonrisa—. Lo siento, por favor, vamos.

El hombre asintió y el otro avanzó. Ingresaron al departamento y el hombre comenzó a explicarle los servicios y los cambios renovados. Fue difícil para Seungmin el poder concentrarse porque automáticamente llegaron los recuerdos de aquella aterradora noche. Sus venas se llenaban cada vez de más ira cuando recordaba las palabras que se le fueron dedicadas y los desastrosos que surgieron al mismo tiempo. Había sido la peor experiencia de su vida y ahí estaba, en el mismo sitio donde había ocurrido la pesadilla.

—... Fue un poco difícil de reparar la pared del baño, pero pudimos hacerlo.

—Muchas gracias por su trabajo —respondió sin saber del todo lo que se le había dicho—. Le daré su pago y hablaré con mi padre.

—De acuerdo.

Ambos salieron y Seungmin se dirigió directamente a su departamento, a su habitación. Tomó el sobre apartado en su buró y se dirigió nuevamente hacia el hombre que le esperaba en la entrada.

—Aquí está —entregó el sobre—. De nueva cuenta, muchas gracias por su trabajo.

—Para servirle.

Intercambiaron una reverencia y el hombre se alejó, dejando al menor solo con su cabeza revuelta.

Seungmin no se consideraba alguien emocional, no era de los que demostraran abiertamente sus sentimientos y eso de alguna manera le había afectado cuando volvió a ingresar a ese departamento. Después de la pelea con Kwang, este había desaparecido y Seungmin se encerró en su mundo. Obviamente el escándalo había sido del conocimiento de los vecinos del edificio y solamente llegó a los oídos de su querido Jeongin porque Yena le llamó. No obstante, Seungmin se encargó de tragarse sus sentimientos, perdiéndose por completo en el enfoque de su trabajo. Pero ahora aquellas sensaciones volvieron a resurgir en cuanto atravesó esa puerta.

Se mordió la mejilla sintiéndose molesto y atormentado. Ni siquiera lo pensó mucho, se colocó una chaqueta, tomó sus llaves, junto a su billetera y salió de ahí.

Su corazón todavía dolía, es más, ni siquiera había tratado de sanarlo, simplemente cubrió las heridas con un papel que eventualmente se cayó con el primer soplido. El dolor incrementaba con cada palabra que revivía en lo más recóndito de sus pensamientos y la migraña estorbó en su camino porque su vista se nubló.

Sabía perfectamente a dónde iba. Sus pies lo llevaban en automático porque su cuerpo era consciente de que solamente en ese sitio era donde podía encontrar un poco del consuelo solitario que necesitaba para calmar la herida. Y aquello quedó claro cuando el guardia de aquel antro le permitió el paso sin siquiera preguntar.

Muchos le llamaron y un par de chicas lo reconocieron a la perfección. Seungmin saludó de lejos y se dirigió hasta la barra donde se sentó y suspiró profundamente.

—¡Minnie!

El aludido alzó la mirada. La chica de cabellos rosas le sonrió y sin decir nada comenzó a prepararle su bebida habitual.

—Nos tenías abandonadas por aquí —reclamó sutilmente, dejando el vaso frente al desganado.

—Lo siento, Yuqi, supone que iba a dejar de tomar —se burló, llevando el vaso a sus labios para beber todo el contenido de una.

Los labios de la mayor se torcieron hacia un lado. Sirvió nuevamente el vaso y se inclinó apoyada en sus brazos para disminuir la distancia entre los dos.

—¿Quieres hablar? Por aquí Shuhua y yo somos conocidas por escuchar atentamente.

Seungmin volvió a sonreír con un gesto miserable, pasó su índice por la orilla del vaso y simplemente negó.

—Estoy bien, Yuqi, sólo necesito beber un poco.

—Bien —resopló la mayor—. Me declaro apartada para ti, así que háblame si lo necesitas.

—Gracias, linda —le sonrió.

La pelirrosa sonrió y de dirigió a otro cliente. Seungmin, por su parte, se dedicó a beber un trago e impregnarse del sabor amargo de su bebida. Esperaba no tardar mucho para emborracharse y comenzar a pensar en estupideces. Probablemente llamaría a su padre o a su madre y les reclamaría por ser los peores padres del mundo, les haría saber que está viviendo mejor sin ellos y quizá se despidiría amenazando con irse a otro continente y desaparecer. Conocía bien el dolor que provocaba con sus palabras porque su madre le pidió que no volviera a hacerlo sin embargo, en ese instante era mejor lastimar a su madre que seguir hundiéndose en ese pozo horripilante.

—Hola.

Seungmin se giró cuando aquella voz resonó a su costado. Un lindo chico le sonrió. Cabellos negros escurridos por su cabeza, ojos marrones pequeños, labios delgados que se entendían en una gran distancia cuando le sonrió. No era su tipo, claramente sin embargo, iba a funcionar, o al menos eso pensaba en ese momento.

—Hola.

We Are Young [Knowmin/ 2min]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora