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Eso era lo que debía hacer, a fin de cuentas, jamás volvería a ver a ese tipo en mi vida.

Solo quedaría como algo de una noche que quizá olvidaré en una semana, o un poco más que ello.

Iba tan inmersa en mis pensamientos que no me di cuenta hasta demasiado tarde, cuando las puertas del elevador se abrieron frente a mí, que una mujer de lentes me observaba de brazos cruzados.

No pude salir corriendo.

—Ni se te ocurra decir que no nos conocemos, porque me conoces muy bien —acató Alya, con algo de recelo en la voz.

—No se de que me hablas —conteste, pero sin seguridad alguna. 

—Vamos Marinette, no me trates así.

—Lo siento, pero no me siento lista para hablar contigo.

Y menos en este momento, donde todo era un caos en mi cabeza.

Ella suspiró en derrota, apoyando sus manos sobre mis hombros.

—Entiendo, después de lo que pasó años atrás— me miró con pesar, cosa que me puso incómoda y me hizo intentar quitar sus manos de mi cuerpo retrocediendo un paso—. Lo siento, pero solo quiero que sepas que cuentas con mi apoyo, siempre ha sido así. 

Intenté asentir con la cabeza mientras finalmente pasaba de ella y entraba al elevador. 

Ya dentro solté todo el aire contenido, pasando mis manos por mis hombros hasta quedarme de brazos cruzados. 

Sé que Alta no me había hecho nada malo, ella siempre fue una buena amiga al igual que Adrien, pero por alguna, las cosas se habían puesto incómodas entre nosotras, y que hoy me viera con pena… me hizo sentir incómoda. 

Finalmente llegué a mi habitación, donde al entrar, me encontré con una tarjeta de presentación en el suelo. Es de Alya, con su número en ella. 

La levanto y no la leo con tanto detenimiento, la dejo encima del buró mientras me fijo en los dos ramos de flores que están en el buró. El primero, es de rosas rojas, demasiado grande. Tomo la nota que tiene y procedo a leerla: 

“Para la mujer más hermosa del mundo, te ama Gabriel”

Dejo la nota en su lugar y me apresuré a tomar la nota del segundo ramo. 

Este en comparación es de hortensias blancas y rosas, mis favoritas. 

“Soy un tonto, espero que puedas perdonarme algún día. Adrien”. 

Le sonrío a la nota como tonta, pasando mis dedos por los pétalos de las flores. 

Adrien fue mi primer amor, y me había dicho que no le importaba mi pasado, él me aceptaba tal como era. Siempre lo ha hecho. Él es el único que ha sido bueno conmigo desde que me conoció.

Y yo, seguía sintiendo algo por él, no podía negarlo.

[...]

—Luciste fenomenal —habla Gabriel detrás de mí, consiguiendo que me giré para verlo. 

—¿Te parece?— pregunto con una pequeña sonrisa, aún con la satisfacción recorriendo mi cuerpo.

Las sesiones de fotos siempre me gustaron, se me daban muy bien. 

—Claro, te he preparado muy bien para ser mi mejor modelo, me debes mucho cariño— comenta con suficiencia, consiguiendo que mi sonrisa desaparezca, por lo que me doy la vuelta y vuelvo a tomar la brocha para seguir pasando el polvo por mis mejillas. 

—Claro que sí— murmuro en voz baja, volviendo a guardar mis cosas en mi bolso mientras ato mi cabello en una coleta. 

—Por cierto, no me has dicho que hablaron tú y mi hijo en la cena. 

En cuanto lo menciona, no puedo evitar sonrojarme un poco, lo disimulo pasando mis dedos por mis mejillas. 

Habían pasado ya cuatro días desde la cena, días en los que aclareis pensamientos y también mis sentimientos. Había tomado una decisión al respecto, algo riesgosa y quizá complicada, pero no quería evitarlo más.

—Me preguntó sobre mi, ya sabes, cómo es ser modelo y como he lidiado con ello. También me dio consejos de modelaje. 

—Me alegra que se estén entendiendo muy bien, así nuestras convivencias serán menos incómodas en un futuro y no sé molestara conmigo cuando te presente como mi esposa. 

Mi bolso resbala de mis manos ante lo último, pero por suerte no termina en el suelo sino que en el tocador.

¿Esposa? ¿Yo su esposa?

—¿No crees que nos estamos adelantando? 

—Bueno, sí nos queremos es normal que queramos estar juntos, ¿No?

—Sí pero, aún no sé si estoy lista para casarme, yo—

Él me interrumpió con unas pequeñas risas mientras se acercaba a mi.

—No tenemos que casarnos ahora, tranquila— besó un costado de mi cabeza—. Aún falta que Adrien se adapte a la idea. 

Aunque eso me alivia un poco, aún sigo algo impresionada por sus planes de casarnos. 

Menciona algo de tener una cena con uno inversionistas y que no podremos vernos hasta mañana en la tarde. A todo le respondo con movimientos de cabeza y sonrisas falsas hasta que finalmente subo al auto. 

Pude librarme del chófer poniendo la excusa de que quería poner en práctica mis clases de manejo y finalmente me dirigí al centro comercial. 

[...]

Reviso mi labial en el espejo compacto y acomodo un pasador de mi cabello antes de tocar la puerta, sintiéndome nerviosa mientras espero. 

Bajo la vista a mis tacones, después a mi vestido y regreso una mano a mi cabello cuando la puerta se abre. 

—Marinette, ¿Te hice esperar mucho? 

—Para nada, casi acabo de llegar. ¿Nos vamos? 

—Claro. 

Cierra la puerta detrás de él y posa una mano en mi espalda para caminar de regreso al estacionamiento. Nos dirige a su auto, donde abre la puerta para mí y después rodea el auto, donde segundos después lo pone en marcha. 

Comienza a manejar por la ciudad, a una velocidad moderada mientras las luces pasan como flashes por la carretera.

—La verdad, me sorprendió mucho que me invitas a cenar, creí que no querías que nos volviéramos a ver. 

—Lamento haber tardado en responder tu nota, me encantaron las flores. 

—Las hortensias siempre fueron tus favoritas, espero que lo sigan siendo. 

—No te equivocas— le respondo al rubio, con una sonrisa amplia que él me regresa. 

Él sigue conduciendo hasta un restaurante a las afueras de la ciudad, bastante elegante donde podía estar segura que nadie se enteraría que salí a cenar con Adrien Agreste. 

Porque esa había sido mi decisión, y si Adrien estaba dispuesto, le daría una oportunidad a finalmente ser feliz con él.

BELLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora