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Adrien sostiene mi mano y la balancea ligeramente en el aire mientras caminamos juntos. 

Me gusta sentir su mano junto a la mía, y me gusta mucho caminar a su lado. Cómo siempre soñé, desde que éramos adolescentes.

No hay mucha gente en el lugar, y la poca gente que hay nos mira de reojo pero al parecer sin llegar a reconocernos. 

Opté por un atuendo más modesto, una simple blusa corta con pantalones de mezclilla y una chamarra de cuero negra junto con unos botines del mismo color. Por su parte y casi como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, Adrien viste pantalones y camisa negra.

Cuando llegamos a la sala, identifico de inmediato a mis amigos, en el extremo más alejado. Me acerco a saludarlos, al igual que Adrien, y por instinto mi mirada viaja detrás de ellos, pero no veo a la asiática por ningún lado.

–Me da mucho gusto volver a verte amiga –me saluda Alya con un abrazo, hoy en especial muy sonriente.

–Igual a mí Alya –le devolví el abrazo, antes de separarnos después de algunos segundos.

–Invité a más amigos del trabajo, espero que no les moleste.

Dudo algunos segundos, aunque también habíamos venido como amigos de Alya, y nadie además de nosotros sabía que estábamos en una relación secreta.

Aunque, me pesaría un poco no poder estar tan cerca de Adrien cómo me gustaría.

–Claro que no –le respondo con una sonrisa, mirando de reojo a Adrien, quien está escuchando nuestra conversación pero al mismo tiempo está mirando su celular.

Nino se acerca a saludarme, y me dice algunas cosas sobre que le da gusto verme, pero mis ojos viajan constantemente al rubio que está a nuestro lado.

Teclea algo rápido en su celular, lo ve con insistencia unos segundos más y lo guarda en el bolsillo. Alcanzo a desviar la vista rápidamente.

Empiezan a llegar algunas personas, a las cuales Nino y alya saludan con emoción y nos presentan, y algunos minutos después, ya todos estamos jugando. 

El boliche no es lo mío, la mayoría de mis tiros apenas y consigue tirar uno que otro pino. Por otro lado, Adrien tiene una excelente puntería y hace chuzas una tras otra.

Me siento a un lado de Alya mientras Adrien conversa con los amigos de Alya.

–¿Puedo preguntarte algo? –Le pregunto, aprovechando que la mujer con la que estaba hablando se levanta de su asiento.

–Claro, ¿qué ocurre?

–Quería saber, ¿invitaste a Kagami?

–Sí, pero me dijo que no podía venir. Que no se sentía bien. ¿Sabes qué le ocurre?

Otra vez ese sentimiento de culpa que me ha estado acompañando desde la mañana vuelve a anudar mi estómago, y está vez no puedo evitar hacer una pequeña mueca. 

–Ayer que salimos, ella y Adrien bebieron de más, ella se raspó la mejilla y Adrien la estaba curando en el baño.

–¿Y está bien? ¿Fue muy grave? –me interrumpió.

–Sí, solo fue un raspón. Pero cómo estaban muy ebrios nos fuimos al departamento de Adrien, Kagami se fue en la mañana, solo que creo que es por mi culpa que no se siente bien.

–¿Por qué sería por tu culpa Marinette? –me preguntó sin entender –. No es como que tú la hayas obligado a beber.

–No, no es por eso. Le dije que Adrien estaba enamorado de ella en la preparatoria. 

BELLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora