Viernes

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La mañana del viernes encontró a Chiara sumida en sus pensamientos mientras acariciaba suavemente las cuerdas de su guitarra en la habitación del hospital. El teléfono sonó, interrumpiendo su canción improvisada. Era su madre, Emma, con quien Chiara anhelaba hablar.

—Hola, mamá —saludó Chiara, su voz contenía un rastro de anhelo.

—Hola, cariño. ¿Cómo estás hoy? —respondió Emma, su tono preocupado resonaba a través del auricular.

—Estoy bien, mamá. Solo extrañando a todos —confesó Chiara, su corazón sintiendo la ausencia de su familia más de lo habitual.

—Lo sé, cariño. Yo también te extraño mucho. Quisiera poder estar contigo ahora mismo, pero Joey tiene esa presentación en la escuela y no puedo faltar. Espero que puedas entenderlo —explicó Emma.

Chiara asintió, aunque sabía que la ausencia de su madre era inevitable, aún dolía.

—Lo entiendo, mamá. Dile a Joey que le deseo lo mejor en su presentación —respondió Chiara, tratando de ocultar su tristeza detrás de una sonrisa.

Después de despedirse de su madre, Chiara se dejó llevar por un momento de reflexión, sintiendo una mezcla de emociones en su corazón. Fue entonces cuando Violeta entró en la habitación, trayendo consigo una chispa de luz en medio de la melancolía.

—Hola, Chiara. ¿Cómo estás hoy? —saludó Violeta, con una sonrisa suave y reconfortante en su rostro.

—Hola, Violeta. Estoy bien, gracias. Solo extrañando a mi familia un poco más de lo habitual —respondió Chiara, con sinceridad en su voz.

Violeta asintió con empatía, comprendiendo.

—Entiendo cómo te sientes. La familia es una parte importante de nuestras vidas, especialmente en momentos difíciles como este —dijo Violeta.

Chiara asintió, agradecida por la comprensión de Violeta.

—Sí, lo son. Pero estoy tratando de mantenerme positiva y encontrar alegría en las pequeñas cosas, como la música y las conversaciones con amigos como tú —respondió Chiara, su mirada encontrándose con la de Violeta.

Un momento de silencio pasó entre ellas, lleno de significado no dicho. Chiara se sintió atraída por la calidez en los ojos de Violeta, encontrando consuelo en su presencia.

—Estoy aquí para ti, Chiara. Si necesitas hablar o simplemente un hombro en el que apoyarte, siempre estaré aquí —dijo Violeta, su voz suave y reconfortante.

Chiara sonrió, sintiendo un destello de esperanza en su corazón.

Chiara respiró hondo mientras observaba a través de la ventana de su habitación. Un par de jóvenes pasaban tomados de la mano, riendo y compartiendo miradas cómplices mientras caminaban por la calle. Un nudo se formó en su garganta al ver la escena, y se giró hacia Violeta con determinación.

—Violeta, ¿puedo hacerte una pregunta? —indagó, su voz temblorosa revelando su nerviosismo.

Violeta asintió con amabilidad, sus ojos castaños reflejando curiosidad y apoyo.

—Por supuesto, Chiara. Puedes preguntar lo que quieras —respondió Violeta.

Chiara reunió su coraje y formuló la pregunta que había estado dando vueltas en su mente.

—¿Crees que personas como yo, que están destinadas a morir prematuramente, tienen derecho a una historia de amor? —inquirió Chiara, su mirada buscando la de Violeta.

La pregunta colgó en el aire. Chiara esperó ansiosamente la respuesta de Violeta, preguntándose qué pensaría la enfermera.

Violeta tomó un momento para considerar la pregunta de Chiara.

—Chiara, creo que todos merecen amor, independientemente de las circunstancias. El amor puede traer consuelo, alegría y significado a nuestras vidas, incluso en tiempos difíciles —respondió Violeta, su voz suave y tranquilizadora.

Chiara asintió, sintiéndose reconfortada por las palabras de Violeta.

—Gracias, Violeta. Significa mucho para mí escuchar eso —dijo Chiara, una sonrisa tímida jugando en sus labios.

Un silencio cómodo descendió sobre la habitación.

Con el corazón lleno de esperanza, Chiara se permitió soñar con la posibilidad de encontrar amor y consuelo, incluso en medio de su batalla perdida contra la enfermedad. Y en los ojos de Violeta, encontró un rayo de luz que iluminaba su camino hacia adelante.

Después de un breve momento de silencio, Chiara volvió a romper el silencio, sus palabras cargadas de incertidumbre y esperanza.

—Y si estuviera interesada en alguien del hospital... ¿una enfermera, quizás? —preguntó Chiara, su voz apenas un susurro.

Violeta parpadeó, sorprendida por la pregunta de Chiara, pero su expresión se suavizó con una sonrisa

—Chiara, el corazón no conoce de horarios ni circunstancias. Si encuentras a alguien que te haga sentir viva y especial, entonces creo que debes seguir tu corazón, sin importar dónde te lleve —respondió Violeta.

Chiara no respondió de inmediato. En cambio, se perdió en los ojos castaños de Violeta, sintiendo un fuerte latido en su pecho. Comenzó a acercarse a Violeta, su respiración entrecortada y su mirada alternando entre los ojos y la boca de la enfermera.

El espacio entre ellas se reducía lentamente, y Chiara sentía que el mundo se desvanecía a su alrededor, dejándolas solas. Justo cuando sus labios estaban a punto de encontrarse, la puerta de la habitación se abrió de golpe.

Denna, la enfermera rubia, entró rápidamente en la habitación, deteniéndose en seco al ver la escena que había interrumpido. Sus ojos se agrandaron al darse cuenta de lo que estaba pasando.

—Oh, lo siento mucho —dijo Denna apresuradamente, sonrojándose mientras se retiraba rápidamente de la sala, cerrando la puerta tras de sí.

Chiara y Violeta se quedaron en silencio, el momento roto por la interrupción, pero el aire aún cargado con la electricidad del casi beso. Chiara, con el corazón acelerado, se apartó un poco, pero sus ojos no dejaron los de Violeta.

—Creo que... necesito un poco de aire —murmuró Chiara, tratando de recuperar la compostura.

Violeta asintió.

—Claro, Chiara. Si necesitas algo, ya sabes dónde encontrarme —dijo Violeta con una sonrisa cálida antes de salir de la habitación, dejándola con un torbellino de emociones.

Chiara se quedó en su cama, el corazón aún latiendo con fuerza, mientras trataba de procesar lo que acababa de suceder. Aunque el momento había sido interrumpido, la chispa entre ellas era innegable, y Chiara no podía evitar sentir una renovada esperanza en su corazón.

Un amor terminal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora