Era lunes y la mañana se presentaba gris tanto en el cielo como en el ánimo de Chiara. Desde que se despertó, sintió un malestar profundo, un dolor que atravesaba su cuerpo y la hacía retorcerse en la cama. A media mañana, el malestar se convirtió en algo más grave. Las náuseas la asaltaron y, sin poder contenerse, empezó a vomitar.
Con manos temblorosas, alcanzó el botón de emergencia junto a su cama y lo presionó repetidamente. Unos minutos más tarde, Violeta llegó al cuarto, su expresión de preocupación inmediata.
—Chiara, ¿qué pasa? —preguntó Violeta, acercándose rápidamente.
—No... no me siento bien —murmuró Chiara, su voz apenas un susurro.
Violeta actuó con rapidez, llamando al médico y ayudando a Chiara a limpiarse y a calmarse. El Dr. Guix llegó poco después, y junto a Violeta, comenzaron a atender a Chiara. Tras unos momentos de tensión, lograron estabilizarla.
El médico, tras asegurarse de que Chiara estaba fuera de peligro inmediato, se dirigió a Violeta.
—Violeta, quiero que te quedes con ella y la observes de cerca. Asegúrate de que no tenga más episodios y mantén su estado monitoreado —dijo el Dr. Guix antes de salir de la habitación.
Violeta asintió y tomó asiento al lado de la cama de Chiara, tomando su mano con suavidad.
—Chiara, estaré aquí contigo. No te preocupes —dijo Violeta, tratando de transmitirle calma.
Chiara la miró con ojos cansados.
—Violeta, por favor... no le digas a mi madre ni a nadie sobre esto. No quiero que se preocupen más de lo necesario —pidió Chiara, su voz apenas un susurro.
Violeta dudó por un momento, pero al ver la preocupación en los ojos de Chiara, asintió.
—Está bien, Chiara. No le diré a nadie. Pero necesito que me prometas que si te sientes peor, me lo dirás de inmediato —respondió Violeta, su tono firme pero comprensivo.
—Lo prometo —dijo Chiara, apretando suavemente la mano de Violeta.
Chiara miró de nuevo a Violeta y, a pesar de su debilidad, intentó añadir un toque de humor a la situación.
—Debo parecer horrible después de haber vomitado tanto, ¿verdad? —dijo Chiara, esbozando una pequeña sonrisa.
Violeta sonrió suavemente, tratando de aliviar el ambiente.
—Bueno, he visto días mejores para ti, pero te aseguro que sigues siendo hermosa —respondió Violeta con una chispa de humor en sus ojos.
Chiara soltó una risa débil, agradecida por el intento de Violeta de hacerla sentir mejor.
—Gracias por estar aquí, Violeta. En serio. No sé qué haría sin ti —dijo Chiara, su voz sincera y llena de gratitud.
—No tienes que agradecerme, Chiara. Es mi trabajo, pero también me importa mucho tu bienestar. Siempre estaré aquí para ti —respondió Violeta, apretando la mano de Chiara con ternura.
Chiara asintió, sintiéndose un poco más tranquila al saber que Violeta estaba a su lado. Mientras el dolor y el malestar empezaban a disminuir, encontró consuelo en la presencia constante y comprensiva de Violeta.
Chiara logró dormir por un tiempo mientras Violeta permanecía a su lado, vigilando su descanso. Sin embargo, alrededor de las 18:30, Violeta decidió que era momento de despertar a Chiara para que pudiera tomar un baño.
—Chiara, es hora de que te despiertes. Necesitas tomar un baño —dijo Violeta suavemente, tocando el hombro de Chiara.
Chiara abrió los ojos lentamente, aún sintiendo un poco de dolor, pero asintió con la cabeza. Con la ayuda de Violeta, se levantó de la cama y caminó hacia el baño. Al llegar a la puerta, se sorprendió al ver que Violeta la seguía.
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Un amor terminal
RomanceChiara Oliver, una joven de 20 años apasionada por la música, enfrenta un diagnóstico de cáncer terminal. A pesar de la gravedad de su situación, se niega a rendirse y busca encontrar belleza en cada momento que le queda. En el hospital, conoce a Vi...