Batalla perdida

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Era de noche y Chiara observaba la calle llena de coches desde aquella ventana. Familias iban y venían, parejas con sus hijos pequeños. Por un momento, Chiara se lamentó por nunca poder vivir aquello. Estaba luchando una batalla perdida, y la única cosa que la hacía seguir luchando era conseguir más tiempo con aquellos que amaba y retrasar las lágrimas de pérdida y dolor que se derramarían por ella.

Nunca podría tener su casa y sus hijos para llamar propios, y eso la castigaba en lo más profundo de su alma. Imaginaba lo que sería vivir día tras día, sabiendo que en cualquier momento la muerte entraría sin permiso y la apartaría de aquellos que más amaba, sin tal vez tener siquiera la oportunidad de despedirse.

Los sonidos de la ciudad parecían amortiguarse mientras se perdía en sus pensamientos. Las luces de los coches se difuminaban en sus ojos llenos de tristeza, y una sensación de soledad se apoderaba de su corazón. Respiró hondo, tratando de encontrar consuelo en el aire fresco de la noche.

—¿Por qué yo? —murmuró para sí misma, dejando que una lágrima solitaria recorriera su mejilla.

Se permitió ese momento de debilidad, de sentir el peso de su destino. Sabía que no podía permitirse hundirse en la desesperación, pero a veces, la realidad de su situación se volvía abrumadora. Miró hacia el cielo, buscando alguna señal, alguna esperanza en las estrellas.

Chiara se apartó de la ventana y se recostó en su cama, cerrando los ojos y dejando que el silencio de la noche la envolviera. Sabía que al amanecer, tendría que ponerse su mejor sonrisa y enfrentar otro día, luchando contra la oscuridad con la luz de su amor por la vida y por aquellos que la rodeaban. Pero por ahora, en la quietud de la noche, se permitió sentir su dolor y su miedo, dejando que sus lágrimas fluyeran libremente.

El momento de desahogo de Chiara fue interrumpido por un golpe inesperado en la puerta. Era Violeta, que había venido a despedirse ya que su turno había terminado.

Chiara se sorprendió al verla allí, pero una sensación de alivio llenó su corazón al darse cuenta de que no estaba sola. Se levantó de la cama y se acercó a la puerta con una sonrisa.

—Violeta, ¿qué haces aquí? —preguntó Chiara, tratando de ocultar la emoción en su voz.

—Solo quería asegurarme de que estuvieras bien antes de irme. ¿Cómo estás? —preguntó Violeta, mirando a Chiara con ternura.

Chiara asintió, agradecida por la preocupación de Violeta.

—Estoy bien, gracias. Solo estaba teniendo un momento de reflexión, supongo —respondió Chiara, tratando de restar importancia a sus pensamientos oscuros.

Violeta asintió, comprendiendo en silencio.

—Bueno, si necesitas hablar o cualquier cosa, sabes dónde encontrarme —añadió Violeta antes de despedirse y dejar a Chiara nuevamente en su habitación, con sus pensamientos y emociones revoloteando en su mente.

Después de que Violeta se fue, Chiara se quedó reflexionando sobre si realmente valía la pena permitir que ella y Violeta desarrollaran sus sentimientos mutuos, sabiendo que inevitablemente terminaría rompiendo el corazón de la pelirroja en pedazos.

Se sentía atrapada entre el deseo de vivir plenamente el tiempo que le quedaba y el dolor de causar sufrimiento a alguien que había llegado a significar tanto para ella en tan poco tiempo. Cada vez que pensaba en la posibilidad de una conexión más profunda con Violeta, sentía una mezcla de emoción y angustia.

Por un lado, la idea de compartir momentos especiales juntas, de sentirse amada y comprendida, era tentadora. Pero por otro lado, el conocimiento de que su enfermedad eventualmente las separaría de manera dolorosa la llenaba de incertidumbre y culpa.

Chiara suspiró, sintiendo el peso de su dilema. Sabía que no podía evitar los sentimientos que tenía por Violeta, pero tampoco podía ignorar las consecuencias de seguir adelante con ellos. En el fondo de su corazón, deseaba poder proteger a Violeta del dolor que inevitablemente vendría, pero también anhelaba la posibilidad de experimentar un amor verdadero, aunque fuera por un tiempo limitado.

Con el corazón lleno de conflicto, Chiara cerró los ojos y se sumergió en sus pensamientos, buscando desesperadamente una respuesta que le brindara paz interior. Pero por más que lo intentara, seguía sin encontrar una solución clara a su dilema emocional.

Con algunas lágrimas escapando de sus ojos, Chiara finalmente se dejó llevar por el agotamiento y se sumergió en un sueño profundo. La pesadez de sus pensamientos la había dejado exhausta, y ahora su mente y su cuerpo ansiaban descanso. A medida que la oscuridad de la noche la envolvía, Chiara se entregó al sueño, esperando encontrar un respiro temporal de sus preocupaciones y dilemas. Las lágrimas que habían marcado su rostro se secaron lentamente mientras su respiración se volvía más tranquila y regular.

En ese estado de paz momentánea, Chiara encontró un breve alivio de la tormenta emocional que la había abrumado durante tanto tiempo. En sus sueños, se encontraba en un lugar tranquilo y sereno, lejos de las preocupaciones y los miedos que la acosaban en la vigilia. Por un momento, todo estaba en calma, y Chiara se permitió simplemente existir, libre de las cargas de la realidad.

Y así, entre susurros de esperanza y suspiros de tristeza, Chiara durmió, sumergiéndose en un mundo de sueños donde las preocupaciones del mañana podían esperar y solo el presente importaba

Un amor terminal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora