Chiara despertó al escuchar el sonido de la puerta de su habitación abrirse. El doctor Manu Guix entraba con Violeta, quien llevaba una amplia sonrisa en el rostro. Chiara se incorporó ligeramente en la cama, curiosa por saber qué les traía allí tan temprano.
—Buenos días, Chiara —saludó el doctor Guix con una sonrisa cálida—. Hoy tenemos buenas noticias para ti.
Chiara frunció el ceño.
—¿Buenas noticias? ¿Qué sucede?
—Hemos decidido que puedes pasar el día fuera del hospital, siempre y cuando regreses por la noche —explicó el doctor—. Eso sí, debes ir acompañada de tu enfermera, Violeta.
Chiara abrió los ojos de par en par, sorprendida.
—¿De verdad? ¡Eso es increíble! —exclamó, sintiendo un rayo de emoción que hacía tiempo no experimentaba.
Violeta asintió, aún sonriendo.
—Sí, Chiara. Podemos ir a donde quieras, mientras esté cerca del hospital —añadió Violeta.
Chiara no pudo evitar sonreír ampliamente. La idea de salir al aire libre, aunque fuera por unas horas, le parecía un regalo inesperado.
—¡Gracias, doctor Guix! —dijo Chiara, con los ojos brillando de emoción—. ¿Podemos ir al parque que está cerca?
—Por supuesto —respondió el doctor—. Disfruta tu día, Chiara. Recuerda regresar por la noche.
El doctor Guix salió de la habitación, dejándolas solas. Violeta se acercó a Chiara, ayudándola a levantarse.
—Vamos, Chiara. Te ayudaré a prepararte —dijo Violeta.
Chiara se vistió con ropa cómoda, sintiendo la anticipación crecer en su interior. Con la ayuda de Violeta, se preparó para salir del hospital, ansiosa por respirar aire fresco y ver algo más allá de las paredes del hospital.
Una vez listas, ambas salieron del hospital y caminaron hacia el parque cercano. Chiara sentía la brisa en su rostro, el sol acariciando su piel, y cada paso que daba le parecía un milagro.
Llegaron al parque y se sentaron en uno de los bancos, disfrutando del entorno. Los árboles verdes, el canto de los pájaros y las risas de los niños que jugaban llenaban el aire.
—Es tan hermoso aquí —dijo Chiara, cerrando los ojos y respirando profundamente.
Violeta la miró con ternura.
—Sí, lo es. Me alegra que puedas disfrutar de esto hoy —respondió Violeta.
Mientras estaban en el parque, Chiara dijo:
—Espero poder volver al parque contigo más veces. Y espero que la última vez tarde en llegar, o mejor aún, que esta no sea la última.
Violeta la miró con ternura, asintiendo.
—Yo también lo espero, Chiara. Mientras tanto, disfrutemos de cada momento.
Chiara observaba a las niños corriendo y jugando en el parque, sus risas resonando en el aire. Por un momento, se perdió en sus pensamientos, imaginando cómo sería una vida diferente. Finalmente, volvió su mirada hacia Violeta, quien la observaba con una expresión tranquila.
—¿Sueñas con tener hijos algún día? —preguntó Chiara, rompiendo el silencio.
Violeta, sorprendida por la pregunta, se quedó pensativa antes de responder.
—Sí, lo he pensado —admitió Violeta, mirando a las niños que jugaban—. Me gustaría tener hijos algún día. Pero, no sé, a veces la vida toma caminos diferentes a los que planeamos.
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Un amor terminal
RomanceChiara Oliver, una joven de 20 años apasionada por la música, enfrenta un diagnóstico de cáncer terminal. A pesar de la gravedad de su situación, se niega a rendirse y busca encontrar belleza en cada momento que le queda. En el hospital, conoce a Vi...