Capitulo 7

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—La mate?

Escuche una voz preocupada, la sentía lejos pero algo me decía que no lo estaba.

—No joven, ya le dije que no tuvo un infarto.

Otra vos más grave

—!Entonces que le pasó!

Me moví en la dura superficie y solté un quejido.

Abrí los ojos y de a poco vi una habitación blanca con cortinas celestes.

Después vi en la puerta a un hombre de baja estatura con bata blanca y a su lado el cuerpo alto de Theo.

—Nicole.

Me miró y no tardo ni un segundo en ponerse a mí derecha.

Me ayudó a sentarme en la camilla y yo mire mí brazo con las intravenosa.

Cuando note eso me desespere y intente levantarme pero el doctor me lo impidió.

—Señorita Parrys es mejor que haga reposo, su desmayo fue un poco fuerte y necesita fuerzas.

Me calme un poco pero seguís incómoda por la presencia del escritor.

Así que lo mire y mire la puerta.

El me miró y dudo pero se dio la vuelta para salir de la habitación.

Suspire algo aliviada de que no estuviera presente porque sabía lo que se venía.

La mirada del hombre que ya conozco bien fue dura pero se suavizó cuando yo medio sonreí con un "perdón" silencioso.

—Nicole, sabes que esto es serio.

El doctor López se sentó en mí camilla y señaló la máquina que marcaba mí pulso.

—Eso ahora está en marcha, pero si no te cuidas dejaras de funcionar.

Intentando cambiar de tema le recordé lo que me había dicho un año atrás.

—Como si fuera una maquina.

Sin poder evitarme me devolvió la sonrisa y asintió con la cabeza.

—Como si fueras una máquina.

Mire el suero en mí brazo y la máquina que me daba oxígeno a mí costado.

Cuánto tiempo la habré usado mientras dormía?

Cuando tiempo dormí?

—Una que no se puede arreglar...y que no funciona.

Mí voz sonó más baja y sabía que se daría cuenta de mí cambio de humor.

Pero no me daba vergüenza, el había visto peores cosas.

Lo escuché decirme más cosas, seguramente de mí salud y como prevenir más accidentes.

Pero no tenía ganas de escucharlo realmente y hice oido sordo.

Mire la ventana de la habitación y vi que del otro lado, sentado en una de las sillas con los ojos cerrados estaba Theo.

Mí labio se contrajo y trate de aguantar las ganas de sonreír.

Una mano me apretó el hombro y aleje la mirada.

—Te trajo en su coche y no se movió de acá hasta que saliste de la sala de urgencias.

No contesto y volví a mirar la ventana.

—No querían dejarlo pasar porque no es familiar, pero insistió tanto que tuve que llamar a tu hermana para que me diga si estaba bien que se quede.

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