Era una misión sencilla: eliminar a un grupo de duendes que aterrorizaban una aldea. Rutinaria, de verdad. Pero el corazón de Kazuma no estaba en eso. Se movía mecánicamente, con la mente en otra parte, mientras se enfrentaban a los duendes.
Y entonces sucedió. Un momento de falta de atención, un duende astuto con una daga, y Kazuma sintió un dolor agudo en el estómago. Miró hacia abajo para ver sangre saliendo de la herida, la sonrisa triunfante del duende fue lo último que vio antes de colapsar en el suelo.
Sus compañeros corrieron a su lado, sus gritos de angustia apenas se registraron en su desvaneciente conciencia. Los ojos de Megumin estaban muy abiertos por el horror, las lágrimas de Aqua fluían libremente y la voz de Darkness se quebró cuando dijo su nombre. Incluso Iris, de alguna manera allí, sollozó incontrolablemente, apretando su mano.
