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El nuevo curso empezó en septiembre sin muchas novedades. Agoney seguía de fijo, y había decidido coger un curso más alto, así que los contenidos eran muy nuevos para él, pero no la clase, que mantenía la de segundo del año anterior.

Olivia empezó el colegio y, aunque todavía era de las más pequeñas, estaba entusiasmada por estar en el mismo edificio que el que consideraba su mejor amigo. No dejaba de repetírselo a todo el mundo y se moría de ganas de que le diera clase. Yo solo esperaba que eso no le acarreara ningún problema, porque los niños podían ser muy malos cuando querían.

Yo ya tenía abiertos todos los clubs de lectura que quería y no nos iba mal. De vez en cuando se incorporaba alguien nuevo, porque el boca a boca funcionaba de maravilla en pleno pueblo.

Con Lucía no me cruzaba casi nunca, pero estaba empezando a relajarse conmigo. Como aquel día en la panadería, donde Agoney se distrajo hablando con una compañera de trabajo y solo salí yo de la tienda. Nos miramos con la tensión de quien no se lleva demasiado bien, pero acabó asintiendo, lo que para mí equivalía a una aceptación tácita, que no buscaba, pero que no estaba mal recibir.

Lo otro relevante de ese otoño estuvo en el cumpleaños de mi novio, el primero que celebramos como tal. Mi regalo fue un día de spa, con masajes incluidos, pero el mejor se lo dieron el resto de nuestros amigos. Los cuatro se habían puesto de acuerdo para regalarle un viaje navideño para dos, para uno de los destinos a elegir.

—Eh..., ¿y esto?

—Para que lo aprovechéis. —Dalia nos puso su mejor cara sugerente.

—Chicos, ¿sabéis que en Navidad la librería tiene su mejor época, después de las primeras semanas de septiembre? No puedo dejar a mis padres con ese lío para irme de viaje.

—Estoy seguro de que tus padres te van a mandar de una patada a Berlín si se lo dices.

El resto asintieron a las palabras de Marcos.

—Es muchísimo trabajo...

—Y tú ya trabajas un montón —apuntó mi amigo—. Por una semana de viaje romántico a una ciudad europea... Nadie se ha muerto todavía.

—Pero en Navidad...

—¿No tenéis vuestro aniversario entre Navidad y Año Nuevo? —No tuvimos más remedio que asentir—. Pues hala, no solo es regalo de cumple, también regalo de aniversario.

—Pero...

—Ago. —Lo llamaron. Había estado callado todo el tiempo, y me dio miedo que se lo estuviera tomando por el lado que no era—. ¿Tú quieres irte con Raoul?

—Solo si él quiere. —Era la respuesta correcta, pero me dolió un poco que estuviera dispuesto a renunciar a ello por mí—. Chicos, Raoul no viaja desde... ya sabéis.

—Hostia.

—Es verdad. —Julia se mordió el labio.

—Ya me encuentro mejor —me obligué a decir—. Casi no voy al psicólogo, tengo una relación estable y puedo discutir con mi exsuegra si se da la oportunidad y sin llorar, ojo.

—Pero ¿estás bien de verdad? Porque una cosa es algo del pueblo, pero irte de viaje... Era lo que más compartíais.

Cogí aire y lo mantuve en mis pulmones hasta asegurarme de que no lloraría. Quería estar bien de verdad, y no pensaba arruinar la oportunidad que nos daban nuestros amigos por mis últimas inseguridades.

—Quiero hacer ese viaje contigo. —Lo miré a los ojos, porque era la mejor forma de que me creyera—. Me haría mucha ilusión que fuera nuestro viaje de aniversario.

Dos amores, una vida-RAGONEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora