Capítulo 06: La Investigación

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El día avanza con la lentitud de un reloj de arena mientras termino las labores del hogar, cada movimiento marcando una incertidumbre que se cierne sobre mí como una sombra oscura que me quiere consumir. Cinco días han pasado desde la misa, cinco días de agónica espera, preguntándome cuándo vendrán los padres a verme. Cada segundo parece una eternidad.

Cuando el sol comienza a declinar en el horizonte, unos golpes suaves resuenan en mi puerta. Rápidamente abro, lo cual es un grave error ya que me encuentro al padre Edmund parado en el umbral. Solo que esta vez no hay entusiasmo en mí; su presencia trae consigo más preguntas que respuestas, más dudas que certezas. Su presencia imponente cargada de una tensión palpable. Sus ojos, inquisitivos, escudriñan mi rostro en busca de algo que no puedo discernir, como si tratara de desentrañar los secretos que yacen ocultos bajo mi piel pálida.

—Padre. —digo, intentando mantener mi voz firme, aunque la inquietud me carcome por dentro.

—Bu-buenas tardes, Aurora. —responde con un leve titubeo, su mirada esquiva, como si no pudiera enfrentarme directamente.

—Buenas tardes, padre Edmund.

—Perdón por el horario, pero he venido para... bueno, para investigar tu casa. Por las acusaciones.

—Pensé que vendrían los tres juntos, el padre Matthew y Nicholas —comento, tratando de ocultar mi nerviosismo.

—Sí, ese era el plan. Sin embargo, el padre Matthew y el padre Nicholas tuvieron que atender otros asuntos urgentes en el pueblo. Pero estarán involucrados en la investigación. —explica, su voz cargada de una tensión que no pasa desapercibida.

Y no miento que de cierta forma el que solo este él aquí me relaja un poco, aun cuando su simple presencia tambien causa cierto nerviosismo en mí.

Asiento en silencio, dejándolo entrar con un gesto torpe de mi mano, consciente de mi apariencia desaliñada y sudorosa tras un día de trabajo. Llevo una blusa ligera y una falda simple, mi cabello negro recogido en un moño suelto. Su mirada recorre mi figura, y puedo sentir su incomodidad crecer, lo que solo aumenta mi propio malestar.

La casa se siente más pequeña, más opresiva, con su presencia dentro de ella. Cosa que anteriormente no se sentía así.

Entramos en la sala, una estancia sencilla con un par de sillas de madera y una mesa central, la cual el ya conoce debido a su primera visita. Las paredes de piedra están adornadas con hierbas secas y plantas colgantes, el aire impregnado con el aroma de mis remedios naturales.

—Puede comenzar por aquí padre. —le digo, tratando de sonar tranquila. —Es solo una sala, como usted sabe.

Él asiente y comienza a inspeccionar, su mirada recorriendo cada rincón en busca de algo que confirme las acusaciones. Intento mantener la calma, pero el palpitar frenético de mi corazón delata mi verdadero estado interno.

Nos movemos hacia la cocina, un espacio modesto con una chimenea, algunos estantes llenos de frascos de hierbas y un pequeño horno de barro. El padre Edmund observa con detenimiento, pero no encuentra nada inusual.

—¿Le gustaría algo de beber, tal vez? —ofrezco, esperando aliviar la tensión.

—No, gracias. —responde rápidamente, casi con brusquedad, lo que me hiere más de lo que debería. ¿Acaso mi hospitalidad también le parece sospechosa?

Pasamos al cuarto donde preparo mis remedios, un pequeño laboratorio improvisado con frascos y botellas ordenadas cuidadosamente. Es el corazón de mi casa, el lugar donde paso la mayor parte del tiempo, intentando ayudar a los aldeanos a curar sus males.

—Este es mi espacio de trabajo. —explico, señalando las diversas hierbas y pócimas. —Nada de magia negra, solo medicina natural.

Él observa las hierbas colgadas, los frascos de ungüentos, y su mirada se suaviza un poco.

—Eres muy dedicada a tu trabajo —dice, su voz casi un susurro.

—Intento ayudar a los demás, padre. Es lo que siempre he querido hacer.

El padre Edmund asiente, pero su expresión sigue siendo indecisa. Continuamos el recorrido hacia el área donde lavo la ropa, un rincón sencillo con un barril y una tabla de lavar. Por último, llegamos a los dos pequeños cuartos.

—Y este es mi cuarto, es sencillo en todos los sentidos. —le digo mientras abro la puerta.

Él asiente y su mirada se vuelve más intensa mientras tarda más en mi cama que en otro lugar, rápidamente retira su mirada de ahí, pero parece distante, como si estuviera en otra parte.

Y también le muestro el cuarto de huéspedes, apenas más que un armario con una cama y cuando ambos salimos de los cuartos siento como nuestras manos se rozan y noto como el rápidamente la aleja de mí y como su respiración se acelerar un poco.

Tiene miedo, claramente ni siquiera me quiere cerca y siento como se me forman lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta, pero intento mantener la calma.

A lo largo del recorrido, noto cómo sus ojos vuelven a mí repetidamente e interpreto sus miradas como señales de desconfianza. Tal vez él realmente cree que soy una bruja, la causa de los problemas del pueblo. La incertidumbre me corroe, llenándome de temor por lo que pueda venir.

La visita parece durar una eternidad, cada minuto más angustiante que el anterior.

Finalmente, cuando hemos recorrido toda la casa, la tensión entre nosotros es palpable, casi tangible. Me armo de valor y hago la pregunta que ha estado atormentándome desde su llegada.

—Padre Edmund, después de ver todo esto, ¿cree que soy una bruja?

Él titubea, su mirada fija en el suelo mientras busca las palabras adecuadas.

—Aurora, yo... aún no estoy seguro. —y rápidamente aleja su mirada de mí. —Necesito más tiempo para... reflexionar. —dice en un susurro.

Su respuesta es tan suave que casi se pierde en el aire, y su indecisión me hiere más de lo que debería. La incertidumbre se cierne sobre mí como una sombra oscura, amenazando con consumirme por completo.

Nos quedamos en silencio por un momento.

—Necesito irme ya. —y simplemente sale de mi casa con paso apresurado, sin despedirse y sin darme una respuesta definitiva, alejándose de mí como si fuera una amenaza.

Cierro la puerta detrás de él con un suspiro pesado, dejando que la soledad de mi pequeña morada me envuelva como un manto. El peso de las acusaciones parece más pesado que nunca. ¿Qué será de mí si él decide creer en las mentiras? Y me pregunto si algún día podré escapar de esta pesadilla que se ha convertido en mi vida.

La tensión del día me agobia, y decido que necesito relajarme. Me dirijo al pequeño baño, me despojo de mi ropa y decido bañarme con un poco de agua caliente dejando que su calor alivie mis músculos tensos y calme mi mente agitada.

Mientras el agua me rodea, cierro los ojos e intento dejar atrás los eventos del día. Pero la imagen del padre Edmund, sus ojos llenos de conflicto y su voz vacilante, no se aleja de mi mente. ¿Por qué está tan nervioso? ¿Es realmente porque me cree una bruja, o hay algo más? La incertidumbre y la confusión me desgarran por dentro.

Después de lo que parece una eternidad, salgo de la tina y me seco lentamente. Me pongo un traje de dormir sencillo y me meto en la cama, esperando que el sueño me traiga algún alivio. Pero mientras me acuesto, los recuerdos del día siguen atormentándome.

Pensar en el padre Edmund, en su comportamiento, en sus miradas furtivas, me duele más de lo que me gustaría admitir. Había creído que él era diferente, que era alguien en quien podía confiar, alguien que vería más allá de las supersticiones y las acusaciones infundadas. Pero ahora, al parecer, él es igual a los demás, consumido por el miedo y la desconfianza.

Mi corazón seapachurra con esta realización, y no puedo evitar que las lágrimas rueden pormis mejillas. Me acurruco bajo las mantas, sollozando silenciosamente,sintiéndome más sola y desamparada que nunca. La noche se cierne sobre mí comoun manto oscuro, y me pregunto si alguna vez podré escapar de la sombra de lasospecha y el miedo que ahora parece envolverme por completo.

La virtud de AuroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora