Capítulo 01: Comienzo

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El aire en el pueblo está cargado de temor y desconfianza. Desde que comenzaron los hechos sobre la caza de brujas, la atmósfera se ha vuelto densa y sofocante. Los juicios y las ejecuciones se han vuelto parte de nuestra vida diaria, un recordatorio constante de la paranoia que se ha apoderado de nuestra comunidad.

El primer juicio tuvo lugar hace tres meses. Una anciana llamada Beatrice, conocida por sus conocimientos de hierbas y remedios caseros, fue acusada de brujería por sus propios vecinos. Los rumores decían que había envenenado a los animales de un granjero y maldecido a los niños del pueblo. A pesar de sus protestas de inocencia, fue declarada culpable y llevada a la horca. Recuerdo su rostro pálido y su mirada desafiante mientras la cuerda se ceñía alrededor de su cuello. Desde entonces, la sombra de la muerte a pendido sobre nosotros.

A medida que pasaron las semanas, las acusaciones se multiplicaron. Hombres y mujeres fueron señalados, arrastrados ante el tribunal y condenados sin pruebas concretas. La histeria se extendió como un incendio forestal, alimentada por el miedo y la ignorancia. Nadie estaba a salvo. Los viejos resentimientos y rivalidades se convirtieron en excusas para denunciar a los enemigos personales.

El mercado, que solía ser un lugar de encuentro y camaradería, ahora es un nido de susurros y miradas sospechosas. Cada vez que camino entre los puestos, siento las miradas clavadas en mí, como agujas en mi espalda. La gente se aparta de mi camino, algunos incluso se persignan al verme pasar. No soy ajena a los rumores. Mi conocimiento de las plantas y los remedios me ha hecho blanco fácil para las acusaciones de brujería aun cuando son pocas personas las que saben de esto, ya que procuro esconderlo del pueblo.

A veces, por la noche, escucho a varios de mis vecinos susurrar mi nombre con temor y desdén. "Aurora, la bruja", murmuran. Intento no prestarles atención, pero el miedo se infiltra en mi mente. Sé que bastaría una palabra equivocada, un malentendido, un rumor más grande para que me arrastren ante el tribunal. La paranoia está en todas partes, y nadie está a salvo.

Una mañana, mientras trabajaba en mi jardín, un grupo de niños pasó corriendo. Se detuvieron al verme, sus ojos llenos de curiosidad y miedo. Una niña, la más valiente del grupo, me señaló y gritó:

—¡Es ella! ¡La bruja!

Los demás niños rieron nerviosamente, pero no se acercaron. Mi corazón se encogió, pero forcé una sonrisa y volví a mi trabajo, fingiendo no haber escuchado. La soledad se hace más pesada cada día, y la desconfianza de los demás es un constante recordatorio de mi precaria situación.

Los rumores no son mi único problema. Hace poco, una mujer llamada Margaret fue arrestada y acusada de brujería. Ella era una amiga cercana, una confidente en quien confiaba. Verla llevada al tribunal fue un golpe devastador. Traté de hablar en su defensa, pero mis palabras cayeron en oídos sordos. Margaret fue condenada y quemada en la hoguera. Su grito de dolor y desesperación aún resuena en mis oídos, una marca indeleble en mi alma.

La iglesia del pueblo, que solía ser un lugar de consuelo y refugio, ahora está vacía la mayor parte del tiempo. El antiguo párroco murió hace unos meses, y desde entonces no hemos tenido un guía espiritual. Sin su presencia, el miedo y la superstición han encontrado terreno fértil. Los rumores dicen que un nuevo sacerdote llegará pronto, pero mientras tanto, estamos solos en nuestra lucha contra la histeria.

Una tarde, mientras recolectaba hierbas en el bosque, vi a un grupo de hombres del pueblo acercarse. Sus rostros eran sombríos, sus manos empuñaban antorchas y cuerdas. Me escondí tras un árbol, el corazón latiéndome con fuerza. Los escuché hablar de otra ejecución planeada para el día siguiente. Otro supuesto brujo sería llevado a la horca. La desesperación y el miedo se apoderaron de mí. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que vengan por mí?

Cada día es una batalla contra el miedo y la desesperanza. Me aferro a mi trabajo y a mis conocimientos, sabiendo que en cualquier momento todo podría desmoronarse. La caza de brujas ha convertido nuestro hogar en un campo de batalla invisible, donde la verdad y la justicia son víctimas de la histeria y el fanatismo.

Cuando el sol se pone y la oscuridad envuelve el pueblo, me siento junto a mi pequeña ventana y observo las estrellas. Rezo por aquellos que han sido injustamente acusados y por aquellos que aún están en peligro. Rezo por mí misma, esperando que el nuevo día no traiga más acusaciones ni más muertes. Pero, sobre todo, rezo por un futuro donde el miedo no gobierne nuestras vidas.

Con el alma pesada, me acuesto, sabiendo que mañana será otro día de incertidumbre y desconfianza. La caza de brujas no muestra signos de detenerse, y mientras tanto, todos en el pueblo seguimos caminando sobre una cuerda floja, temiendo el momento en que caeremos al abismo.


La virtud de AuroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora