Capítulo 04: Primer Encuentro

181 37 40
                                    

Hoy es el día en que finalmente tendré un acercamiento con los padres. Hasta ahora, solo los he observado desde lejos, en la plaza del pueblo o mientras caminaba con los aldeanos. Especialmente a él, al padre Edmund, su presencia es como un eco distante, extrañamente hermoso pero intocable. Sin embargo, hoy es diferente. Hoy, él viene a mi casa.

He escuchado que han estado recorriendo las casas del pueblo, conociendo a los aldeanos y escuchando sus inquietudes. Ayer por la tarde, estuvieron en una casa cercana a la mía, y es probable que hoy pasen a verme.

Estoy en el jardín que se encuentra en la parte de atrás de mi casa, recogiendo algunas hierbas frescas, cuando escucho un par de suaves golpes en la puerta. Mi corazón se acelera y entro corriendo. Lanzo una mirada rápida al espacio para asegurarme de que todo esté en orden. Limpio mis las manos rápidamente y me dirijo hacia la puerta.

Al abrirla, me encuentro cara a cara con el padre Edmund, y por un instante, me quedo sin aliento.

A varios metros, su imagen ya era cautivadora: alto, delgado pero fuerte, con ese cabello color miel y ojos de un azul tan claro que parece imposible. Pero ahora, a escasos centímetros, su perfección es casi abrumadora. La luz del sol acaricia su piel clara, con pequeñas pecas en su nariz respingada y mejillas rosadas, pecas que resaltan cada rasgo, cada línea de su rostro sereno pero inquietante.

—Buenas tardes, Aurora —dice con voz suave y firme—. Espero no estar interrumpiendo.

Me obligo a mantener la compostura, tratando de ocultar la sorpresa y la pequeña chispa de admiración en mis ojos. El padre Edmund me llama por mi nombre, pero ni siquiera tuve la oportunidad de presentarme de manera formal antes de que los rumores comenzaran a manchar mi reputación.

Esa mujer...

—Padre Edmund, qué honor tenerlo aquí. —digo, intentando sonar segura.

Detrás de él, veo al padre Matthew y al padre Nicholas. Sus gestos son formales, casi calculados, y me recuerdan que están aquí por una misión, no solo por las habladurías que circulan en el pueblo.

—Nosotros también queríamos acompañar al padre Edmund en su visita —dice el padre Matthew, con un tono que suena más a vigilancia que a cortesía.

—Por supuesto, todos son bienvenidos. —respondo, tratando de no dejar que mi voz muestre mi nerviosismo.

Los padres entran, y noto un leve titubeo en el paso del padre Nicholas, como si estuviera perturbado y el padre Edmund no muestra nada más allá de una extraña ligera tensión.

—Gracias. —responde el padre Edmund, sus ojos recorriendo la estancia, tomando nota de cada detalle.

Les ofrezco una silla y me dirijo a la cocina para prepararles algo de beber.

—Permítanme ofrecerles algo. —digo, buscando en la despensa. —Quizás un poco de hidromiel o vino de bayas. Y algo de pan fresco y queso.

—El hidromiel estará bien, gracias. —dice el padre Matthew, su voz más suave ahora, aunque aún mantiene ese tono formal.

Mientras sirvo las bebidas, noto que ellos se acomodan en las sillas, sus ojos siguen mis movimientos con una atención que parece evaluadora. Cuando regreso con la bandeja, nos sentamos frente a frente. La cercanía es perturbadora, y puedo sentir la mirada fija del padre Matthew en mí, analizando, juzgando, mientras que los otros siguen recorriendo con su mirada lo poco que ven de mi casa.

—Es una casa muy acogedora —dice el padre Nicholas, observando el lugar con calma.

—Gracias —respondo, tratando de relajarme—. Siempre he procurado que sea un lugar tranquilo.

La virtud de AuroraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora