El Dolor Del Castigo

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Azrael estaba de rodillas frente al consejo celestial, sus alas extendidas hacia atrás como símbolo de su divinidad y pureza. Pero hoy esas alas, normalmente irradiando luz, estaban palidas y temblorosas.

El sonido del juicio resonaba en su mente, una sentencia que parecía irrebatible y cruel en toda regla.

- Azrael por tus actos serás desterrado del cielo y condenado a vagar por la tierra como un demonio. Que tu caída sea una advertencia para todos los ángeles.

La voz de Gabriel, normalmente cálida y reconfortante, ahora era fría y distante. Azrael levantó la vista, sus ojos llenos de incredulidad y desesperación. Pero antes de poder decir una palabra en su defensa, sintió cómo un dolor indescriptible atravesaba su ser.

Era como si cada fibra de su existencia fuese desgarrada. Sus alas, una vez simbolo de su conexión con lo divino, comenzaban a desintegrarse, pluma por pluma, convirtiendose en cenizas que flotaban en el aire antes de desaparecer por completo.

El dolor era agudo, como si miles de cuchillas estuviesen atravesando su piel, su carne y su alma misma. Cada pluma que caí era una parte de él que moría, su conexión con el cielo que se rompía.

Azrael gritó, un sonido que resonó en los vastos cielos, pero no hubo respuestas, solo el eco de su intenso sufrimiento. Su cuerpo empezó a cambiar, sus músculos se retorcían y se alargaban de formas antinaturales. Sus huesos se quebraban y se reformaban, dandole una figura grotesca y monstruosas.

Sus manos antes delicadas y etéreas, se tranaformaron en garras afiladas, capaces de destruir y desgarrar.

Mientras caía del cielo, el viento silbaba a su alrrededor, una fuerza implacable que lo golpeaba y lo empunaba más y más hacia abajo. El dolor no era solo físico, era un tormento espiritual.

Sentía cada memoria de su vida angelical areancada de su mente, dejandole solo fragmentos distorcionados y oscuros. Cada recuerdo de amor y luz se comvertía en odio y sombras.

Sus gritos se intensifocaron mientras su conciencia se fragmentaba. Una parte de él, el antiguo Azrael, luchaba por mantenerse despierto, por no sucumbir a la oscuridad que lo envolvía.

Pero la transformación era inevitable, sentía cómo el odio y la maldad iba creciendo dentro de él. Una llama oscura que iba consumiendo todo rastro de su antigua bondad.

Finalmente impactó contra la tierra con una fuerza desvastadora. El suelo se fracruró bajo él, y un cráter se formó alrededor de su cuerpo destrozado. Azrael ya no existía.

En su lugar se levantó Asmodeo, sus ojos brillando con una luz infernal, su corazón latiendo con una crueldad insacible.

Pero dentro de esta nueva forma, una pequeña chispa de Azrael aún luchaba por sobrevivir, pero su voz era tan solo un leve susurro en medio del rugido del demonio.

Cada acto acto de crueldad de Asmodeo era un tormento para esa chispa, un recordatorio constante del dolor y la pérdida que había sufrido. Sin embargo en lo profundo, esa chispa se aferraba a la esperanza, la débil esperanza de que algún día podría linerarse de su prisión y redimirse al fin.

En el cielo, más en concreto en em consejo celestial los demás arcángeles miraban a Gabriel con asombro intenso, ya que ni ellos mismos se esperaban tal dureza de parte suya. Después de todo había sido precisamente él quién abrió la posibilidad a una nueva era donde los ángeles y los demonios podrían permanecer juntos.

Si bien aquello no dejaba de ser algo antinatural para la mayoría de los ángeles y algunos arcángeles, todos estaban dispuestos a tener la mente abierta. Pero la dureza que ahora veían en Gabriel era sorprendente. Miguel fue quien se atrevio a decir, tras acabar con el castigo de Azrael.

- Oye hermano ¿por qué elegiste un casrigo tan cruel para Azrael.
- Porque su error no debe ser perdonado debido a la gravedad cometida - contestó el aludido con fría sin mirar su hermano Miguel.

Gabriel podía sentir cada desgarrador dolor de Azrael, él sabía perfectamente lo que se siente ser desterrado del cielo, después de todo lo padeció en carne propia. Y jamás habría consedido siquiera la idea de castigar a Azrael de no haber conocido el error que su hermano menor cometió.

Las lágrimas de intenso dolor humedecieron el rostro de Gabriel, debido a la situación repitiendo en su mente aquellas palabras.

Amar no debería ser simbolo de castigo. Pero lo tuyo Azrael no tiene perdón. Lo siento hermano.

Quitandose las lágrimas de sus ojos dijo con voz fría y firme.
- Ya está hecho, servirá de escarmiento para todos los demás ángeles.

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La luz de Seraphiel (Libro II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora