Ecos Del Dolor

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La luz del amanecer bañaba el mundo exterior con un resplandor cálido, pero dentro de la pequeña casa donde se refugiaron, la atmósfera estaba cargada de tensión y sufrimiento.

Daniel y Seraphiel yacían en la cama, sus cuerpos entrelazados en un intento desesperado de encontrar consuelo. Azrael, a su lado, observaba con ojos llenos de amor y preocupación.

El ataque de Asmodeo había dejado cicatrices profundas, tanto visibles como invisibles. La prisión oscura que había atrapado a Seraphiel no solo desgarró su esencia angelical, sino que también afectó a Daniel, quien dependía de esa luz para sobrevivir.

Seraphiel, aún envuelto en una fragilidad dolorosa, emitía suaves gemidos de agonía. Su luz, normalmente brillante y reconfortante, estaba tenue y vacilante, como una llama a punto de extinguirse. Cada respiración era un recordatorio del sufrimiento que había soportado.

-Azrael... -susurró Seraphiel, su voz quebrada- No sé cuánto más podré resistir. Parece que moriré por segunda vez.

Azrael se arrodilló junto a la cama, tomando la mano de Seraphiel con una ternura infinita.

-Estás aquí, conmigo, con nosotros. No dejaré que te vayas. Lucharemos juntos, como siempre lo hemos hecho.

Daniel, atrapado en un sueño febril, se movía inquieto. Su rostro mostraba las señales del tormento que compartía con Seraphiel. Cada punzada de dolor en el ángel resonaba en su cuerpo humano, creando un ciclo interminable de sufrimiento compartido.

Azrael, con los ojos llenos de lágrimas, murmuró palabras de consuelo y esperanza, aunque su propio corazón estaba desgarrado. Sabía que no podían permitirse perder a Seraphiel, ni Daniel podía sobrevivir sin él.

-Seraphiel, debes mantenerte fuerte. -La voz de Azrael era suave pero firme- Recuerda nuestro amor, recuerda por qué luchamos. Recuerda por qué volviste a la vida.

Seraphiel cerró los ojos, intentando encontrar en su interior la fuerza que Azrael le imploraba que recordara. Las imágenes de sus momentos juntos, los susurros de amor, las promesas de protección eterna, comenzaron a surgir en su mente, formando una barrera contra el dolor omnipresente.

-Azrael... tu amor es lo único que me sostiene. - Seraphiel habló con un esfuerzo evidente, su voz un eco de su antiguo poder - Pero necesito más, necesito sentir tu luz.

Azrael, comprendiendo la necesidad desesperada de su amado, se inclinó sobre Seraphiel, abrazándolo con fuerza. Permitió que su propia esencia angelical fluyera hacia Seraphiel, uniendo sus almas en un resplandor dorado que llenó la habitación. La luz de Azrael era cálida y pura, un bálsamo contra las heridas profundas que la oscuridad había infligido.

Daniel, sintiendo el cambio, dejó escapar un suspiro de alivio. Aunque su cuerpo seguía temblando por el dolor residual, la conexión renovada entre Azrael y Seraphiel le daba una sensación de paz y esperanza.

-Sigue, Azrael, -pidió Seraphiel con más fuerza - No pares. Tu amor es mi salvación.

Azrael, con lágrimas de amor y determinación, continuó infundiendo su luz en Seraphiel. El proceso era agotador, pero no se detendría hasta asegurarse de que su amado estuviera a salvo. Sentía cada fibra de su ser conectarse con Seraphiel, cada rayo de luz que emitía era una promesa de su amor eterno.

Las horas pasaron, y aunque la luz de Seraphiel comenzó a brillar con más intensidad, el proceso de sanación estaba lejos de completarse. La prisión oscura había dejado cicatrices profundas, y el dolor que ambos compartían era una prueba constante de su lucha.

Finalmente, exhausto pero aliviado, Azrael se desplomó junto a Seraphiel, abrazándolo con una ternura protectora.

-Te amo, Seraphiel. Nunca te dejaré solo. Siempre lucharé por ti.

Seraphiel, aunque aún débil, logró sonreír. Sentía el amor de Azrael envolverlo, sanando sus heridas con cada momento que pasaba.
-Y yo a ti, Azrael. Juntos, siempre.

La noche cayó, y aunque el dolor aún estaba presente, la promesa de su amor y su unión les daba la fuerza para seguir adelante. Daniel, ahora más tranquilo, comenzó a recuperarse lentamente, sintiendo la paz que emanaba de la conexión entre Azrael y Seraphiel.

En la penumbra de la habitación, los tres se acurrucaron juntos, encontrando consuelo en su amor compartido. La oscuridad podía haber intentado destruirlos, pero su amor era una luz que no podía ser extinguida. Unidos, enfrentaban el futuro con renovada esperanza y determinación.

 Unidos, enfrentaban el futuro con renovada esperanza y determinación

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La luz de Seraphiel (Libro II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora