Las Sombras Asechan

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Daniel se encontraba en la escuela, pero su mente estaba lejos de las aulas y los libros. No podía concentrarse en la lección de matemáticas, ni en las bromas de sus amigos. Las imágenes del caos de esa mañana seguían repitiéndose en su mente: el fuego, los gritos, y sobre todo, la figura imponente de Asmodeo.

Sus manos temblaban ligeramente mientras escribía en su cuaderno, y su corazón latía con un ritmo irregular. Nunca había sentido tanto miedo y, al mismo tiempo, tanta responsabilidad. La carga de su don, que siempre había considerado una bendición, ahora se sentía como una maldición.

- Daniel, ¿estás bien? - preguntó su amigo Luis, mirándolo con preocupación -Pareces muy preocupado y además estás muy pálido.

Daniel levantó la vista y forzó una sonrisa.
- Sí, solo que no dormí bien anoche - mintió. No quería preocupar a Luis ni a nadie más con lo que había visto. ¿Cómo podría explicarles que había visto a un demonio causando caos en la ciudad? No lo entenderían.

A lo largo del día, las cosas no mejoraron. Las voces de los profesores y los ruidos de sus compañeros se mezclaban en un zumbido constante que le resultaba insoportable.

Cada sombra en los pasillos, cada rincón oscuro, parecía esconder una amenaza. Sentía que algo lo observaba constantemente, una presencia oscura que lo seguía a todas partes.

Finalmente, la campana sonó, indicando el final de las clases. Daniel recogió sus cosas rápidamente y salió del edificio, respirando profundamente el aire fresco. Caminó hacia su casa con paso rápido, deseando llegar a la seguridad de su hogar. Pero incluso allí, el peso de la mañana seguía aplastándolo.

Laura, su tía, estaba en la cocina preparando la cena. Al verlo entrar, lo saludó con una sonrisa.

- Hola, Daniel. ¿Qué tal tu día en la escuela? - preguntó, pero su sonrisa se desvaneció al ver su expresión preocupada -¿Estás bien?

Daniel asintió, intentando calmar sus nervios.
- Sí, solo estoy cansado - respondió, y se dirigió a su habitación.

Una vez dentro, se dejó caer en su cama, mirando al techo. Las preguntas lo atormentaban

¿Qué debería hacer si volvía a ver a Asmodeo? ¿Cómo podía proteger a los demás, cuando él mismo no sabía cómo enfrentarse a un demonio tan poderoso?

Sentía que el peso del mundo estaba sobre sus hombros y no sabía cómo soportarlo. Cerró los ojos, intentando relajarse, pero el don que siempre había sido su aliado ahora se sentía como una carga insuperable.

Las visiones se intensificaron. Veía sombras moviéndose en las esquinas de su habitación, figuras oscuras acechando en cada rincón. Sentía una presencia fría y maligna que lo observaba, esperando el momento para atacarlo.

Se sentó en la cama, temblando, intentando recuperar el control.
- Tengo que mantener la calma - se dijo a sí mismo - No puedo dejar que el miedo me controle.

Pero las presencias oscuras no lo dejaban en paz. Durante la cena, sentía que algo lo observaba desde la ventana, y en la noche, los susurros se hicieron más fuertes. Podía escuchar voces que no eran humanas, murmullos que hablaban en lenguas desconocidas, llenas de maldad.

Daniel sabía que debía hacer algo, pero no sabía qué. No podía acudir a la policía ni a sus amigos; nadie entendería lo que estaba pasando. La desesperación lo invadió, pero al mismo tiempo, una chispa de determinación se encendió en su interior. Sabía que no podía rendirse. Tenía que encontrar una manera de enfrentarse a Asmodeo y proteger a su tía y a todos los demás.

- Voy a necesitar ayuda - murmuró para sí mismo - No puedo hacer esto solo.

Con esa decisión, Daniel se levantó de la cama y se dirigió a su escritorio. Encendió su computadora y comenzó a investigar sobre demonios y cómo combatirlos. Sabía que su don era la clave, pero también entendía que necesitaba aprender a usarlo de manera efectiva.

Mientras navegaba por páginas web y foros oscuros, sentía que las sombras a su alrededor se movían inquietas, como si supieran que él estaba buscando respuestas.

Pero ahora, aunque el miedo seguía presente, también había un destello de esperanza. Daniel sabía que el camino sería difícil y peligroso, pero estaba decidido a enfrentar lo que viniera. No dejaría que la oscuridad ganara.

- Asmodeo no te permitiré lastimar a nadie más. Yo los protegeré a todos de tu maldad.

 Yo los protegeré a todos de tu maldad

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La luz de Seraphiel (Libro II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora