La Batalla Por La Redención

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La ciudad despertaba con un cielo teñido de rojo, presagio del conflicto que se avecinaba. Daniel y Ana, vestidos con sus uniformes escolares, caminaban hacia el campamento escolar, sus miradas determinadas escondiendo el tormento que llevaban en el corazón.

Sabían que esa mañana no sería como cualquier otra, pues el mal se había infiltrado en su mundo, desafiándolos a luchar.

Al llegar al campamento de jóvenes, el silencio era abrumador. Las tiendas de campaña estaban desiertas, y una atmósfera de miedo impregnaba el aire. Daniel, con el alma de Seraphiel fusionada con la suya, percibió la presencia de los demonios.

Ana, siempre valiente, se aferraba a su fe, lista para enfrentarse a cualquier amenaza con la ayuda del ángel que estaba en su Interior también. Camael podía percibir presencias demoníacas también.

-Están aquí -murmuró Daniel, sus ojos reflejando la luz dorada de Seraphiel.

En un abrir y cerrar de ojos, los humanos poseídos emergieron de las sombras, sus ojos vacíos y cuerpos retorcidos por la influencia demoníaca. Con movimientos desarticulados, se abalanzaron sobre Daniel y Ana, sus gritos inhumanos resonando en el claro.

La batalla comenzó como una danza macabra, un reflejo del caos interno de Seraphiel. Daniel, guiado por la luz de su ángel guardián, luchaba con una destreza sobrehumana. Cada golpe, cada esquiva, eran manifestaciones del amor que Seraphiel aún sentía por Azrael, una lucha desesperada por alcanzar la redención.

Ana, a su lado, se movía con la gracia de una guerrera, su fe en la luz impulsándola a combatir sin temor. Con un grito de guerra, invocó la protección de Camael, esperando que el lazo que unía a los ángeles les diera una ventaja en la batalla.

Mientras los cuerpos poseídos caían uno tras otro, Seraphiel dentro de Daniel sentía una tormenta de emociones. Cada demonio derrotado era una chispa de esperanza, pero también una punzada de dolor. El caos y la destrucción a su alrededor eran un reflejo de su tormento interior, la impotencia de no poder salvar a Azrael.

Recuerdos del Pasado

Azrael y Seraphiel, en tiempos antiguos, eran ángeles inseparables. Su amor, puro e inquebrantable, era una fuerza que brillaba con luz propia. En los jardines celestiales, se prometieron amor eterno, un vínculo que ni siquiera la eternidad podría romper. Juntos, admiraban a Gabriel, su líder y hermano, cuyo ejemplo seguían con devoción.

Sin embargo, esa paz fue destruida el día que un demonio poderoso atacó y asesinó a Seraphiel. Azrael, devastado por la pérdida, buscó consuelo en la amistad con Gabriel, pero el vacío dejado por Seraphiel era demasiado grande. El dolor y la desesperación comenzaron a corroer su alma, llevándolo a cuestionar todo lo que alguna vez creyó. Azrael se volvió rebelde con el tiempo.

El asesinato de Seraphiel fue un punto de quiebre. Azrael se sumergió en el dolor, su corazón endurecido por la traición y el rencor hacia los demonios que le arrebataron a su amor. A pesar de su dolor, una chispa de amor por Seraphiel aún brillaba en su interior, pero estaba enterrada bajo capas de rencor y sufrimiento.

Eso lo llevó a aferrarse a la amistad de Gabriel y al ver su experiencia con Luzbel su rencor hacia los demonios se desvaneció, no así su rebeldía que lo hizo creer que podría salvar a cualquiera demonio. Esto lo llevó a cometer ese grave e imperdonable error que produjo la enemistad de Gabriel y su posterior castigo hacia su persona.

El Presente y la Batalla

En medio del caos, Daniel y Ana se encontraron rodeados, los demonios avanzando con una furia implacable. Daniel sintió la presencia de Seraphiel flaquear, la desesperación amenazando con consumirlo.

La luz de Seraphiel (Libro II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora