Soy Azrael

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Asmodeo se encontraba sentado en un hermoso trono hecho de mármol negro y azúl en el Inframundo. Su elegancia y belleza resplandecía como pocos demonios solían tener. La belleza del ángel afloraba cada vez con mayor nitidez en él.

Asmodeo reposaba con los ojos cerrados apretando dormir, pero nada más alejado de la realidad. Lo que en realidad estaba haciendo era comunicándose con Azrael quien empezaba a fusionarse con él volviéndose uno solo. Su mente había sido despedazada por el mismo Gabriel cuando decidió transformarlo en un demonio.

El Cielo te traicionó Azrael, después de todo ellos te expulsaron dándome vida a mí.

No hay redención para los demonios.

Así es Azrael

Recuerdo que Gabriel fue quien me lo dijo en algún momento.

Deja de sufrir Azrael, lo único que tienes es esto.

Si el mismo cielo me expulsó dándote vida a  tí, Asmodeo, significa que todo lo que pregonan sobre la pureza y la bondad no es más que una maldita mentira.

Hasta que al fin lo entendiste Azrael.

Soy un ángel caído.

Las crueles palabras de Gabriel resonaron en su memte una vez más, junto con su dureza infinita.

¡Que tu caída sirva de escarmiento para todos los ángeles!

Si bien el ángel seguía sufriendo el intenso dolor de su caida, siendo precisamente ese dolor lo que le hizo tomar la decisión de entregarse a la oscuridad y empezar a ejecutar su venganza hacia Gabriel y el cielo al completo, su alma lloraba continuamente desde que fue castigado.

Así la roja piel de Asmodeo fue transformándose en la blanca y pálida que Azrael solía tener. Su negra cabellera retomaron su antiguo color, volviéndose rojo escarlata, sus ojos volvieron a ser dorados.

Azrael hacía acto de presencia, luego de tanto tiempo al fin pudo recuperar su verdadera forma. Solo que sus alas seguían siendo tan negras como la oscuridad que seguía envolviendolo.

Llevaba puesto un pantalón engomado negro ajustado a sus piernas, haciendole resaltar sus músculos en sus hermosas piernas, con botas negras  también. Su torso estaba desnudo. Sus rojos cabellos llegaban a más de la mitad de su espalda.

Azrael abrió sus ojos y se colocó de pie, para alejarse del lugar caminando con sensualidad. Todos los demonios monstruosos allí presente se asombraron debido a que reconocieron a Azrael pero nada hicieron debido a su aura demoníaca y oscura que lo envolvía. Sus esplendorosas y gigantescas alas negras eran el principal signo de su oscuridad.

— Soy Azrael, no Asmodeo. Mi verdadero nombre es Azrael, el príncipe de la oscuridad — con una sensualidad que despertaba la envidia de todos junto a un deseo carnal casi incontrolable de los demás demonios — Gabriel, tú mismo me expulsaste del cielo transformándose en un demonio. En ese caso te mostraré lo que puedo ser capaz de hacer.

Luego centró su dorada mirada con un brillo oscuro y siniestro en cada uno de esos demonios y les dijo con voz de terciopelo.

— Vayan chicos, invadan el mundo de los humanos. En especial la ciudad donde vive ese humano llamado Daniel.  Posean a los humanos cercanos a Daniel y obliguen a los humanos poseídos a matar a los que no fueron poseídos. Ocasionen el mayor caos posible, se que ustedes pueden.

Sin aguardar un segundo más, todos los demonios de rango inferior abandonaron el recinto del Inframundo obedeciendo las órdenes del tan deseable demonio llamado Azrael, quien había unido ambas conciencias volviendo a ser uno solo.

Al quedar solo Azrael se miró las manos y sus brazos con asombro. Había logrado recuperar su verdadero cuerpo finalmente y dejar aquella monstruosa apariencia atrás. Se miró en los espejos del Inframundo reconociendose al fin. Había regresado. Pero el dolor seguía en su alma.

En el reflejo de los espejos apareció Luzbel detrás suyo. El arcángel estaba allí y lo miraba con preocupación. Azrael le clavó la mirada a través del espejo.

— Conseguiste destruir parte del castigo Azrael al recuperar tu verdadera forma. Eso es toda una proeza.
— ¿Qué quieres Luzbel? — el demonio volteó para mirarlo directamente — Nadie te llamó.

Azrael no era ningún ingenuo, sabía que si Luzbel estaba allí se debía a que Gabriel se encontraba preocupado.
— Quería ver con mis propios ojos al ángel caído que poco a poco empieza a recobrar el sentido común.

Ante sus palabras, Azrael lanzó burlistas carcajadas al aire.
— Vamos Luzbel, la redención no existe para ninguno de nosotros, los demonios. Tu amado arcángel es lo que me dejó más que claro al expulsarme del cielo.

Sin decir más batió sus negras alas para alejarse del Inframundo y de Luzbel. Tenía que regresar a la tierra y deleitarse con el macabro escenario que los demás demonios estarían causando.

La mente de Azrael estaba totalmente quebrada, sus recuerdos sobre su vida en el cielo habían desaparecido en su mayoría y los pocos que conservaba se referían al momento de su castigo y expulsión del cielo.

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La luz de Seraphiel (Libro II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora