capitulo 16

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Día martes: parte de Elio

Me desperté temprano, el sol apenas asomaba en el horizonte. Sabía que hoy sería un día diferente; la nana estaba de vacaciones, tomándose un merecido descanso, así que todo quedaba en mis manos. Me dirigí a la habitación de Aldo, aún medio dormido, y con una suave sonrisa lo llamé.

-Figlio mio, es hora de despertar. Tienes que ir al jardín hoy -le dije, acariciando su cabecita desordenada.

Aldo bostezó, frotándose los ojos con lentitud, mientras murmuraba entre sueños

-Papá, ¿Ya es hora ? -preguntó con voz somnolienta.

-Sí, campeón. Vamos, levántate. Hoy no está la nana, se ha tomado unas vacaciones bien merecidas. Te haré el desayuno -le dije, sonriendo.

Aldo me devolvió una sonrisa perezosa, pero llena de ternura.

-Está bien, papá -respondió, poniéndose en pie con la energía propia de los niños.

Lo observé mientras se vestía, admirando su inocencia y vitalidad. Cada momento con él era un tesoro, algo que valoraba más y más con cada día que pasaba. Nos dirigimos a la cocina junto.

-¿Qué te gustaría para el desayuno, Aldo? -pregunté mientras me acercaba a los ingredientes.

-¿Podemos comer panqueques? -respondió, sus ojos brillando de emoción

-Claro , panqueques serán -le dije, dejando escapar una risa suave.

Mientras preparaba el desayuno, no pude evitar reflexionar sobre lo afortunado que era de poder compartir estos momentos cotidianos con él. Después de terminar de comer, nos alistamos rápidamente y nos dirigimos al jardín de infantes.

Al llegar, vi a Adela esperando en la entrada. Su sonrisa cálida siempre lograba iluminar incluso los días más grises. Mi corazón dio un pequeño vuelco al verla.

-Buongiorno Elio! -me saludó con discreción, sabiendo que debíamos mantener nuestra relación en privado en el jardín.

-Buongiorno, Adela. Aquí tienes a nuestro pequeño campeón, listo para otro día lleno de aventuras -dije, sonriendo ampliamente

Adela se agachó para estar a la altura de Aldo, siempre tan cariñosa y atenta con él.

-Estoy muy feliz de verte, Aldo. Vamos a tener un día muy divertido -le dijo con su voz suave y maternal.

-¡Sì! -respondió Aldo, emocionado.

Me acerqué discretamente a Adela, mirando alrededor para asegurarme de que nadie nos viera. Le susurré al oído:

-Gracias, preciosa. Que tengas un buen día. Nos vemos más tarde -le dije, dejando un ligero beso en su mejilla.

Ella me devolvió una sonrisa que me derretía el alma.

-Claro, Elio. Que tengas un buen día en la oficina -me respondió con dulzura.

Mientras me dirigía al coche, lancé una última mirada al retrovisor. Ver a Adela y a Aldo juntos llenaba mi corazón de una cálida satisfacción. Sabía que, sin importar lo que el día trajera, siempre volvería a casa con ellos, donde todo tenía sentido.
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Llegué a mi oficina, me acomodé en mi escritorio y encendí la computadora, listo para comenzar el día. La tranquilidad del momento fue interrumpida suavemente por un golpe en la puerta. Levanté la vista y vi entrar a una mujer que, desde el primer instante, captó mi atención.

Era elegante, con un aire de sofisticación que irradiaba confianza. Su traje, perfectamente ajustado, realzaba su figura, y los zapatos de tacón resonaban con un ritmo firme y decidido. El cabello castaño claro estaba impecablemente peinado, y sus ojos, de un brillo agudo y penetrante, parecían examinar cada detalle del lugar.

El destino nos unió (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora