capitulo 5

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Narrado por: Elio 💙

Luego de retirarme de la oficina de la señorita Adela, busco a mi hijo, a quien veo sentado con su mochila, esperándome. Le doy una sonrisa mientras lo tomo en mis brazos para irnos a casa.

Al llegar a la sala, veo dos figuras sentadas. Mi hijo corre hacia ellos.

—Nonni (abuelos), vinieron. Los extrañé —dice y abraza a mis padres. Mi mamá toma a mi hijo para sentarlo en sus piernas.

—Mi niño hermoso —le da un beso en la mejilla a Aldo—, también te extrañé mucho, cariño.

—Mamma, papà, ¿qué hacen aquí? —pregunto.

—Venimos a verte, mocoso —dice mi padre—, y también a nuestro nieto.

Mi padre, Dante, me abraza cariñosamente, palmeando mi espalda. Físicamente, es igual a mí; tengo sus ojos azules, su altura, y también su carácter. Ahora mi padre tiene 57 años, con algo de canas, pero se mantiene muy bien.

—¿De verdad vinieron a verme a mí o a Aldo? —digo con una sonrisa burlona.

—A los dos, cariño —dice mi madre—. ¿Cómo estás, mi niño? —me dice, levantándose para dejar a Aldo y acercarse a mí para besarme la mejilla.

Mi madre, Beatrice, tiene sus ojos de color café claro y su tono de pelo castaño claro con algunas canas que casi no se notan. Ella es la mujer más importante para mí.

—Bien, mamá, un poco cansado. Hoy una maestra me llamó porque Aldo se peleó con un niño. Pero ya se solucionó.

—¿Qué? ¿Pero cómo pasó, Elio? ¿Por qué se peleó con ese niño, cariño? —dice mirando a Aldo—. ¿Qué sucedió? —dice, agachándose a su altura.

—Perdón, Nonna (abuela), solo me defendí porque ese niño me estaba molestando y decía cosas feas de mí, de mi mama y de mi mejor amiga. No lo podía permitir —dice mi hijo, serio.

—Dios mío. Muy bien por defenderte y a tu amiga, cielo —y besa la mejilla de Aldo—. Pero para la próxima, evita los golpes. Me recuerdas tanto a tu papá —dice mi madre.

—¿Qué? ¿Mi papá también peleaba? —pregunta mi hijo.

—Claro, campione —responde mi padre—. Tu papá siempre defendía a tu tía Chiara. Un día, un niño se acercó y le estaba diciendo fea a tu tía, y tu padre le pegó. Sinceramente, se lo merecía, aunque esté mal pegar. Pero nadie le dice fea a mi princesa —dice mi padre.

—Amore, no le digas eso a Aldo, que va a querer pegar para defender a las personas —dice mi madre.

—Sé que está mal, Nonna. No volveré a pelear así —dice Aldo.

—Bueno, cariño, cerremos esta conversación a un lado ya que aprendiste la lección. Ahora ve a la cocina, que te traje galletas de chocolate, tus favoritas —dice mi madre.

—¡Eh, gracias, Nonna, te amo! —y la abraza—. Nonno, ¿me acompañas por las galletas? —pregunta Aldo.

—Claro, campeón. Amore, ¿dónde están las galletas? —pregunta mi padre a mi

—En la cocina, amore —dice con una sonrisa.

—Bueno, entonces vamos por ellas, campeón —y mi padre le da la mano a Aldo

Veo cómo mi padre se va con mi hijo alegremente por las galletas.

Mi madre se queda conmigo y me mira; claramente, con su mirada, dice: tenemos mucho por conversar.

Mi madre toma mi mano para que me siente a su lado.

—¿Pasó algo, madre? ¿Aún sigues molesta porque no fui el sábado? —digo con una sonrisa.

—Mmm, se me había pasado. Pero ahora me hiciste acordar. Pero tranquilo, ya no estoy molesta. Quiero que me hables de ti, hijo. ¿Estás viendo a alguien? —me dice.

—¿Y esa pregunta tan rara, mamá? Pues, respondiendo a tu pregunta, no estoy viendo a nadie por ahora. ¿Por qué esa pregunta de repente? —digo.

—Bueno, hijo, estoy preocupada por ti. Sé que no has querido conocer a nadie por Antonella y esa promesa que le hiciste. Pero, hijo, quiero que vuelvas a sonreír, amor. Ser ese hombre que siempre tenía una sonrisa aunque pasaran cosas malas. Siempre eras positivo, hijo —me toma de las manos—. Cuéntame, hijo, cómo realmente te sientes —me dice, mirándome con esos ojos cafés que muestran preocupación.

—Bueno, en realidad, mamá, desde que falleció Anto, algo cambió en mí. Ya casi no sonrío como antes y tengo menos optimismo que hace dos años. Su muerte me afectó tanto que lo único que me hace feliz es mi hijo  y ustedes, pero no es suficiente —mis ojos empiezan a lagrimar y mi madre me abraza.

—Ya, cariño, llora si quieres, desahógate, grita, maldice, lo que quieras, cariño —me dice.

—Te juro, mamá, que intento ser como antes, pero no puedo. Algo en mí se murió. No sé qué hacer, madre.

—Primero, hijo, tienes que dejar ir a Anto. Sé que la amarás siempre, fue una increíble mujer, sí. Pero, tristemente, falleció, y sé que ella quisiera que hicieras tu vida. No digo que la reemplaces porque cada persona es diferente, pero sé que si te das la oportunidad de conocer a alguien, hazlo, hijo. Si quieres salir, a veces, nosotros cuidamos a Aldo —me dice con cariño.

—Gracias, mamá, trataré de rehacer mi vida, y gracias por esta conversación. Lo necesitaba —le digo.

—Siempre podrás confiar en mí y decirme lo que sientes, y a tu padre y hermana también, hijo. De hecho, tu hermana estaba un poco preocupada por ti —dice ella.

—Además, mi hermana te contó cómo me siento, ¿verdad? Esa niña siempre se preocupa por mí.

—Porque es tu hermana, hijo, y te ama. De verdad estaba preocupada porque no eres el mismo —me dice.

—Lo sé. Les prometo que trataré de mejorar poco a poco, sí. Pero voy a volver a ser feliz, cueste lo que cueste, lo haré.

Luego de esa conversación con mi madre, que no voy a negar que necesitaba, sus palabras sobre mi actitud negativa me estaban afectando. Ella siempre encuentra alguna solución para hacerme sentir mejor.

Después, empezamos a cenar todos juntos, y eso hace que mi corazón sienta ese amor familiar que necesitaba para tener algo de alegría y no fingir mi felicidad.

Continuará...

Ya conocieron a los papá de Elio.😊🫶🏻










El destino nos unió (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora