PANDORA
El terreno se convirtió en desigual y cientos de árboles, altos y tupidos, entorpecían que lográramos ver qué era aquello que nos rodeaba. El Acantilado era demasiado alargado, iba a resultar complicado orientarnos una vez llegáramos allí y, si Enzo se encontraba en los alrededores, sería casi imposible encontrarlo.
Pero teníamos una esperanza, aunque fuera minúscula, y la idea de que al menos deberíamos intentarlo.
Mi respiración estaba acelerada y sentía que me costaba respirar mientras bajaba el terreno pedregoso. Los árboles dejaron de ser tan tupidos y supe que debía detenerme cuando, ante mis ojos, me di cuenta de que ya no había nada más. Ni siquiera suelo.
Frené como pude y mis pies aún me arrastraron colina abajo un par de metros más. Ahogué un grito cuando sentí que, a pocos centímetros de donde me encontraba, se hallaba el mismísimo vacío. Habíamos llegado al Acantilado y ese era un enorme precipicio. Logré impulsarme hacia atrás y mi trasero se golpeó de lleno contra el suelo. Si hubiera seguido corriendo, aunque solo hubiera sido dos metros más, habría caído.
El viento era fuerte y el sonido de las olas rompiendo con fuerza contra las rocas. Aún sin respiración, me arrastré por el suelo y miré el vacío frente al que me encontraba. Se me paró el corazón; era una caída impresionante. Debían de ser más de cien metros. El agua era negra y un sinfín de rocas afiladas sobresalían de entre las furiosas olas.
—Pandora. —La voz de Hunter me sacó del hechizo que el mar había provocado en mí. Yo tragué grueso y alcé los ojos hacia él—. ¿Estás bien?
Intenté levantarme por mí misma, pero las piernas me temblaron y volví a caer al suelo. Sentía que las piedras me rozaban los muslos, pero no podía coordinar mis extremidades. Era como si el miedo a caer me hubiera paralizado.
—Casi... —susurré—. Casi me caigo.
El rostro de Hunter se ensombreció.
—Joder —susurró, acudiendo a ayudarme al instante.
Hunter me agarró entre sus brazos y logré levantarme con dificultad, apoyándome en él. Él dio un par de pasos atrás, alejándome del borde del precipicio.
—Qué miedo —susurré—. No lo había visto, estaba bajando y de pronto...
Hunter posó sus manos a ambos lados de mi rostro y me miró fijamente. Sus ojos azules e intensos se asimilaban al color del mar, pero era un mar tranquilo, en calma, no como la furia que se desataba a nuestros pies. Mi corazón se detuvo de nuevo, pero esta vez no fue por miedo, sino por algo diferente. Sentí su respiración sobre mis labios y un profundo escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Sentirlo cerca me tranquilizaba, me traía paz.
—No está aquí.
La voz de Marco me sobresaltó y mi amigo se situó junto a nosotros, completamente ajeno al momento que Hunter y yo acabábamos de compartir. Yo me separé de Hunter, dando un par de pasos hacia atrás.
ESTÁS LEYENDO
Los infiernos de Hunter Alexandre. [Fantasía/Romance].
FantasyHabía pasado de odiarlo a desearlo con todas mis fuerzas, a sentir que, a pesar de que el mundo se estuviera desmoronando a nuestro alrededor, con él estaría a salvo. ♡ Fijarse en Hunter es una mala idea, está más que claro: es arrogante, malhumorad...