✧ Capítulo 28 ✧

56 6 1
                                    

«Is it fair, or is it fate?», The other side, Ruelle

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«Is it fair, or is it fate?», The other side, Ruelle.

MARCO

Mi cuerpo entró en el agua de forma dolorosa, como si cada gota me golpeara la piel individualmente. Ninguna de las rocas me golpeó, gracias al cielo, y por un momento creí que había muerto. Abrí los ojos y la sal del mar me escoció con fuerza, solo en ese instante, al darme cuenta de que seguía vivo, nadé con fuerza hasta la superficie. Tomé una bocanada de agua con fuerza, como si llevara minutos sin poder hacerlo y miré hacia arriba.

Apenas distinguía nada, ese salto había sido a demasiada altura y solo un pensamiento me golpeaba de forma constante: era absolutamente imposible que estuviera vivo. No podía ser.

Pero lo estaba, y, aparte de estar cansado, me encontraba perfectamente.

Ni siquiera entendía por qué demonios había saltado. No fue hasta que me dirigí a la orilla, situada a varios metros de mí, que reparé en que no estaba solo. Alguien más flotaba en la superficie, tan confundida y sorprendida como yo. Recordé entonces la razón por la que había decidido cometer esa hazaña tan ridícula: porque quería salvar a Amanda.

La niña nadaba en la superficie y, de vez en cuanto, era arrastrada por las fuertes corrientes. Por lo demás, estaba tan bien como yo. Tan viva como había estado dos minutos antes y cien metros más arriba. Ella me vio y, de inmediato, nadó hasta a mí. Intentó hablar, lo vi en su expresión de pánico y en el modo en el que sus labios se abrían y cerraban sin que un sonido concreto saliera de ellos.

Le hice un gesto para que se calmara, para que evitara cansarse, y la agarré con cuidado de que ella no se asustara y eso me hiciera hundirme. Amanda sabía nadar, afortunadamente, y ambos llegamos juntos a una pequeña playa situada junto a las afiladas piedras del Acantilado.

Ambos nos tendimos sobre la arena, completamente exhaustos, y yo noté que el oxígeno volvía a mí poco a poco. Permanecimos tumbados durante minutos enteros, recuperándonos no solo del cansancio, sino también del shock de lo que había sucedido. Me incorporé y, mirando a la niña, fruncí el ceño. Estaba lleno de arena y, por supuesto, completamente mojado.

—¿Qué demonios ha sido eso?

—No lo sé —respondió ella, también le faltaba el aire—. Te juro que no lo entiendo. Yo estaba allí y, de pronto, estaba cayendo.

—¡Has saltado! —grité.

—¿Saltado? ¡Claro que no!

—Has dicho algo acerca de volar, Amanda, y después te has dejado caer. Como quien da un paso hacia delante en tierra firme.

La niña negó con la cabeza firmemente. Se puso en pie y me señaló con el dedo, frunciendo el ceño.

—¡Estás loco! ¿Por qué iba a saltar? —me reclamó—. Eso es un suicidio. ¿Has visto la altura de ese precipicio? Yo, simplemente, estaba allí y ahora... —La niña compuso un gesto de horror—. Tú has saltado también, ¿se puede saber qué demonios te pasaba por la cabeza?

Los infiernos de Hunter Alexandre.  [Fantasía/Romance].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora