✧ Capítulo 34 ✧

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HUNTER

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HUNTER

—No vais a ir sin mí.

Pandora me observó con los ojos entrecerrados.

—Hunter, necesitas descansar...

Negué con la cabeza.

—No. Estoy bien.

No era verdad. No estaba bien, no del todo, al menos, pero me encontraba mucho mejor. Joder, esa noche había creído que iba a morirme unas diez veces. Pero había sobrevivido.

Aún me dolían la cabeza y la espalda, como si alguien me hubiera pegado una paliza con un objeto punzante. Estaba seguro de que pasaría pronto.

Me dirigí a la puerta del cuarto de Pandora y Emma y seguí a los demás hacia el pasillo.

—¿Por qué no nos vamos y ya está? —pregunté—. Larguémonos de aquí, en serio.

Fue Marco quien habló esta vez, con decisión.

—Hay dos decenas de alumnos en la cafetería, están muertos de miedo y confían en que nosotros vamos a salvarlos.

Me sentí tentado a señalar lo obvio: nosotros ni siquiera sabíamos si podríamos salvarnos a nosotros mismos. No dije nada en voz alta, aun así. Yo era el negativo del grupo, eso estaba claro, no tenía que evidenciarlo aún más.

Miré a Pandora.

Durante un instante centré mis ojos en su cabello, en su expresión de preocupación, en el modo en el que caminaba, con precaución y con cierta valentía...

Habría quemado ese puto lugar hasta los cimientos si así me hubiera asegurado de salvarla a ella.

Era un pensamiento irracional, caótico, pero era la verdad.

Marco era mucho más honorable que yo en ese sentido. Apenas unas semanas antes, él había sido tímido, siempre callado y pasando desapercibido. Podía ver en él que había cambiado, que estaba cambiando día tras día. Marco se estaba convirtiendo en un héroe y eso estaba bien. Las historias necesitaban héroes para poder garantizar un final feliz.

Yo era más bien un lobo solitario, no el líder de la manada. Siempre lo había sido.

—¿Crees que tu padre está en su despacho? —le pregunté a Santos.

Como si fuera una respuesta a esa misma pregunta, los cuatro miramos por los grandes ventanales al mismo tiempo. El día era gris, como todos los días en la última semana. No había viento ni tampoco lluvia. A través de los cristales distinguimos las tres figuras de los únicos tres adultos que permanecían en la Academia, estaban en los jardines del colegio y, por lo que parecía, discutían.

Pandora tomó aire profundamente y yo la miré de nuevo. Temblaba. Con un movimiento casi instintivo extendí la mano y estreché sus dedos entre los míos. Ella me dedicó una pequeña sonrisa.

Los infiernos de Hunter Alexandre.  [Fantasía/Romance].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora