Extra #1

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Bin observó con atención como el chico terminaba la segunda serie de ejercicios totalmente bofeado, tirando una botella de agua en su dirección siendo atrapada a tiempo antes de que cayera al suelo. El ex boxeador, ahora entrenador, sonrió ante el chico y se levantó de su lugar, alzando su brazo en dirección a la siguiente maquina de ejercicios donde le correspondía entrenar.

—Ahora iremos a ese aparato, ¿Estás listo?—Antes de que el chico pudiera contestar, la puerta de entrada del gimnasio fue abierta, capturando su atención.

Dongmin entró junto a un pequeño revoltoso que todos los del gimnasio lo conocían, corriendo en busca de Bin. El semblante cambió de entrenador a papá, acuclillándose en el piso y abriendo sus brazos para recibir a su pequeño antes de cargarlo, haciéndolo reír de felicidad.

—¡Papi!—Gritó, plantando sus manitas sobre su rostro.

—¿Qué te trae aquí, cariño? No pensé que vendrías hoy.—Cuestionó con cierta sorpresa, no se suponía que lo visitaran hoy.

—Papi Min dijo que te extrañaba, y yo también, así que venimos a visitarte, ¡Es una sorpresa!—Mencionó justo cuando Dongmin se colocó a un costado de ellos, envolviendo un brazo por la espalda de su esposo.

—Woong, ¿Qué te dije sobre salir corriendo? No sabíamos si papá estaría ocupado con alguno de sus reclutas, no debemos de entrar así nómas.—Regañó con el ceño fruncido, pero una sonrisa lo traicionó cuando los dos hombres se miraron de manera cómplice.

—Está bien, amor. Me alegro que hayan venido, tengo un último entrenamiento y podré desocuparme, ¿Qué les parece si vamos a comer algo?—Fue su turno de colocar su brazo sobre la cintura del modelo, acercándolo a su costado.

—Eso suena bien, realmente Woong quería salir un rato con nosotros así que pensé que sería mejor partir desde aquí en lugar de dar doble vuelta a nuestra casa.—Murmuró, plantando un beso sobre sus labios antes de que el niño fingiera vomitarse.—¡Woong! ¿Qué te dije sobre hacer eso?

Bin soltó una carcajada, mientras él era el padre que consentía a su pequeño diablillo de seis años, Dongmin era el sensato de los tres y quien los reprochaba cuando cometían alguna travesura a la par o planeaban algo en su contra. Woong había llegado a su vida hace cinco años, después de decidirse por adoptar una vez que volvieron de su luna de miel y conversaron sobre agrandar su familia, lo mejor para los dos era adoptar aunque pudiera haber demasiadas trabas en el camino y fuera un proceso largo. Cuando se pusieron en marcha con ello, habían quedado enamorados con el pequeño de apenas un año tan pronto como lo vieron dar sus primeros pasos en compañía de los demás niños, había sido tan adorable debido a que Dongmin había caído de rodillas y el pequeño había dirigido su camino hacía él, con ayuda de una de sus cuidadoras, haciendo que su corazón latiera desbocadamente contra su pecho de la emoción. Estaba decidido, aquel pequeño había iniciado el proceso correspondiente de adopción y a pesar de que había sido un tanto largo, cuando menos esperaron ya estaban los tres dirigiéndose a su hogar para comenzar una nueva vida como familia.

Por otro lado, en sus vidas habían encontrado cierto equilibrio entre mantener sus profesiones, su relación y una vida tranquila como lo habían soñado. Fue cuestión de tiempo y dedicación para que Bin decidiera abrir su propio gimnasio en Hawái, siendo orientado por Jinwoo en todo lo que necesitaba saber para empezar a formar su vida de ello. Donde Dongmin lo había alentado, con su historial, fama y técnicas podría perfectamente saber llevar a las nuevas figuras del boxeo por ese camino, y de cierta manera, seguiría entrenando y teniendo contacto con aquel mundo que lo recibió con los brazos abiertos cuando recién comenzaba. Mientras, Dongmin seguía con empresas importantes, pero sin estar tan activo en el espectáculo desde que se alejó de su país de origen, sintiéndose en paz con la vida que llevaba y apegándose solamente lo necesario a su carrera cuando Seokjin lo aconsejaba. No le molestaba en absoluto pensar en dejarlo, pero una parte de él aún estaba aferrado a la idea de que era su profesión, aún podía disfrutarlo por un tiempo más antes de pensar en dejarlo atrás y buscar cualquier otro pasatiempo.

Todo fue de maravilla tan pronto como se asentaron en Hawái, llevando su boda en el lugar y teniendo de invitados a sus familiares, amigos y un par de conocidos que habían teniendo el honor de irse conociendo cuando llegaron a vivir ahí. La ceremonia y la fiesta habían sido un éxito, siguiendo con la luna de miel de viaje por otros continentes donde Dongmin tenía la fascinación e incertidumbre por ir, siendo deseos que su esposo no podía negarle. Después de estar aproximádamente dos meses afuera, decidieron que era momento de avanzar con sus vidas, aquellos planes que habían pausado y con ello, inició la siguiente etapa de su vida y la más importantes. Aquella etapa donde se autorrealizaron, logrando todo lo que alguna vez creyeron imposible al inicio de su relación.

A ese paso, no podían pedir nada más, nada les hacía falta y no pensaba que algo fuera necesario en sus vidas cuando lo tenían todo. Tenían una pequeña familia, un hogar al cual llegar cuando los días se volvieran pesados, amor suficiente para repartirlo entre todos los integrantes de su familia y sobre todo el respeto que se merecían, no imaginaban nada que fuera diferente a lo que vivían en el momento.

Por ello, mientras Bin cumplía el último ejercicio con el chico que había estado ayudando, Dongmin sonreía complacido mientras Woong imitaba los movimientos de su padre, alegando que sería tan bueno como él cuando creciera. No importaba donde los llevara el destino a partir de ahora, pero por el momento, estarían disfrutando cada minuto que pudieran de aquella vida que habían construido juntos y si en el futuro surgía algo, sabrían como arreglarlo, pero para ese entonces, seguirían construyendo momentos que atesorarían en sus vidas.

—¿Están listos?—Murmuró el azabache una vez que se había arreglado, saliendo de su oficina hasta ellos.

Dongmin asintió, dejándose caer sobre su cuerpo y provocando una risa al contrario.—Estamos listos.

—¡Listos!—Su pequeño fue el primero en salir del gimnasio, totalmente emocionado por poder ir a comer con sus padres.

Sí, la vida había sido buena para ellos hasta ese momento.

Nothing | BinwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora