CAPÍTULO VI ―

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Sonya se encontró con sus doncellas fuera del despacho, también estaba madame Rosema. Era perfecto, no tendría que esperarla. Organizar eventos le gustaba, la ayudaría a desestresarse un poco sobre la gran responsabilidad que tenía con la salud del rey.

―Madame Rosema, damas, tenemos un evento que organizar ―les informó, mostrándose emocionada.

Las damas se mostraron muy felices de colaborar en un evento de tal magnitud, ganarían más notoriedad. Todas fueron hasta la habitación de Sonya, madame Rosema había dado la idea de ir a una habitación de té, pero Sonya lo había descartado porque quería que estuvieran todas cómodas, en una sala de té, tendrían que guardar decoro.

―Pueden ponerse cómodas ―las alentó Sonya, sacándose los palillos del pelo y dejando su larga cabellera suelta. Después se quitó los zapatos, como había estado de un lugar a otro, tenía los pies cansados y ya le dolía cabeza por el peinado tan estirado.

Las damas se miraron entre ellas.

―Sin pena, damas, pónganse cómodas que acá nadie las juzgará. Vamos a estar encerradas hasta terminar de planificar, casi no nos queda tiempo y yo necesito mucho asesoramiento ―informó Sonya, sintiéndose más cómoda.

Aunque le dio risa la cara sorprendida de madame Rosema al verlas, no dijo nada. Realmente quería apurarse para poder tener un encuentro con William, quería seguir buscando la mejor manera de ayudarlo, no quería perder demasiado tiempo. Pero tampoco quería negar que realmente la organización de un evento, la emocionaba.

Pasaron horas hablando sobre los colores a la moda, la comida que sería apetecible para todos y hasta la orqueta que iban a contratar. Rosema se encargó de establecer el presupuesto, Sonya intentó no pasarlo ni llegar a gastarse todo. Desde niña había aprendido el valor de la plata, y que con poco se podía hacer grandes fiestas, aunque no estaba segura de cómo podría tomarlo alguien de un estatus social mayor a la de ella. Por eso tomó cada uno de los consejos de las doncellas: desde emplear telas finas, hasta aceptar matar a quinientas perdices.

―Mi señora, también deberíamos hablar sobre su vestimenta. El color azul zafiro está siendo furor entre las damas más sofisticadas. Con un escote en v, y delgadas tiras de perlas que adornan los hombros. Con una gran cola, y... ―empezó diciéndole Temperance.

―Sin duda, el diseño suena muy hermoso, sin embargo, no puedo usar escotes ―interrumpió Sonya, con una sonrisa amiga.

Las damas se miraron entre sí sin poder entender, aunque temían lo peor. Sonya supuso eso y se empezó a reír.

―No se miren de manera fatalista... sucede que tengo tatuajes ―se sinceró, realmente no sentía vergüenza de habérselos hecho, pero como eran para ella, no sentía la necesidad de mostrarlos. Con ellas no tenía opción porque, de todas formas, al ser sus damas, la iban a ayudar en su vestimenta y no solo como damas de compañía.

―Mi señora, no quisiera molestarla, pero ahora nos encontramos interesada por su vida fuera del palacio... nosotras no conocemos más allá de esto ―le dijo Temperance, en nombre de todas.

―No me molesta, así como ustedes me hablan de este mundo, les puedo hablar del mío. Sin embargo, hoy no. Quiero terminar de organizar, así mañana comenzamos a preparar las cosas, y al día siguiente tendremos la gran fiesta. Una vez pasado esto, puedo hablarles de lo que quieran ―le dijo Sonya, sirviéndose otra taza de café.

Las damas estaban interesadas en saber más sobre Sonya, apenas la conocieron ese día, pero sentían que no podrían tener mejor señora que la que tenían al frente. No era arrogante, ni las trataba mal y hasta tenía consideraciones con ellas. Temperance sabía por parte de su prima, que no toda la nobleza tenía buena conducta ni eran amables, y de acuerdo de qué familia procedían solían tratar como sirvientes a todo el mundo.

LA CONCUBINA DEL REY [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora