CAPÍTULO II ―

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Habían sido días largos y un poco difíciles, realmente necesitaba un momento para ella, para poder desestresarse. Por eso, cuando vio a Asher sentado en una de las mesas alejado de todos, no dudo en llenar dos copas de vino y se acercó a él. Era un hombre alto, de un metro ochenta, con una presencia imponente. Su cabello pelirrojo brillaba con intensidad bajo la luz de las velas, contrastando con sus ojos color almendra que parecían contener un fuego interno. Sus manos, fuertes y trabajadas, eran un testimonio de su fuerza, mientras que su espalda ancha y sus rasgos definidos acentuaban su figura atlética y robusta.

Una barba incipiente adornaba su rostro, dándole un aire de elegancia descuidada. Vestía pulcramente como un noble, con ropas de fina hechura que destacaban su porte distinguido. Su sonrisa encantadora revelaba unos hoyuelos que suavizaban su aspecto, añadiendo un toque de calidez a su expresión.

―¿Hace mucho que viene por aquí? ―le preguntó de manera coqueta y en broma.

―No, ¿quisiera mostrarme la buena atención del lugar? ―le respondió él. Su voz, profunda y seductora, resonó con una gravedad que podría haber cautivado a quienes lo escucharan, haciendo que cada palabra pareciera una promesa susurrada al oído. Agarró la mano de ella para darle un beso delicado en su palma. Ya no necesitaban decirse más nada.

Ya estaba amaneciendo y el burdel se encontraba cerrando, algunas habitaciones aún estaban ocupadas por clientes, pero los que solo habían ido a beber, ya se estaban retirando. Sonya aprovechó ese momento para subir a una de las habitaciones vacías con su amante. Cuando llegaron a la escalera, él le soltó la mano y permitió que ella subiera primero para poder apreciar el movimiento de sus caderas y sin poder resistirse, la agarró de la cintura y puso su cara en sus glúteos, y aprovechó a morderle suavemente sobre la delgada tela. Ella se río tentada y luego terminaron de subir los últimos escalones que les quedaba y entraron en la habitación. Como en el lugar no encontraba nadie que pudiera importarle, no le preocupó la demostración de afecto en público.

El lugar estaba iluminado apenas por unas cuantas velas que permitían apreciar un poco el lugar y a los amantes que ocupasen el lugar. La habitación era modesta, elegante, la cama muy grande y cómoda.

Sonya se dio vuelta, poniéndose frente a él. El hombre la atrajo a él y la besó. A ella le encaban sus besos, cuando la besaba, ella sentía como si Asher la fuera a devorar.

―Quiero que me beses en otro lugar ―le dijo, apartándolo suavemente.

Retrocedió sin dejar de mirarlo a los ojos, se sentó en la cama y abrió sus piernas, aunque su sexo seguía cubierto por la tela del vestido, Asher casi se volvió loco de excitación. Se lamió los labios y sin dudarlo, se acercó a ella y se arrodilló. Comenzó dando pequeños besos en sus piernas, turnándose entre una y otra, hasta llegar a sus muslos y a su parte interna. Apartó con delicadeza dejando al descubierto el paraíso para el hombre. Tenía vello, aunque no en abundancia, se notaba que era una mujer limpia que le gustaba tener todo emprolijado, y ese pequeño monte lo excitó aún más. Con firmeza, agarró las piernas de Sonya y la atrajo un poco más al borde de la cama, lo cual hizo que ella se inclinara un poco hacia atrás. Colocó las piernas en sus hombros y como hombre hambriento, procedió a besar su monte de venus, y luego a pasar su lengua justo por donde debía.

― Oh... ―gimió ella al sentir su lengua pasar por su clítoris y luego gritó de placer cuando él pasó de lamer a succionar. ― Si, así... ―dijo ella, poniendo su mano en la cabeza de él.

Asher dejó de succionar y pasó a bajar lentamente su lengua hasta llegar a su entrada, en donde lamió a su alrededor, y luego metió su lengua en su cavidad, mientras que, con una de sus manos, acariciaba suavemente su clítoris. Ella se encontraba temblando de placer, y más fue su goce cuando él iba de arriba a abajo, y la hacía desear más y más... Estaba tan estimulada y llena de placer, que el orgasmo no tardó en llegar. El grito salió desde lo más profundo de su ser e inundó la habitación. Sus piernas temblaron y se terminó de recostar en la cama. Él se levantó y la observo. Se veía bellísima y tan sensual, y extasiada. Le encantaba verla.

LA CONCUBINA DEL REY [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora