Zora Ideale

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📍Amor Encubierto📍

En la sede de los Toros Negros, el caos y la fraternidad eran el pan de cada día. Sin embargo, había una integrante cuya presencia siempre parecía ser un misterio envuelto en un enigma. Su nombre era Elara, una maga con una habilidad peculiar: podía manipular sombras para crear ilusiones tangibles. Aunque llevaba dos años en la orden, su personalidad reservada y sus constantes juegos de doble sentido la hacían destacar entre los demás.

Elara y Zora Ideale, el irreverente y astuto miembro de los Toros Negros, compartían una dinámica única. Desde el primer día, habían establecido una relación basada en provocaciones y comentarios insinuantes, un juego constante que ninguno parecía dispuesto a perder.

Una tarde, después de una misión particular, Elara estaba sentada en el comedor de la sede, disfrutando de un momento de tranquilidad. Zora entró al comedor con su típica sonrisa socarrona.

-¿Qué te trae por aquí tan sola, Elara? -preguntó Zora, sentándose frente a ella.

Ella levantó la mirada, sus ojos brillando con una chispa de picardía.

-Esperaba a alguien interesante con quien conversar -respondió, jugando con una de las sombras que bailaba en la mesa.

Zora se inclinó hacia adelante, su voz adoptando un tono seductor.

-¿Y ahora que estoy aquí, te he complacido?

Antes de que Elara pudiera responder, Asta irrumpió en el comedor, llenando la habitación con su energía.

-¡Elara, Zora! ¡Yami nos está llamando para una reunión de emergencia! -gritó Asta, sin notar la tensión entre ellos.

Elara y Zora se miraron y suspiraron al unísono, la interrupción había roto el momento. Se levantaron y siguieron a Asta, dejando atrás el juego inconcluso.

Más tarde esa noche, cuando la reunión terminó, Elara encontró a Zora en la sala. Se acercó a él, con una sonrisa traviesa dibujada en sus labios.

-Parece que nos interrumpieron antes -dijo ella, con voz suave y tentadora.

Zora la miró de reojo, una sonrisa torcida en su rostro.

-Tal vez ahora tengamos un poco más de privacidad -replicó él.

Justo cuando se inclinaban el uno hacia el otro, la puerta se abrió de golpe y Charmy entró, cargando una bandeja de comida.

-¡Zora, Elara! ¡He hecho una nueva receta y necesitan probarla! -exclamó Charmy, completamente ajena a la tensión en el aire.

Elara y Zora se separaron rápidamente, tratando de ocultar su frustración. Probaron la comida de Charmy y le dedicaron elogios antes de que finalmente se retirara.

Más tarde, en el jardín de la sede, Elara encontró a Zora apoyado contra un árbol, mirando las estrellas.

-¿Cuántas veces más crees que seremos interrumpidos esta noche? -preguntó ella, acercándose a él.

Zora soltó una carcajada baja.

-A este ritmo, probablemente todo el equipo tendrá su turno -respondió, sus ojos brillando con diversión.

Elara se acercó más, sus labios a solo unos centímetros de los de Zora.

-Tal vez deberíamos encontrar un lugar más discreto -sugirió ella.

Antes de que Zora pudiera responder, la imponente figura de Yami apareció detrás de ellos, su cigarro emitiendo un leve resplandor en la oscuridad.

-¿Qué están haciendo ustedes dos? -gruñó Yami, mirándolos con sospecha.

Ellos dieron un paso atrás, tratando de disimular su cercanía.

-Nada, capitán. Solo... disfrutando de la noche -respondió Zora, intentando parecer casual.

Yami los observó por un momento antes de encogerse de hombros.

-Bien, pero no hagan nada que me haga tener que limpiar después -dijo, antes de marcharse.

Elara y Zora se miraron, una mezcla de frustración y diversión en sus rostros.

-Parece que no tenemos suerte hoy -comentó Elara, riendo suavemente.

Zora se encogió de hombros.

-Tal vez otro día. Después de todo, lo bueno siempre se hace esperar -dijo, guiñándole un ojo.

Con una última sonrisa, ambos se despidieron y se dirigieron a sus habitaciones, sabiendo que su juego de provocaciones y doble sentido continuaría al día siguiente. Y tal vez en algún momento lograrían encontrar un poco de privacidad para llevar su relación más allá de las palabras.

Pero por ahora, en la caótica sede de los Toros Negros, eso parecía una tarea casi imposible.

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