Asta

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🌑Gritos y sombras🌑

En el bullicioso cuartel de los Toros Negros, el sonido de una disputa resonaba por los pasillos. No era raro escuchar peleas, pero esta vez los protagonistas eran Asta y Kiyomi Sukehiro, la hermana menor de Yami.

-¡No puedes simplemente irrumpir así y gritar todo el tiempo! -gritaba Kiyomi, con una vena marcándose en su frente.

-¡Y tú no puedes ser tan seria y amargada todo el tiempo! -replicó Asta, con igual intensidad.

Desde el día en que se conocieron, Asta y Kiyomi no se llevaban bien. A ella le irritaba la constante energía y el volumen alto de Asta, mientras que a él le molestaba la actitud reservada y a veces fría de Kiyomi. Aunque ambos formaban parte de los Toros Negros, su relación era todo menos armoniosa.

Un día, Yami, cansado de las constantes disputas, decidió tomar cartas en el asunto.

-Escuchen, ustedes dos -dijo Yami, con su típica voz grave-. Hay una misión importante y quiero que ambos vayan juntos. Es una buena oportunidad para que aprendan a trabajar en equipo.

Asta y Kiyomi se miraron con desdén, pero no se atrevieron a desafiar la orden de su capitán. La misión los llevaría a una aldea remota para investigar una serie de desapariciones misteriosas.

***

El viaje hasta la aldea fue tenso y silencioso. Asta intentó romper el hielo varias veces con comentarios y preguntas, pero Kiyomi apenas respondía con monosílabos. Al llegar, fueron recibidos por el alcalde, quien les explicó que los aldeanos habían desaparecido sin dejar rastro.

-Necesitamos investigar las zonas donde ocurrieron las desapariciones -dijo Kiyomi, revisando un mapa del lugar.

-¡Perfecto! Vamos a partir ese misterio en dos, ¡como a un demonio! -gritó Asta, con su entusiasmo característico.

Kiyomi rodó los ojos y ambos se dirigieron al primer lugar de desaparición: un viejo granero en las afueras de la aldea. Mientras exploraban, Asta no podía evitar hablar sobre cualquier cosa que se le ocurriera, lo que sólo aumentaba la irritación de Kiyomi.

-¿Puedes callarte por un segundo? -espetó Kiyomi, inspeccionando una pared con símbolos extraños-. Estoy tratando de concentrarme.

-¡Lo siento! -dijo Asta, bajando la voz sólo un poco-. Es que... me pongo nervioso cuando hay silencio. Me ayuda a pensar mejor si hablo.

Kiyomi suspiró, pero se dio cuenta de que quizás estaba siendo demasiado dura con él. Después de todo, ambos estaban en la misma misión y tenían el mismo objetivo.

-Está bien, solo... trata de no gritar tanto -dijo ella, con un tono más suave.

Continuaron investigando y, después de unas horas, encontraron una entrada secreta bajo el granero que conducía a un sistema de túneles subterráneos. Sin dudarlo, ambos se adentraron en la oscuridad.

***

El ambiente en los túneles era sofocante y la tensión entre ellos había disminuido ligeramente a medida que se enfrentaban a los desafíos juntos. Asta, con su fuerza bruta, se encargaba de abrir camino, mientras que Kiyomi, con su aguda percepción, detectaba trampas y pistas ocultas.

De repente, un grupo de magos oscuros los emboscó. Asta, con su espada anti-magia, y Kiyomi, con su magia de sombra, lucharon codo a codo. Por primera vez, empezaron a apreciar las habilidades del otro.

-¡Eres realmente fuerte, Kiyomi! -gritó Asta, bloqueando un ataque con su espada.

-Y tú eres... sorprendentemente competente en combate, Asta -respondió Kiyomi, utilizando su magia para neutralizar a un enemigo.

A medida que la batalla continuaba, se dieron cuenta de que, pese a sus diferencias, hacían un buen equipo. Juntos, lograron derrotar a los magos oscuros y liberar a los aldeanos capturados.

***

De regreso en la aldea, mientras los aldeanos los celebraban como héroes, Asta y Kiyomi se sentaron a la sombra de un árbol para descansar. Por primera vez, una conversación entre ellos fluyó sin gritos.

-Asta, siento haber sido tan dura contigo -dijo Kiyomi, mirando el cielo-. Supongo que estaba tan enfocada en mis propias preocupaciones que no te di una oportunidad justa.

Asta, sorprendido por el tono sincero de Kiyomi, sonrió.

-Yo también lo siento. Supongo que debería haberme dado cuenta de que mi energía puede ser un poco abrumadora para algunos.

Ambos rieron y, por un momento, se sintieron como amigos. El camino de regreso al cuartel fue mucho más agradable, y ambos estaban contentos de haber resuelto sus diferencias.

Al llegar, Yami los esperaba con una sonrisa satisfecha.

-Veo que lograron sobrevivir el uno al otro -dijo Yami, encendiendo un cigarrillo.

-Sí, hermano. Y creo que aprendimos algo importante sobre trabajar en equipo -dijo Kiyomi, mirando a Asta con una sonrisa.

Asta asintió, sintiendo que algo había cambiado entre ellos.

-¡Sí! Y ahora somos un equipo aún más fuerte.

Desde ese día, Asta y Kiyomi siguieron siendo compañeros de equipo, pero ahora con una amistad creciente. Aunque sus personalidades seguían siendo diferentes, aprendieron a apreciar esas diferencias y a trabajar juntos de manera efectiva, fortaleciendo a los Toros Negros con su recién descubierta amistad.

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