Yuno

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Todo comenzó con las promesas no cumplidas. Al principio, eran detalles pequeños, insignificantes: Yuno llegaba tarde a sus citas, olvidaba detalles importantes de su relación o se sumergía tanto en sus entrenamientos que parecía que el resto del mundo no existía. Ella lo entendía, sabía cuán importante era para él alcanzar su sueño de convertirse en el Rey Mago. Pero, con el tiempo, esas pequeñas decepciones comenzaron a acumularse.

Un día, estaban en la torre del Amanecer Dorado, un lugar que se suponía era solo para ellos. Ella lo había esperado por horas, su sonrisa se desvaneció lentamente al ver que el sol estaba a punto de ocultarse y Yuno aún no llegaba. Finalmente, él apareció, sin una pizca de preocupación en su rostro.

-Lo siento, me entretuve entrenando -dijo, como si fuera algo que podía solucionarse con una simple disculpa.

-No es solo hoy, Yuno. No es solo esta vez -ella respondió, su voz cargada de frustración.

Yuno la miró, sin comprender del todo. Ella sabía que su pasión por volverse más fuerte era algo que admiraba, pero también era algo que estaba comenzando a destruir lo que tenían. Las disculpas vacías y las promesas no cumplidas se volvieron un patrón constante. Cada vez que ella trataba de hablar con él, él solo asentía, pero nada cambiaba.

Días después, tuvieron otra pelea, esta vez en su habitación. Había llegado tarde nuevamente, y cuando ella lo confrontó, la misma expresión impasible apareció en su rostro.

-Es solo entrenamiento, no es tan importante -dijo él, sin pensar en el peso de sus palabras.

-¡Para mí sí lo es! -respondió ella, la ira burbujeando en su pecho-. ¿No ves lo que está pasando entre nosotros? Cada vez estás más distante, más... ausente. Ya no eres el mismo, Yuno.

Yuno no respondió de inmediato. El silencio entre ellos se hizo cada vez más espeso, como un muro que se erigía, separándolos. Él no sabía cómo expresar lo que sentía, o incluso si podía sentir algo más allá de su inquebrantable deseo de ser el mejor.

Otro día, cuando intentaron pasar tiempo juntos después de una larga misión, ella notó que Yuno apenas hablaba. Su mente estaba en otro lado, planeando el siguiente entrenamiento, pensando en cómo mejorar su magia. Fue entonces cuando ella comenzó a darse cuenta de que su relación estaba en segundo plano para él.

-Siento que no soy lo suficientemente importante para ti -confesó ella una noche, mientras miraban el cielo estrellado.

Yuno se quedó en silencio, su mirada perdida en la oscuridad.

-Tú eres importante -dijo finalmente, pero sin el calor ni la convicción que ella necesitaba.

Las peleas continuaron, una tras otra, cada vez más intensas. Ella lo amaba, pero no podía seguir así. No podía competir con sus sueños, con su ambición desmedida que lo alejaba de ella. Cada vez que intentaba acercarse, sentía que él se alejaba más. Era como si una barrera invisible se interpusiera entre ellos, una barrera que ella no podía atravesar.

Finalmente, el día llegó. Ese día en la torre del Amanecer, cuando supo que ya no podía más. La conversación que siguió fue el resultado de todas esas discusiones, de todas las veces que Yuno la había hecho sentir invisible, insignificante.

Yuno estaba allí, apoyado en el borde de la torre, con la mirada fija en el horizonte. No se movía, no decía nada. Su usual expresión impasible estaba intacta, pero en el fondo de sus ojos verdes, había algo que no había estado allí antes. Algo oscuro, algo triste.

Ella se acercó lentamente, sus pasos resonaban en las piedras antiguas, su corazón latía con fuerza, como si estuviera a punto de romperse en mil pedazos. No había sido una decisión fácil, pero era necesaria. Lo sabía, y aun así, dolía más de lo que jamás imaginó.

-Yuno -su voz era suave, casi un susurro que el viento parecía querer llevarse lejos- Tenemos que hablar.

Él no giró la cabeza, pero asintió levemente. Sabía que esto estaba por venir. Lo había sentido en su pecho, en la forma en que ella evitaba su mirada, en los silencios incómodos que se habían vuelto más frecuentes en los últimos días.

-Esto... esto no está funcionando -continuó ella, intentando mantener su voz firme, aunque sentía las lágrimas acumulándose en sus ojos- Te he dado todo de mí, pero... siento que no es suficiente. Siento que estoy compitiendo con algo que no puedo vencer.

Yuno finalmente giró su rostro para mirarla, sus ojos fríos y vacíos como un cielo nocturno sin estrellas. No decía nada, y eso la destrozaba aún más.

-Sé que eres importante, sé que tu objetivo es ser el Rey Mago, y nunca quise detenerte -las palabras se agolpaban en su garganta-. Pero necesito más que solo tu presencia física, necesito saber que estás conmigo, realmente conmigo, y no solo en cuerpo, sino en alma.

Él seguía en silencio, su mirada imperturbable. No había una sola chispa de emoción en su rostro. Ni dolor, ni tristeza. Nada.

-¡Por favor, dime algo! -gritó ella, incapaz de contener las lágrimas que ahora corrían libremente por sus mejillas- ¡Dime que te importa, que esto te duele, que algo de esto significa algo para ti!

Yuno parpadeó, como si estuviera despertando de un sueño. Abrió la boca para decir algo, pero las palabras se atoraron en su garganta. No sabía qué decir. No sabía cómo expresar lo que sentía, o si realmente sentía algo. Solo sabía que algo dentro de él se estaba rompiendo, pero no sabía cómo detenerlo.

-Lo siento -fue todo lo que pudo decir, y sabía que no era suficiente.

Ella lo miró, el corazón roto en mil pedazos. Había esperado, deseado, que él la detuviera, que dijera algo que arreglara las cosas, que hiciera desaparecer el dolor. Pero nada de eso sucedió.

-Creo que... esto es un adiós, Yuno -dijo finalmente, su voz temblorosa, agotada.

Yuno asintió, sin mover un músculo. Sabía que ella se estaba yendo, pero no podía hacer nada al respecto. Su sueño, su objetivo, siempre había sido lo primero. Y ahora, esa elección le estaba costando más de lo que jamás imaginó.

Ella se dio la vuelta, alejándose de él, sin mirar atrás. Sabía que si lo hacía, si veía su rostro una vez más, no podría irse. Y debía irse. Esto no era lo que ella quería, pero era lo que necesitaba.

Yuno se quedó allí, en silencio, escuchando los pasos de ella alejándose, sintiendo cómo su presencia se desvanecía. Cuando finalmente estuvo solo, cerró los ojos, dejando que el viento acariciara su rostro, llevando con él las últimas palabras que ella le había dicho.

Aun así, no derramó una sola lágrima. No mostró ninguna emoción. Porque ese era Yuno, siempre estoico, siempre fuerte. Pero en lo más profundo de su corazón, sabía que había perdido algo valioso, algo que nunca podría recuperar.

Y cuando finalmente abrió los ojos, se quedó mirando el horizonte, en silencio, como si nada hubiera cambiado. Porque para él, mostrar debilidad no era una opción, ni siquiera cuando su mundo se estaba desmoronando.

El viento siguió soplando, llevándose consigo los recuerdos de lo que alguna vez fue, dejando a Yuno solo, atrapado en su propio silencio, sin poder demostrar lo que realmente sentía.

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⏰ Última actualización: Jul 31 ⏰

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