María salió de su habitación para bajar las escaleras y encontrarse con la persona que le hizo mucho daño.
—Papá... —susurró.
—¡Hija! —exclamó con mucha alegría.
—¿Qué haces acá?
—Te vine a visitar a vos y a tu hermano —respondió el hombre, mientras se acercaba a su hija para poder abrazarla.
—No. —Se alejó de él, sentía mucho asco por ese hombre.
—María, no seas muy dura con tu padre —la regañó su madre.
—Déjala, Sofía —dijo el hombre—. Es comprensible. Los abandoné hace mucho tiempo y debo de ganarme el amor de mis hijos.
—Sebastián, tus hijos te deben respeto por más que hayas sido un mal padre.
La chica no le prestó atención a sus padres y subió las escaleras.
Podía escuchar los gritos de su madre llamarle, pero no le hacía caso. Quería paz.
Entró a su habitación y cerró la puerta con pasador para que nadie entre.
Micaela no entendía qué pasaba, quería saber qué le pasaba, ¿por qué estaba enojada?
—¿Sucede algo, Mari? —Se levantó de la cama para acercarse y abrazarle por la espalda.
—Mi padre está abajo con mi madre... —Quería llorar, recordar cómo le suplicó a su padre para que no la dejara sola, le dolía mucho— Él es un mal padre, me abandonó cuando tenía ocho años y ahora vuelve a mi vida, sin siquiera preguntarme si yo quería.
Micaela seguía abrazando a María, se percató que la chica empezó a sollozar y la abrazó con más fuerza.
María se dio la vuelta para mirar a Micaela.
Micaela le dolió como las lágrimas resbalaban por las mejillas de su hermosa novia y por instinto le dio dos besos en sus mejillas, provocando que la chica se sonrojara por la acción de la contraria.
—Vamos, no quiero estar acá —susurró—. Ese hombre me da asco.
Micaela asintió. No quería que ella se sintiera mal por lo que estaba sucediendo.
—Te voy a prestar una ropa abrigadora, así podemos salir —dijo María, regalándole un beso en la frente a Micaela.
Y así fue, las chicas ya estaban listas con ropa que las abrigara bien. Agarraron sus cosas y con paso firme, bajaron las escaleras.
—María, ven a comer. Tu padre y tu hermano te estaban esperando —La mujer se sorprendió porque no sabía que Micaela estaba en casa.
—No voy a comer —dijo con firmeza—. Ya comí en el colegio.
Con eso abrió la puerta de su casa, para así agarrar la mano de Micaela y llevársela de ese lugar que estaba odiando con toda su alma.
No le prestaba atención a su madre, no la quería escuchar. No quería escuchar el mismo discurso de siempre.
Las chicas estaban esperando el siguiente colectivo, Micaela no decía nada, lo único que haría es seguirla. María quería tomar cualquier colectivo, no le importaba la distancia, pero quería alejarse de todo y de todos. Excepto de su querida novia que le estaba dando su hombro para llorar mientras le estaba dando mimo a su cabello.
Las personas que estaban en ese colectivo, las miraban como si fuesen unos bichos raros, pero lo único que hacían es pasar de largo.
María se quedó dormida y Micaela en ningún momento permitió que la cabeza de su amada cayera, mantuvo su cabeza en su hombro.
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Can't help falling in love
Teen Fiction-Mari... Te amo... -dijo la chica. -Yo también te amo, Mimi... Pero tengo miedo -susurró la otra adolescente.