Capítulo 25.

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Micaela aún no podía creer que estaba en ese hospital que fue testigo de su dolor y la agonía que sentía por no poder presenciar el despertar de su novia.

Solo fueron unos minutos para llegar a la puerta de María, y con nerviosismo la abrió. Tenía ganas de llorar al ver a los dos hombres ahí.

Sebastián estaba sorprendido por la presencia de la chica que hace tiempo que no la veía.

—Mica... —susurró Sebastián.

Micaela sentía pena por ese padre desesperado y perdido. Ya no era el mismo hombre elegante que conoció hace tiempo.

—Señor Jerez —dijo en su tono de voz se podía escuchar el entusiasmo que sentía por verlo.

—Muchacha... —volvió a susurrar, pero esta vez estaba muy sorprendido. ¿Y cómo no? Hace mucho tiempo que no la veía— ¿Qué te pasó? ¿Por qué estuviste tan perdida todo este tiempo?

Nicolás bajó la mirada para que su padre no lo miré y el hombre la volvió a abrazar al ver que sus ojos se cristalizaron.

—Señor Jerez, todo este tiempo fue un infierno al no tener la oportunidad de tener una noticia sobre María y ya estoy aquí, pero no sé por cuánto tiempo va a durar todo esto.

—Pero, contame todo, muchacha.

—Mi padre me retuvo todo este tiempo para que no vea a María... Pude planear un plan con ayuda de Mario para poder venir sin la necesidad de que haga daño a mí o a mi madre.

—¿Qué plan, Mica? —preguntó Nicolás.

—Mario y yo vamos a fingir que somos novios hasta que María despierte y así, ella y yo podemos escapar...

Mario tocó el hombro de la chica e hizo que lo mirase.

—¿Escapar? Eso no estaba en el plan.

—Es la única opción que tenemos, Mario. Si no lo hago, me van a separar del lado de María.

—Yo te doy mi permiso para que vos y María se vayan.

—Además, no creo que a mi padre le importe muchos que me desaparezca. Su hija le gustan las mujeres y para él, eso no es normal.

—Pero, ¿a dónde se irán?, ¿sabes lo qué está pasando en Argentina?

Micaela negó con su cabeza sin apartar su mirada con la del chico.

—Bueno, yo te diré lo que está pasando, Micaela. Terrorismo; eso es lo que está pasando ahora.

—Mario...

—María es mi única amiga desde que tengo memoria.

—Mejor no hablemos de este tema aún. María todavía no despertó y ya están decidiendo que es lo que van a hacer con su vida. —habló Nicolás. Se le notaba que estaba enojado, y claro que lo iba a estar cuando querían decidir sobre la vida de su hermana mayor.

—Nicolás, ¿cómo está la madre de María? —preguntó Micaela, en su tono de voz se podía notar el odio que le tenía a esa mujer.

—La última vez que quiso entrar a esta habitación, juró que se iba a vengar de vos y que también se iba a vengar de María. Todo porque la "enfermedad" —En esa palabra hizo énfasis— que ustedes tienen la avergonzó con los vecinos.

Micaela rodó los ojos al escuchar lo que le dijo el muchacho.

—No voy a permitir que esa mujer le vuelva a hacer daño a María, no tiene derecho alguno en acercarse a esta habitación y si la vuelvo a ver, juro que soy capaz de darle otra cachetada.

Mario se sorprendió cuando escuchó lo que dijo Micaela. ¿Micaela le dio una cachetada a la madre de María?

—¿Le diste una cachetada a la señora? —preguntó mientras ponía su mano en su boca.

—Se lo merecía por lo que le hizo a María, ella no es una buena madre, ni siquiera tendría que ser su madre.

Mario dirigió su mirada hacia el padre de María y vio como el hombre asintió con su cabeza por las palabras que había dicho su nueva amiga.

—Mica, es tu mayor...

—Mario... —habló Sebastián— Mi ya no esposa se lo merecía,  además, ella le dio una cachetada Micaela cuando ella fue a su casa para preguntar sobre mi hija. Están a manos.

Micaela sintió un calorcito dentro de su pecho al ver que Sebastián le apoyaba en su acción.

—Mica, ya es hora de irnos —susurró su compañero—. Ya van a ser las cuatro de la tarde.

La muchacha miró al reloj que estaba en la pared, arriba de la puerta de la habitación y eran las 15:45.

No tenían que tardar mucho o sino su padre iba a sospechar, ese hombre no era un tonto.

—Ya nos tenemos que ir, don Sebastián, pero le prometo que voy a volver —dijo para terminar dándole un abrazo.

Se acercó a Nicolás para hacer lo mismo, lo abrazó con tanta fuerza que pensó que nunca iba a terminar.

—Cuando termine el ciclo escolar voy a volver a mi país.

Los tres hombres al escuchar eso se quedaron sorprendidos.

—Por eso te pido que guardes muy bien la carta que le escribí a María. Necesito que lo lea cuando ella se despierte del coma —dijo, acariciándole la mejilla al muchacho.

En los ojos de Nicolás se podía ver la pena que sentía por su cuñada. Que te obliguen a separarte de tu amor, debe de ser muy difícil.

—Hasta luego, Mica. ¿Cuándo vas a volver para acá?

—Muy pronto, lo juro. Adiós.

Los dos jóvenes abrieron la puerta para irse de esa habitación y dirigirse hacia la entrada del hospital.

Mario y Micaela se fueron a la parada de colectivo, estaban los dos parados y sin hablarse, sentían mucho peso en sus corazones.

—¿Por qué no me dijiste tu último plan? ¿En serio querés escapar con María? —preguntó Mario, mirando una piedra que se parecía mucho a un corazón— ¿A dónde te la vas a llevar? Sabes muy bien que María es muy importante para mí. Ella no es solo mi amiga, es mi hermana. Yo me crié con ella.

—Aún no lo sé, Mario. Si es que María despierta, me la voy a llevar y si no despierta antes de que mi papá me quiera llevar a México... Nicolás le va a dar una carta que le escribí.

—¿Le escribiste una carta?

Micaela asintió.

—Cuando mi padre me golpeó hasta dejarme en cama, me dijo que nos íbamos a volver a nuestro país y se me ocurrió escribirle una carta a María.

—¿Qué te va a hacer tu viejo cuando lleguen a tu país?

—Me va a meter en esos lugares en donde supuestamente curan esto.

—No sé qué decirte, Mica.

—Lo único que me importa es que mi novia se despierte de ese coma y escapar cuanto antes para que mi papá no me aleje de ella, no...

El colectivo se paró enfrente de ellos y se subieron.

Llegaron a su destino y se bajaron del colectivo para dirigirse a la casa de la muchacha.

—Sonríe para que mi papá crea que nos hemos divertido.

El muchacho se esforzó a sonreír.

"Maldito infierno el que vives, Micaela"  pensó Mario, dándole la mano.

Can't help falling in loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora