Primer y Segundo Mandamiento

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Levi se hallaba en su austera oficina, inmerso en la revisión de las cuentas de la iglesia. Con meticulosa atención, revisaba cada nombre en los registros de donativos e indulgencias, asegurando la transparencia y el buen manejo de los recursos eclesiásticos, aunque cuando el sacerdote Darius Zackly llegaba, los donativos eran destinados a otros lugares supuestamente, para otras obras que eran necesarias para la iglesia, Levi era consciente que aquel dinero era para uso privado de muchos sacerdotes y para enriquecerse. 

 Al mismo tiempo, desde el jardín aledaño, llegaban los alegres ecos de las voces de niños y Hange. Al parecer, la mujer, quien ahora era profesora desde hacía unos días, impartía una valiosa lección sobre el uso de las plantas medicinales. A pesar de que permanecía varias horas en su labor como maestra, la interacción entre ella y Levi se limitaba a breves frases corteses o a veces hablaba sin parar tratando de provocarle ciertos enojos. Incluso el desconocía que Hange descuidaba tareas de su hogar por estar en la escuela, además mentía a Floch diciendo que solo dictaba clases dos horas diarias.

Con una planta entre sus manos, Hange se erguía en el centro del jardín, rodeada de un círculo expectante de niños y niñas. Su voz, pausada y clara, explicaba las propiedades medicinales del romero, Levi, observando desde la ventana de su oficina, no pudo evitar sentir una cálida sonrisa dibujarse en sus labios.


- Ayuda en los dolores de estómago, deben hacer que hierva unos 10 minutos, para beberlo, además si sienten frio igual pueden tomarlo, pero si lo mezclan bien con agua pueden crear una pasta para curar heridas.

- Profesora usted es muy inteligente -Exclamo un pequeño niño.

- Pensé que las mujeres no saben cosas, mi papá siempre le dice a mi mamá que ella no sabe nada - Manifestó otro niño.

- Claro que sabemos muchas cosas, solo que estamos limitadas a casarnos y criar hijos, pero eso puede cambiar.

- ¿Usted es monja? -Una pequeña  la miro curiosa.

- No, yo no soy monja


Las preguntas curiosas continuaron ¿Dónde vives, Hange?, ¿Tienes hermanos?, ¿Te gusta cocinar? Las preguntas brotaban de las bocas de los niños sin parar, cada una más personal que la anterior. Hange, tenía mucha paciencia y amabilidad, respondía cada una de ellas.

Sin embargo, la serenidad del momento se vio interrumpida por la presencia de Levi, quien se acercaba al grupo con una sonrisa serena en su rostro. Su mirada, cálida y comprensiva, se dirigió hacia Hange, quien a su vez lo miró con una mezcla de sorpresa y alivio.

- Creo que ha llegado la hora de que regresen a sus casas, niños y los otros pueden volver a sus habitaciones del orfanato -  dijo Levi con voz suave, extendiendo sus manos hacia los pequeños. - Hange tiene mucho trabajo por delante, y estoy seguro de que estará encantada de responder a sus preguntas en otra ocasión.


Los niños, aunque decepcionados por la interrupción, comprendieron las palabras de Levi y se despidieron de Hange con un coro de "Hasta mañana". Mientras se alejaban, sus risas resonaban en el jardín, dejando un rastro de alegría en el aire. Hange, con una sonrisa agradecida hacia Levi, se inclinó para recoger el romero, para colocarlo en una canasta, Levi hizo la misma acción colocando las diferentes hierbas o flores que ocupaban el pasto.


- ¿Cómo se siente tu esposo con respecto a que seas profesora todos los días? 

- Pensé que solo los niños eran curiosos, pero me equivoco. 

EL PADRE ACKERMAN Y LA SEÑORITA ZOËDonde viven las historias. Descúbrelo ahora