~ Capítulo 10 ~

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Milagros radiantes, de este día destellante. ¡Que Domingo! Digo tras una sonrisa gigante. Hoy, nos acompaña a nuestro gran almuerzo memorial, dos pequeñas conejas blancas con peculiares ojos rojos. No les quiero mentir, aunque ellas parecen el almuerzo, solo son el postre, el eterno postre.
Mientras tanto, nuestro almuerzo es una enorme ciervo rubio de un metro sesenta, cómo le gusta a nuestro Francisco.

Son al rededor de las ocho y media de la mañana, el ruido de afuera es incrontrolable como el bombeo de este enorme corazón.

Alisto mis ropas y decido irme por un conjunto beige de pantalones y chaqueta, combinado con una camisa negra y unos zapatos de charol.
Bajo hasta la cocina y mientras retiro mi chaqueta pongo en marcha mis manos para preparar todo.

Saco la carne de la nevera y corto en pedazos chicos, los dejo a un lado y preparo las cebollas que en juliana se fríen para caramelizar. Voy por las zanahorias y corto en pedazos pequeños, para decorar. Agregó la carne en el zarten para cellar, y luego de veinte minutos las paso a la zarten con las cebollas, cierro su tapa y calculo una hora y media de coción, para que el sazón se deshaga en nuestra boca. Preparo una ensalada rusa típica de nuestra bandera, corto papás y zanahorias, las hiervo en la olla y espero quince minutos para poder sazonar, un poco de sal, aceite y mayonesa, listo para disfrutar.
De la nevera saco unas frutillas y las coloco en una copas de cristal, crema por encima, frutillas y otra ves crema por encima, las decoro con los tallos verdes de cada una y la vuelvo a guardar en la nevera para conservar su sabor y poder potenciarlo.

Este tiempo me a servido para poder aprender y lograr un espectáculo.

Me dirijo a la mesa central de nuestra casa, colocó dos platos cuadrados y negros de cerámico, dos cucharas blancas, dos tenedores y dos cuchillos. Y para coronar, unas copas grandes de vino.
Del el buen vino que se conversa en mi altillo de vinos. Un Zucardi Finca Piedra Infinita Gravascal, un Malbec del año 1977. Con un 14% de alcohol y un barricado de 18 meses en roble Francés.

Especialmente para esta hermosa ocasión..

Ya todo listo, miro mi reloj, diez y veinte de la mañana. Preparo la cocina a brazas que instalo en la mesa, traigo el platillo para que no pierda calor, y pongo la ensalada rusa que es nuestro último sason.

Pipicucu me digo a mi mismo, mientras se le ensancha la sonrisa a nuestro querido Francisco.

Agarro mi chaqueta y dirijo mi cuerpo a la entrada principal, respiro profundo y decido salir, pero no sin antes sentir un dolor punzante, -este no es tu momento- le digo, y salgo de casa.

Observó y analizó la calle, la hora perfecta en que se merma el alboroto, en el que la gente desaparece y solo me queda actuar. Camino en frente y decido esperar, aunque me siento nervioso también me late con fuerza de alegría que al fin es el día. Espero unos minutos, once y once, mi llegada a la fortuna, y toco el timbre.

- Creí que no llegarías por mi. - repite Fernández.

- No soy hombre que no cumpla su palabra mi querida y hermosa damisela. - miro su andar, su vestimenta roja y mi pequeñas hermosas que también combinaron a la par.
Dios, si que se ven hermosas. ¡Ah! Siento otro dolor punzante. ¿Así que te gusta lo que vez? Pienso.

- Espero no me defraudes querido Martínez. - me mira y se acerca para darme un casco y corto beso en los labios.

- Jamás lo haría, disfrutarás de cada momento, hasta el final, como si hoy fuera el último. - dije disociando un poco de la realidad en mis palabras.

- Eso suena descabellado, pero me gusta. - por suerte es solo muy inocente para darse siquiera cuenta del asunto que va a presenciar.

Nos dirigimos a casa, y antes de entrar pude ver cómo don Villarreal nos observaba desde la esquina. -Mierda, otra ves no.- me digo a mi mismo, las cosas se están complicando un poco, pero en estos momentos la mierda de la esquina me importa un comino, hoy es nuestro día.

Nos adentramos al lugar y mientras saco mi chaqueta al mismo tiempo sujeto el abrigo de ella y los coloco en la percha de madera de roble.

Nos dirigimos a la mesa y le muestro como nos quedó el hermoso almuerzo.

- Que tal, esto está divino, es hermoso. - dice con los ojos destellantes.
Mientras miro a mis niñas y espero también sus respuestas, pero nada. Solo están felices y me quedo con eso mil veces.

- Antes de empezar almorzar, tendremos que brindar por este hermoso encuentro. - digo mientras descorcho el vino y lo sirvo en ambas copas.

- Un Zucardi, me parece increíble, bastante fino y memorial, excelente para este momento. - si lo que digas ya me vale, la ansiedad se me desborda y luego de dos tragos me lanzo a ella para besarla con brusquedad y sensualidad.

- Espera. - dice gadeante - ¿Y el almuerzo? -

- Eso puede esperar amor mío. -

Nos dirigimos a la habitación en son de deseos, mientras rozamos nuestros cuerpos y chocamos nuestra bocas desesperadamente. Entramos y el dolor punzante se hace más evidente, trato de apartarlo pero se me hace imposible.

- Espérame un segundo, iré al baño y vuelvo. - y me fui tambaleante hasta nuestro sanitario.

Francisco tienes que parar, ya llegará tu momento.
-Me niego rotundamente Miguel, es ahora y lo proclamo-

Otro dolor punzante me tienda al suelo, me deja sin aire, el ruido es lejano, la electricidad se asoma y la oscuridad con ella. Lo siento, no podré seguir...

Bienvenidos a y gracias por leer.
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