El amanecer del nuevo día trajo consigo una atmósfera de expectación. Aldric se despertó temprano y, después de un desayuno rápido, se dirigió al salón de entrenamiento. Hoy, Sir Regis y Harland tenían preparados nuevos desafíos para él.
Al entrar, encontró a Sir Regis y Harland ya en una acalorada discusión sobre el entrenamiento. “Hoy probaremos algo diferente,” decía Harland. “Quiero que Aldric aprenda a manejar varias armas, no solo la espada.”
Sir Regis asintió con una ligera preocupación. “De acuerdo, mi señor. Pero debemos asegurarnos de que el tiempo reducido no afecte la calidad de su formación.”
Aldric se acercó y ambos se volvieron para recibirlo. Sir Regis tomó una lanza y se la ofreció a Aldric. “Hoy comenzaremos con la lanza. Es esencial que un príncipe domine más que solo la espada,” explicó.
La práctica comenzó con la lanza. Sir Regis mostró a Aldric cómo sostenerla adecuadamente y cómo utilizar su longitud para mantener a los enemigos a raya. Aldric, aunque aún inexperto, mostraba una habilidad natural para adaptarse a nuevas armas. Sus movimientos eran precisos, y con cada corrección, mejoraba notablemente.
Después de una hora con la lanza, pasaron a las hachas. Estas armas requerían más fuerza y control. Aldric luchaba por manejar el peso y el equilibrio de las hachas, pero su perseverancia le permitió adaptarse rápidamente.
Luego, fue el turno de los cuchillos. Sir Regis enseñó a Aldric tanto el combate cercano como el lanzamiento de cuchillos. Aldric mostró una sorprendente destreza para la precisión, aunque necesitaba más práctica para alcanzar la eficacia total.
Finalmente, llegó el entrenamiento con el arco. Sir Regis le mostró cómo tensar la cuerda, apuntar y disparar. Aldric disfrutaba la sensación de disparar flechas, encontrando en el arco una herramienta de gran potencial.
Después de dos horas de entrenamiento exhaustivo, Sir Regis decidió dar por terminado el día. “Eso es todo por hoy, joven príncipe. Has hecho un gran trabajo, pero recuerda, cada arma tiene su propia técnica y propósito. Debes dominarlas todas para ser un verdadero guerrero.”
Harland se acercó y puso una mano en el hombro de Aldric. “¿Qué tal si te das un baño y me esperas en el jardín? Daremos un paseo,” sugirió.El paseo con Harland trajo una noticia inesperada. Mientras sobrevolaban los campos, Harland miró a Aldric con una expresión de disculpa. “Hoy debo irme. Surgieron imprevistos, pero no te preocupes, Sir Regis se quedará contigo. También asignaré a un maestro que te enseñe estrategia e historia. Te prometo que volveré para tu cumpleaños.”
Aldric asintió, tratando de ocultar su decepción. Al regresar al castillo, Harland se despidió y dejó a Aldric con una promesa de volver pronto.
Un año pasó rápidamente, y el reino celebraba el nacimiento del último hijo del rey, un nuevo hermano menor para Aldric. Mientras tanto, Aldric se encontraba inmerso en sus lecciones de estrategia e historia. La ausencia de Harland había sido difícil, pero Aldric se había volcado en sus estudios y entrenamientos, decidido a no defraudar a su hermano.
Un día, mientras Aldric estaba en una de sus lecciones de estrategia, Harland regresó al castillo. Al primero que encontró fue a Sir Regis, quien lo saludó con respeto. Harland preguntó por Aldric, y Sir Regis sonrió con orgullo.
“Mi señor, Aldric es efectivamente un prodigio en el uso de las armas. Se ha hecho amigo de los caballeros y se podría decir que es un maestro con la espada. Tiene el nivel de un caballero con la lanza y el arco.”
Harland, sorprendido, preguntó: “¿Cómo lo sabes?”
Sir Regis respondió con una mezcla de admiración y sorpresa. “Hace un mes logró derrotarme con la espada. Desde entonces, decidió entrenar solo. Lo he visto pelear con tres caballeros y ganar. Lo único que le falta es la experiencia. Después de todo, solo tiene 6 años.”