El vuelo había dejado a Aldric desconcertado. Aunque familiar, el viaje carecía de la agilidad y velocidad que él y los miembros de su familia poseían al montar un dragón. Pronto aterrizaron en un pequeño castillo en una isla. Un destello repentino captó la atención de Aldric. Al enfocar su vista, notó a cientos de caballeros entrenando y, al menos, cien más dispersos en el castillo. Decidió que debía satisfacer su necesidad de respuestas, así que preguntó:
"Oye, princesita, ¿por qué el castillo de la corona se ubica en esta isla? ¿No había un sitio más favorable o digno de la corona? ¿Y por qué hay tantos caballeros para defender el castillo? ¿Qué es lo que sucede?"
Con un destello de enojo, Edrana respondió, "Sabes, no soy una princesa, soy la reina. Debes mostrar respeto."
Aldric, al instante, cuestionó, "¿Cuántos años tienes? ¿17? ¿18? ¿No eres muy joven para ser una reina?"
Ella respondió, "Tengo 19 años, para tu información. Y tendrás que responder algunas de mis preguntas antes de todo." Luego, aterrizaron en un coliseo abandonado y desgastado por los años. Aldric bajó del dragón y comenzó a mirar a su alrededor. Notó varios dragones más pequeños durmiendo en el coliseo. Volteó su vista hacia Edrana y gritó:
"No me digas que esta es tu fosa de dragones. ¿Por qué está tan mal y por qué no está en un lugar caliente? Los dragones necesitan calor para crecer sanos y poder alcanzar su mayor tamaño."
Mientras contenía sus ganas de golpearla por esto, los caballeros de Edrana corrieron y lo sujetaron. Uno de ellos comenzó a inspeccionarlo, tocando su cara y hablando en ese idioma que Aldric no entendía. El caballero desenfundó su espada antes de ser detenido por Edrana. Comenzaron a hablar, pero Aldric no prestó atención. Su mente se llenó de pensamientos oscuros incitados por el demonio.
"Podría matarlo. Podría matar a todos, incluyendo a los dragones, sin dificultad. Podría conquistar y nadie se podría resistir. No, mejor aún, podría destruirlo todo y nadie me podría detener," pensaba Aldric, mientras el demonio susurraba, "Eso es, déjate llevar. Para eso fuiste entrenado, para eso vives."
Poco a poco, la burbuja de pensamientos oscuros se desvaneció, siendo suprimida, logrando que Aldric volviera a la realidad. Respiró hondo y se centró en la situación actual. Edrana lo observaba con una mezcla de preocupación y desafío.
"Lo siento," dijo Aldric finalmente, tratando de calmarse. "No quise ser irrespetuoso. Solo estoy preocupado por la situación aquí."
Edrana asintió, aún manteniendo su guardia alta. "Entiendo tu preocupación. Pero hay muchas cosas que no sabes. Este lugar, este castillo, es el corazón de nuestra defensa. Los dragones están aquí porque es el único lugar seguro en nuestro reino ahora. Y esos caballeros están aquí para protegernos de amenazas que ni siquiera puedes imaginar."
Aldric suspiró, dándose cuenta de que había mucho más en juego de lo que había pensado. "Muy bien, dime qué necesitas de mí. Estoy dispuesto a ayudar."
Edrana esbozó una pequeña sonrisa. "Primero, necesitamos entender más sobre esa carta que recibiste. Si hay un complot mayor en marcha, debemos unir nuestras fuerzas y encontrar la manera de detenerlo.
Aldric, sorprendido por la confusión, preguntó: "¿Carta? ¿Qué carta?"
Edrana, tratando de aclarar, respondió: "Sí, carta. Tú lo dijiste cuando nos encontramos." Repitió exactamente lo que él había dicho anteriormente.
Una carcajada salió de Aldric, diciendo: "No dije carta, dije tu nombre." Esto hizo que Edrana se sonrojara por haber entendido mal el mensaje.
"Perdón," dijo Edrana, "hace un tiempo que no practico este idioma. Es el idioma de la tierra natal de mis familiares, pero nunca lo he podido practicar de una manera adecuada ya que nunca he tenido alguien con quien practicar."