capitulo 5

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El primer año tras la desaparición de Aldric había sido difícil para Harland. Se había convertido en un joven príncipe cargado con responsabilidades y preguntas sin respuesta. La noticia de la muerte de su hermano menor en una emboscada había dejado una marca imborrable en su corazón. Mientras intentaba seguir adelante y asumir sus deberes, un nuevo y urgente desafío surgió, interrumpiendo sus esfuerzos por descubrir la verdad: la guerra con el Reino de Crow había estallado.

Harland estaba en la sala de estrategia con Sir Reginald y otros comandantes cuando el mensajero irrumpió, entregando el mensaje real. La noticia cayó como una losa de piedra sobre sus hombros. No había tiempo para procesar completamente lo que significaba la guerra; debía actuar de inmediato.

—Mi señor, el rey ordena que partamos al amanecer —dijo el mensajero, con el rostro pálido por el cansancio del viaje.

Harland asintió, su mente ya girando con planes y estrategias. —Avisa a los hombres que se preparen. Partiremos al amanecer.

La sala de estrategia se llenó de una actividad frenética. Mapas desplegados, órdenes emitidas y provisiones reunidas. Harland, con una mirada decidida y firme, se dirigió a Sir Reginald.

—Reginald, asegúrate de que todos los comandantes estén al tanto de los planes. Debemos estar listos para cualquier contingencia.

Sir Reginald, un hombre leal y experimentado, asintió solemnemente. —Sí, mi señor. Nos prepararemos para partir al amanecer.

Preparativos para la Batalla
Esa noche, Harland recorrió el castillo, asegurándose de que todo estuviera listo para la partida. En su mente, el rostro de Aldric permanecía presente. La búsqueda de su hermano tendría que esperar. Ahora, su deber era proteger el reino.

Antes de retirarse a descansar, Harland tuvo una última reunión con Sir Reginald.

—Reginald, sé que nuestros esfuerzos por encontrar a Aldric deben ser pospuestos, pero confío en que, mientras yo esté en la batalla, tú mantendrás la búsqueda activa aquí.

Sir Reginald asintió solemnemente. —Haré todo lo que esté en mi poder, mi señor. No descansaremos hasta encontrar respuestas.

Al amanecer, Harland montó a caballo, liderando a sus tropas hacia el frente de batalla. El viaje fue largo y arduo, pero la moral de los hombres era alta bajo su liderazgo. Durante el trayecto, Harland se mantuvo vigilante y en comunicación constante con sus comandantes, planificando estrategias y preparando a sus hombres para lo que les esperaba.

Las tierras del reino se extendían ante ellos, vastas y hermosas, pero ahora amenazadas por el conflicto. Los soldados marchaban con determinación, sabiendo que luchaban no solo por sus vidas, sino también por su hogar y su futuro.

Harland se detuvo en una colina y miró hacia el horizonte. El aire fresco de la mañana llenó sus pulmones mientras reflexionaba sobre lo que estaba por venir. Sabía que la guerra no solo pondría a prueba su habilidad como líder, sino también su capacidad para mantener la esperanza en tiempos oscuros.

La primera batalla fue brutal. El ejército de Crow era formidable y estaba bien preparado. Harland, sin embargo, demostró ser un líder capaz y valiente. En el campo de batalla, su espada se movía con precisión mortal, y sus órdenes eran claras y decisivas. Bajo su mando, las tropas lograron rechazar varios asaltos enemigos, manteniendo sus posiciones con firmeza.

Los gritos y el estruendo del combate llenaban el aire. Harland se movía entre sus hombres, ofreciendo palabras de aliento y dirigiendo sus esfuerzos con una calma calculada. En medio del caos, vio a un soldado enemigo avanzar hacia él con una mirada asesina en sus ojos.

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