El sol empezaba a ocultarse cuando Harland, agotado y cubierto de la mugre de la guerra, divisó las murallas del castillo real. Tras casi seis años de conflicto, finalmente regresaba a casa. La victoria había sido amarga y costosa, pero al menos el reino de Crow había sido derrotado. Mientras se acercaba, Sun, su fiel dragón, volaba a su lado, su sombra enorme proyectándose sobre los muros.
Al entrar al castillo, Harland fue recibido con una algarabía de vítores y aplausos. Soldados y sirvientes se alineaban en las escaleras, mostrando su respeto y admiración. Al llegar al salón del trono, encontró a su padre, el rey, esperándolo con los brazos abiertos.
"Harland, hijo mío, bienvenido a casa," exclamó el rey con una sonrisa, aunque sus ojos no lograban ocultar una frialdad inquietante. "Hemos preparado un banquete en tu honor."
Harland hizo una reverencia, ocultando su cansancio. "Gracias, padre. Es un honor regresar."
La Revelación de la Pérdida
Durante el banquete, mientras la música sonaba y las risas llenaban el salón, Harland no podía evitar notar las sillas vacías de algunos de sus hermanos. Al final de la comida, el rey, percibiendo su mirada, decidió abordar el tema."Harland, debo informarte que la familia ha cambiado mucho en tu ausencia. Hemos perdido a varios de tus hermanos durante la guerra y otras... circunstancias."
Harland sintió un nudo en el estómago. "¿Cómo sucedió?"
El rey dejó escapar una risa seca, carente de verdadero humor. "La lucha por el trono ha sido feroz. Tus hermanos se han vuelto unos contra otros, formando alianzas y traicionándose mutuamente. La codicia y la ambición han cegado a muchos."
Harland apretó los puños bajo la mesa. "¿Y Aldric? ¿Qué ha pasado con él?"
El rey se quedó en silencio por un momento, sus ojos brillando con una emoción inescrutable. "Aldric... fue emboscado por bandidos camino a la capital. No sobrevivió."
Cuando el banquete llegó a su fin, el rey se levantó y sonrió ampliamente. "Harland, como recompensa por tu valiente servicio, puedes pedir lo que desees."
Harland se levantó, mirando a su padre con seriedad. "Padre, deseo que detengas el juego por el trono. No quiero que mis hermanos mueran."
El rostro del rey se ensombreció al instante. Dejó de sonreír y, con una mirada glacial, se acercó a Harland. "No dejaré que me quites mi entretenimiento," susurró con una voz helada. "Aunque seas la segunda pieza más interesante en este juego, no dudes que acabaré contigo si es necesario."
Harland sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras el rey regresaba al trono, su expresión volviendo a ser la de un monarca satisfecho. La verdad era clara: su padre veía la lucha por el trono como un juego, y sus hijos eran solo piezas en el macabro juego de su padre
Esa noche, mientras la celebración llegaba a su fin y la corte comenzaba a retirarse, Harland se quedó en la terraza, mirando las estrellas. Pensaba en la guerra, en las sombras que habían salvado a su ejército, y en las palabras del rey de Crow. ¿Qué eran esas "sombras" y qué relación tenían con su familia?
Su mente no podía dejar de dar vueltas a las palabras de su padre. La lucha por el trono no era solo una cuestión de poder; era un juego macabro orquestado por el propio rey.
Harland caminaba por los oscuros pasillos del castillo, su mente llena de preguntas y su corazón pesado por la responsabilidad que sentía sobre sus hombros. La guerra externa había terminado, pero la lucha interna estaba lejos de resolverse. De repente, una figura encapuchada emergió de las sombras, llamando su atención.