Cuento 11: Luna

4 0 0
                                    

No fue tan malo cómo parecía.
Para ser mi primer vuelo, no fue tan malo cómo parecía. No vomité, no tuve una paralización general de mis sentidos ni dejé que el miedo me consumiera, fui muy dueña de la situación.

El primer día en esta ciudad fue más difícil delo que creí, nunca imaginé que el metro realmente se llenara como en los vídeosde internet, 5 segundos de ascenso y descenso son suficientes para que una olade personas entren y salgan. Nadie tuvo la amabilidad de hacerme espacio odejarme pasar, y cómo pude, subí las 2 maletas que me acompañaron desde Tijuanaal tren de color naranja.

Es ridículo creer que en un lugar tan ruidoso cómo lo es un vagón del metro lleno de personas, en el que incluso iba un vendedor ambulante anunciando un novedoso producto para tomarse fotos, pudiera ser tan silencioso. Todos esos sonidos chocaron unos contra otros hasta cancelarse, el vagón estaba realmente vacío, vacío conmigo adentro, que también estaba vacía... No solo estaba vacía, estaba rota, y eso permitía que el vacío del metro y el vacío de mi ser fluyera y se mezclara entre sí, cómo si me contagiara de un nuevo tipo de vacío, uno que jamás podría llenar, jamás, ni aunque él volviera.

Todo este silencio desaparecía cada fracción de segundo cuando, a lo lejos y en el fondo, escuchaba latir mi corazón, lo que me hacía recordar -Ah, claro, sigo viva. – pero había algo diferente en esta ocasión. Ya había escuchado latir mi corazón en el pasado, de hecho, lo escuchaba latir muy seguido, iba a prisa y cargando un elemento muy pesado, pues de hecho, el sonido de este tren me recuerda a cómo se solía escuchar mi corazón, el día de hoy mi corazón se escucha hueco, parece que ha dejado de bombear sangre y he comenzado a funcionar con aire, pues ya no se siente la fuerza con la que se empuja mi voluntad, con la que se mueve mi ser.

Llegué a la estación -Deportivo 18 de Marzo. – Un cartel que rezaba lo dicho me dio la bienvenida, varios que marcaban la dirección de la salida me dieron la despedida, solo por hoy, pues volveré a hacer este recorrido innumerables veces. Afuera de la estación, un taxista de corte malhumorado me esperaba, cómo si alguien le hubiera advertido de mi llegada. Hizo favor de subir mis maletas a la cajuela del taxi, y me preguntó la dirección a la que iba, le dí un número y lo acompañé con "Cienfuegos", cómo si realmente supiera a dónde iba. En el camino me contó una historia que no escuché y me preguntó datos que no supe darle. Me preguntó mi nombre y no supe si me llamaba igual.
La dirección indicada estaba justo frente a mí, bajó las maletas y me cobró 320 pesos, porqué dice que es lo que están cobrando.

Toqué el portón, me recibió una mujer que había pasado ya la mitad de su vida, me abrazó como si me conociera, me besó la mejilla como si me quisiera y me ayudó con una maleta, juntas subimos hasta el tercer piso, me abrió la puerta y me entregó las llaves. Me instalé, un nombre amable para decir que me dejé caer en la cama y lloré hasta que el sueño fue más fuerte que el sollozo. Soñé con él.

En mi sueño, el venía y se sentaba justo a mi lado, comenzaba a acariciarme el cabello y me hablaba muy despacio, me decía que me amaba y que siempre estaría ahí para mí, le grité que mentía y me desperté de golpe, llorando. El reloj marcaba las 6:15 y todos los elementos para verme bien permanecían aún en mis maletas. Saqué la plancha, el shampoo, el jabón, las cremas, lo que me pondría el día de hoy, mi cepillo y pasta dental y en eso se me fueron 7 minutos, planché la ropa y eso me consumió 14 minutos, me bañé y eso me consumió 21 minutos, todos múltiplos de 7. Salí de casa 6:57 y llegué a la universidad un poco tarde, 1 hora y 17 minutos tarde (77 minutos tarde, 7x11). Dejé que la primera clase concluyera, pues no quería vivir la vergüenza de llegar tarde el primer día, así cómo no creí que tuviera caso. Las 8:28 en mi muñeca me advirtieron el inicio de la segunda clase, a la cuál sí asistí.

El profesor Alberto era licenciado en derecho del Colegio de México, tenía una maestría en derechos laborales por la UAM y estaba sacando una segunda maestría en el Tec de Monterrey, más no dijo en qué. Nos hizo presentarnos a todos, 37 almas dieron razón de su procedencia, su nombre, algunos soltaron datos curiosos, todos venían muy emocionados. El alma número 38, Zorrilla Duarte Luna Leticia, quedó paralizada. Dijo lo obvio, su nombre era Luna, le gustaba que le dijeran Luna, era de Tijuana, hablaba en pasado. El alma número 38 no se atrevió a decir que dejó atrás un mundo completo y pasaba por un duelo inexplicable. El alma número 38 ni siquiera es capaz de hablar del tema en primera persona.
Al término de la clase, dejé que comenzaran conversaciones que yo no estaba dispuesta a tener. Me preguntaron si tenían novio, si ya conocía la ciudad, si estaba interesada en salir con ellos el fin de semana. Eludí cuánto pude, negué lo que debí y me escabullí hacia la siguiente clase.

Cuentos de fin de semana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora