Prólogo

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Si tuviera que pensar en cada vez que tuve miedo a lo largo de toda mi vida, lo más probable es que acabe contándolas con los dedos de una sola mano.

No me gusta llorar, no suelo pedir ayuda hasta estar segura de no poder hacerme cargo sola y odio dar lástima. Sin embargo, aquí estoy, rezando por verlo aparecer y rescatarme.

Tal vez eso sea lo que más me aterra.

Los segundos se convierten en minutos y estos en horas interminables. Mi vista se mantiene fija en la puerta de metal que me separa del exterior, que está acabando conmigo.

Puedo notar como me voy quedando sin aire, como mis pulmones luchan por sobrevivir y mi cuerpo se vuelve cada vez más pesado. Mis ojos se cierran lentamente, mientras comprendo la situación y no me queda más que aceptarla.

Entonces creo ver una luz.

Yo no lo hiceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora