Capítulo 3 | ¿Hay strippers dentro?

22 1 0
                                    

8 de abril, 2022

7:45 p.m.

(15 minutos para la cena de ensayo)

Sara

El agua cae sobre mí y todos los problemas parecen desvanecerse. Las gotas llegan a cada rincón de mi cuerpo, haciéndome olvidar donde estoy y lo que me espera.

Un escalofrío me recorre la espalda. A pesar de estar apenas terminando el verano, el agua se siente más fría de lo que recordaba, aunque eso no impide que acabe de darme una ducha.

No quiero salir, pero los gritos de Natalia son una buena motivación, así que coloco una toalla a mi alrededor y abro la puerta.

—¡Al fin! Es demasiado tarde. ¿En qué pensabas dándote un maldito baño de media hora? —Trato de ignorarla, sobre todo porque está exagerando, pero es imposible evitarla estando en la misma habitación —, ya saqué el vestido y los zapatos, tienes cinco minutos para maquillarte —mira su celular desesperada —. Lena está furiosa, soy su dama de honor, debería estar con ella ahora.

Sus tacones resuenan en el estrecho espacio y camina tan rápido que temo que haga un agujero. Me asombra la fuerza de sus pisadas, sobre todo porque se trata de una mujer que, a duras penas, llega al metro sesenta. Continúa hablando, aunque dejé de prestarle atención desde el primer insulto.

Está lista desde hace bastante rato, vestida de negro, peinada con una coleta alta y maquillada como una profesional, claro que eso es, maquilladora profesional, aunque por fortuna, no es la encargada de la novia o esta conversación tendría un final mucho más sangriento.

—Basta —la corto —, puedes adelantarte —sus ojos brillan.

—¿De verdad? —Asiento y tras emitir un pequeño grito de emoción, sale corriendo.

Bien, por fin sola. Dejo mi teléfono cargando y me tomo mi tiempo secando mi cabello, vistiéndome y maquillándome para la ocasión. Casi parece que quiero estar aquí, pero es una farsa.

Sé que mi abuela se marchó hace mucho y mis padres ya están en el lugar, al igual que Christian. Solo falto yo para que la familia esté unida, físicamente hablando.

Observo mi reflejo en el espejo, Natalia se esmeró escogiendo este vestido de tirantes azul y con un moderado escote en v, veo la manera en que se amolda a mis caderas y puedo decir que estoy satisfecha.

La elección de calzado también es obra suya, unos zapatos de tacón negros. Mi cabello se ve bien, simplemente lo peiné con una raya en el centro y en cuanto a la joyería, unos pendientes de plata son suficientes. Podría decirse que estoy lista, pero sigo clavada en el suelo convenciéndome de salir.

El sonido de mi teléfono es lo único que logra sacarme del trance en el que me encuentro, no necesito ver la pantalla para saber qué se trata de ella y ya no puedo retrasarlo más.

***

El taxi me deja frente a la entrada de la mansión de los Romero Rodríguez, una de las familias más influyentes de Lima, todo hay que decirlo.

Son más de las diez y la cena estaba programada para las ocho, tampoco creo que nadie más que Cristal, mi abuela, notara mi ausencia. Mi madre y mi hermano simplemente sabían lo mucho que esto iba a costarme y mi padre... quien sabe lo que piense en realidad.

Tras pagarle al conductor, desciendo del auto y uno de los trabajadores me da la bienvenida. Doy mi nombre y estoy dentro.

Recuerdo haber jugado en estos jardines, Frank Romero siempre fue muy amigo de mis padres y fui a la escuela con Charlie, su único hijo. No puedo imaginar lo que siente al tener a Lena Castro, la que solía ser una de las chicas populares e inalcanzables de la secundaria y, sobre todo, solo un par de años mayor que nosotros, como madrastra.

Yo no lo hiceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora